EL CATADOR CATADO
Cuando desaparecen las estrellas y el glamour, se encienden las luces del festival de Punta del Este.
› Por MartIn Pérez, desde Punta del Este
Cuando a uno le hablan de un Festival de Cine en Punta del Este, no puede menos que imaginar mucho glamour, mucha pompa o al menos a Charly García pegándole a algún fotógrafo. Error. Nada de eso es lo que suele haber en el humilde pero esforzado festival esteño que, desde hace poco menos que una década, intenta ocupar un lugar en lo que desde hace mucho tiempo es el balneario más exclusivo del Río de la Plata. Bueno, sí, hay que confesar que pompa es lo que sobra en Punta del Este, especialmente cuando el glamour sólo dice presente en enero. Porque la temporada en el Este sólo dura un mes. Como una Cenicienta con un mes de gracia, cuando suenan las doce de la noche del 31 de enero, desaparecen las estrellas, los famosos y los sponsors, y sólo queda Maldonado. Y el Festival de cine, claro. Que supo tener un lejano antecesor allá por los años cincuenta, cuando se construyó el cine Cantegril, un enorme edificio situado en el corazón de un country donde se realizan las funciones de gala del evento. En especial la inauguración y la clausura, que se realizó el fin de semana pasado, con la presencia de la única estrella del Festival, la encantadora actriz española Victoria Abril, que ni siquiera vino con una película bajo el brazo, sólo las cintas para hacer playback de algún que otro tema de su disco de bossa nova, Putcheros de Brasil, y regalar algo de glamour sólo por estar allí, entregando y recibiendo premios.
Revivido en la década pasada por Carlos Morelli, que ahora se dedica a hacer lo propio en Pinamar, el Festival de Cine de Punta del Este es organizado por la prestigiosa Cinemateca Uruguaya. Pero está casi fuera de lugar entre la oferta de cine del balneario, que tiene su multicine de Shopping e incluso otro multisala en la Península. Las ofertas del cine latinoamericano –y algo anglosajón y otro tanto europeo como para completar– apenas si se hacen notar. Tal vez algún preestreno, como por ejemplo el de la británica La Sra. Henderson presenta, alcanza a generar el interés de quienes pasan sus vacaciones ajenos al Festival. De hecho, fue la película que ganó el premio del público. Pero es el cine brasileño, el chileno y, especialmente, el argentino, el que domina gran parte de las noches cinéfilas. La vida por Perón, de Sergio Bellotti, y Los suicidas, de Juan Villegas, dejaron al periodismo local con ganas de más. Mientras tanto, la aún inédita Las mantenidas sin sueños, de Vera Fogwill y Martín Desalvo, se llevó el Premio Especial de Jurado, y Ezequiel Acuña, por su película Como un avión estrellado, se quedó con el premio al mejor director. La mejor película, por una sorprendente decisión unánime ante una oferta de baja calidad, fue la francesa Hasta pronto, de Benoit Jacquot, una road movie en blanco y negro y con aires sesentistas, que se destacó claramente de las demás desde su primera proyección. La gran frustración, mientras tanto, fue Donde está la verdad, un thriller demasiado enroscado de Atom Egoyan.
Además del Cantegril, al que sólo es posible llegar en auto, el otro cine del Festival es el Libertador, enfrente de la plaza donde está la feria de artesanos de Punta del Este. Su dueño, un agradable hombre de cuidado bigote blanco, bermudas y una camisa permanentemente desabrochada, suele poner el volumen de la sala bien bajo. “Es que conozco a mi público”, dice abarcando con el brazo a un hall lleno de personas de la tercera edad. “Apenas lo subo un poco, salen a pedirme que lo baje.”
Mucho antes de saber que había ganado el premio al mejor director, Ezequiel Acuña deambulaba por el hall del Libertador durante la exhibición de su película, preocupado por la poca asistencia, cuando lo abordó el dueño de la sala. “La última película argentina que funcionó fue La historia oficial”, le dijo el hombre, con lo que Acuña siguió aún más preocupado. Pero no podía evitar una sonrisa al recordar el “glamour” de ese hombre casi en cueros, que sin ninguna pompa y con una sonrisa, intentaba explicar el fracaso estrepitoso del evento. “Yo pensé que iba a decir Nueve reinas, o El hijo de la novia. ¡Pero se fue dos décadas atrás! Si Charly García estaba por acá, seguro que lo sentaba de una trompada”, se rió Acuña con ganas.
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