> NOTA DE TAPA
Es la serie más vista por cable en toda América latina. Está primera en los ratings de lugares tan disímiles como Laos, Latvia, Australia y media Europa. Y acaba de ser vendida a Cuba a pesar del bloqueo... El fenómeno de los Expedientes X parece tener sucesor: Lost, una serie sobre un puñado de sobrevivientes en una isla misteriosa, cuya trama mezcla con destreza endemoniada referencias a la filosofía, la literatura y la cultura pop para mantener en vilo a millones de seguidores, encender las más febriles especulaciones y despertar expectativas y exigencias como hace tiempo no lo hacía la televisión.
› Por Mariana Enriquez
Es posible que el título sea la primera tomadura de pelo, la primera pista, la primera ironía. ¿Quiénes son los “perdidos” en Lost? Claro, en una primera lectura, son los desafortunados sobrevivientes del vuelo de Oceanic Airlines Nº 815, que en su viaje de Australia a Los Angeles se estrelló en una ignota isla del océano Pacífico. Allí están aislados, imposibilitados de comunicación alguna y abandonados, porque no se han registrado hasta el momento –ya bien entrada la segunda temporada de la serie– esfuerzos por hallarlos, ni siquiera de un protocolar vuelo de rescate que sobrevuele los alrededores. Pero, pensándolo mejor, quizá los perdidos sean los espectadores. Porque Lost, la serie más deliciosamente desesperante de los últimos años, hace un verdadero culto de la desorientación, y hasta es posible imaginar a los creadores relamiéndose mientras arrojan pistas que a lo mejor corresponden al rompecabezas, pero quizás entran en juego sólo para avivar la confusión. La obsesión por comprender qué es lo que sucede en la isla y por qué están ahí los sobrevivientes –y quiénes son, interrogante no menor– está alcanzando grados de fiebre sólo comparables a la producida por Los Expedientes Secretos X. Cierto, Lost todavía no alcanzó la popularidad de la ya mítica serie de Chris Carter pero, si consigue sostener la altísima calidad de sus dos primeras temporadas, se puede arriesgar que será aún más importante en términos de lo que es posible hacer en televisión. Porque Los Expedientes Secretos X era claramente una serie de género: ciencia ficción con toques de horror. Lo que no le quita ningún mérito, porque estaba ejecutada a la perfección. Definir Lost es muchísimo más complicado. Es una serie de aventuras, pero por momentos es una serie de terror o de ciencia ficción bastante más clásica, es decir, lejana a los aliens y cercana a La Máquina del Tiempo de Wells. También es un drama psicológico: en flashbacks, se cuenta la historia de vida de cada protagonista, y todos tienen problemas variopintos y complejos, que mientras avanza la serie también resultan pistas, no sólo de su comportamiento sino de los posibles motivos del accidente y sus consecuencias. También apela, con petulancia y bienvenida ambición, a la cita literaria y filosófica, lo que la convierte en una serie que ya no sólo captura al público cautivo de la sci-fi: en Lost, un personaje se llama John Locke, como el filósofo inglés; otro lleva el apellido Carlyle, en evidente referencia a Thomas Carlyle; otra se llama Danielle Rousseau. Y no faltan los parlamentos sobre el estado de naturaleza humana y la realidad como convención. Abundan las citas directas a libros oscuros, y está claro que uno de los textos guía es El Señor de las Moscas de William Golding (novela en la que un grupo de niños sobrevive a un accidente aéreo y, varado en una isla, sin ayuda de los adultos, debe demoler y redescubrir las convenciones sobre las que se funda una sociedad). Pero cuando todo parece naufragar en un mar de pretensiones, la serie apela al formato Survivor –toda la escena recuerda intencionalmente al reality– y al comic Linterna Verde, pista tan fundamental como la filosofía de Locke. Y es en ese cruce de alta cultura y pop, amplio manejo de los formatos televisivos y los géneros, y un elenco insuperable –todos buenos actores, todos carismáticos, el 80 por ciento atractivos hasta el escándalo– que Lost no tiene comparación con nada que se esté viendo en la pantalla chica hoy. Porque cuando parece que los autores pierden el rumbo y sólo baten la ecléctica coctelera de influencias cancheras, sale al aire un episodio tan brillante, tan inteligente y tan entretenido que los conversos renuevan su fe, y los escépticos no pueden evitar asentir en silencio. Y todos cruzan los dedos para que no la arruinen: hacía mucho que la televisión no generaba expectativas tan altas, exigencias tan desmesuradas. Todo por una serie que casi estuvo a punto de no ver la luz.
Es que el objetivo de Lost fue, en principio, un salvataje: el de la cadena ABC. Sus ejecutivos estaban desesperados porque habían caído al cuarto lugar en los ratings (detrás de NBC, CBS y Fox), y se decidieron por una jugada agresiva: invertir 10 millones de dólares en el piloto de la serie, el más caro de la historia de la televisión. Disney, compañía a la que pertenece ABC, estuvo a punto de suspender todo el proyecto. “Es una locura que jamás funcionará”, le dijo en su momento Michael Eisner, el jefe de Disney, al presidente de ABC, Lloyd Braun. Pero Braun siguió adelante. Imaginaba una serie que cruzara Náufrago de Robert Zemeckis con el reality Survivor (aquí llamado Expedición Robinson) y convocó a J.J. Abrams, el guionista de la serie Alias. Abrams aceptó, pero sólo si se lo autorizaba a hacer “algo muy loco, de ciencia ficción, en una isla anormal”. Lloyd Braun aceptó encantado. Cuando leyó el guión, dio luz verde para comenzar el rodaje del carísimo piloto en Hawai. Se sumó al equipo Damon Lindelof, colaborador de Abrams, que aparece en los créditos como co-creador. A esta altura, Lindelof es casi el responsable total de la serie, por motivos tan rodeados de misterio como todo lo demás.
Pero cuando Braun los ignoró –o, más bien, los desobedeció–, los ejecutivos de Disney pusieron el grito en el cielo. Y mientras se rodaba el inicio de Lost, lo echaron de la presidencia de ABC. Sin embargo, la serie salió al aire, porque lo contrario hubiera significado una pérdida de dinero aún mayor.
Y pasó lo que nadie esperaba, salvo el visionario Braun. Dieciocho millones de personas vieron la primera temporada de Lost en Estados Unidos. Ganó el Emmy y el Globo de Oro por mejor serie de TV, además de recibir varios premios en otros importantes rubros. Es la serie mejor vendida (y más rápido) fuera de EE.UU. en décadas. Está primera en ratings en países tan diferentes como Australia, Hungría, Laos, Latvia, Francia, Reino Unido y España; es la más vista en el cable en América latina, y hasta acaba de ser vendida a Cuba, a pesar del bloqueo. En Internet, Lost tiene más de 2500 sitios dedicados casi en exclusiva a discutir la serie hasta la especulación más salvaje. Ah, y a Lloyd Braun se le reconoció el olfato, y ahora es el nuevo presidente de Yahoo, el gigante de Internet.
Un poco de trama. El vuelo 815 de Oceanic se estrella en una isla sin nombre, aparentemente deshabitada. Muchos sobreviven, demasiados para un accidente de estas características (primer misterio). De a poco, se van conociendo y organizando. Pero, entre ellos, apenas hablan de sus vidas. Los espectadores las conocen por el recurso del flashback, uno por episodio, dedicado en exclusiva a cada protagonista. Aquí, un breve resumen de los personajes principales.
Jack Shephard (Matthew Fox): Es el único médico, y por eso una suerte de líder, aunque discutido. En el pasado denunció a su padre por practicar cirugías borracho. Es uno de sus grandes pesares. El otro está relacionado con su esposa, y no ha sido revelado.
Kate Austen (Evangeline Lilly): Fugitiva, llegó a Australia buscada por uno o varios crímenes, y por robos a bancos; viajaba hacia Estados Unidos en compañía de un oficial de policía, que murió poco después del accidente. La naturaleza de sus crímenes se revela en la segunda temporada. Es la dura hermosa, poco confiable, sensible en el fondo.
John Locke (Terry O’Quinn): Uno de los personajes más misteriosos. Dado en adopción de niño, se reencontró ya adulto con su padre, un millonario. Lo que parecía un golpe de suerte terminó en un drama: el padre, enfermo, necesitaba un riñón. Locke decide donarle uno de los suyos. Pero su padre, luego del exitoso trasplante, se niega a volver a verlo, explicando con suma frialdad que el reencuentro y el cariño filial sólo tenían por objetivo conseguir el órgano. En fin, que lo había usado. Poco después Locke queda paralítico, pero todavía no se ha explicado cómo. Lo cierto es que, una vez en la isla, no sólo puede volver a caminar sino que se transforma en lo que nunca fue: un cazador, un líder nato, un hombre fuerte y seguro, capaz de seguir huellas o construir cunas hachando árboles. Su relación con la isla es mística: cree que será capaz de descifrarla. La cree un organismo con intenciones.
Hugo “Hurley” Reyes (Jorge García): Al principio, el obeso y bonachón Hurley parece el alivio cómico a la tensión de Lost, pero pronto resulta ser uno de los personajes más reveladores. Estuvo internado en un instituto psiquiátrico, y allí escuchó durante muchos años a uno de los internos recitar la secuencia de números 4, 8, 15, 16, 23, 42. El bueno de Hurley, cansado de su vida como empleado en un local de comidas rápidas, juega los números a la lotería. Y gana 114 millones de dólares. Pero entonces comienzan las desgracias. Su abuelo muere de un infarto cuando las cámaras de TV visitan al ganador. La casa que compra se quema. La acumulación de contratiempos lo devuelve al instituto psiquiátrico, y el enfermo que repite la secuencia entra en pánico, gritando que acaba de desatar todo, que los números están malditos. La búsqueda del origen de la maldición lo lleva a Australia. Allí se entera de que esos números se escuchan en grabaciones de onda corta, en loops. Y sí, le confirma la maldición la mujer que le cuenta la historia, mutilada después de un accidente donde murió su marido. Cuando el avión se estrella, Hurley no puede evitar sentir que fue su culpa, como portador de la mala suerte. Pero todo se complica aún más cuando los sobrevivientes logran interceptar una grabación con la radio del avión. Una grabación que repite los números, y se ha estado transmitiendo, desde la isla, durante dieciséis años ininterrumpidos. Y todo se vuelve muy extraño cuando Locke encuentra una escotilla en la espesura, que no puede abrir –lo hace en el primer capítulo de la segunda temporada, y la sorpresa será mayúscula–, y en la puerta se encuentra grabada la misma maldita secuencia.
El resto de los personajes incluye, entre otros, a un guitarrista de rock adicto a la heroína (Charlie, interpretado por Dominic Monaghan, uno de los hobbits de El Señor de los Anillos); un estafador canchero, mezquino e insoportable, atormentado por el brutal crimen de su madre y el suicidio de su padre (se llama Sawyer, y lo interpreta el bellísimo Josh Holloway); una chica al término de su embarazo que viajaba a Los Angeles para entregar al bebé en adopción (Claire, interpretada por Emilie de Ravin); un ex soldado iraquí que en sus tiempos se desempeñó como torturador y delator de terroristas (Sayid, interpretado por el actor inglés de origen indio Naveen Andrews, el protagonista de Londres me mata); y un padre (Michael) y un hijo (Walt) que apenas se conocen (los actores negros Harold Perrineau Jr. y Michael David Kelley).
Nada es lo que parece. Un oso polar deambula por la vegetación tropical, hecho claramente imposible, pero tampoco atribuible a una alucinación colectiva de los sobrevivientes. En varios puntos de la isla se eleva una ominosa línea de humo negro. La isla da señales. Cuando Charlie desea su guitarra, mira hacia arriba y la encuentra en un risco. Y cuando extraña su dosis de heroína, la tentación aparece en forma de vírgenes de yeso cargadas de la sustancia, dentro de un avión de traficantes caído hace años entre los árboles. En la espesura, seres informes que parecen un enjambre de moscardones negros son capaces de atraer a los sobrevivientes hacia túneles subterráneos con propósitos innombrables.
Es que los sobrevivientes no están solos. En la primera temporada hicieron su aparición los Otros en la figura de Ethan, un “infiltrado”, es decir, alguien que no estaba originalmente en el avión. Alguien que le “pertenece” a la isla. Ethan ataca a los sobrevivientes, que poco después descubren que el agresor no está solo. Así, el objetivo principal de la supervivencia consiste en escapar de estos misteriosos intrusos o habitantes originales. En el último episodio, los Otros secuestran al único niño sobreviviente, Walt, un chico dotado de ciertas percepciones o intuiciones que podrían considerarse paranormales.
Pero mucho más se sabrá de ellos en la segunda temporada, de la cual se puede anticipar, sin arruinarle la sorpresa a nadie, que los Otros tendrán un protagonismo mayor, porque se encuentran mucho más ensañados con otra camada de sobrevivientes, los de la cola del avión, aislados en la otra punta de la isla. Entre estos nuevos personajes se encuentra Ana Lucía, una policía feroz interpretada por Michelle Rodríguez; y Mr. Eko, un gigantesco nigeriano que puede o no ser un religioso.
Sin embargo, la gran revelación de la segunda temporada es lo que puede llamarse el paraíso del paranoico. En circunstancias que no se deben revelar por respeto a la impecable estructura, hace su aparición una organización llamada Dharma Initiative y su benefactor, la Hanso Foundation. Este golpe de timón de la trama arroja una luz completamente distinta sobre todos los hechos de la primera temporada, hasta desdibujarlos. Y claro, se sabe que agregar una fundación de propósitos desconocidos basta para desatar la más fervorosa especulación.
Se dice que los creadores de Lost visitan constantemente los foros de Internet dedicados a la serie, y quizá –o no– se van guiando por las teorías desarrolladas para emprender caminos opuestos (o para inspirarse, vaya a saberse). Por ahora, varias de las hipótesis enarboladas por los fans han sido desechadas, a saber:
1. La isla no es el Purgatorio, y los protagonistas no están muertos y esperando expiar sus crímenes para entrar al Paraíso.
2. Los sobrevivientes no están en una suerte de cápsula espacio-temporal paralela.
3. Ninguna civilización extraterrestre tiene influencia alguna sobre los hechos.
4. No es un reality a la Truman Show.
5. Los hechos no son ficciones que sólo tienen lugar en la mente de los protagonistas.
Dicho esto, todo el resto de las hipótesis tiene piedra libre. Y hay gente que se está quemando las pestañas. En el foro oficial de Lost –organizado por los propios J.J. Abrams y Damon Lindelof– se pueden encontrar teorías como éstas:
a) Los Otros tienen una enfermedad de la glándula pineal que los hace sensibles a la luz. Es una enfermedad producida por campos magnéticos; de ahí que hayan sido puestos en cuarentena en la isla (la hipótesis está sostenida por una apabullante cantidad de evidencia médica).
b) Algo relacionado con el código binario, el budismo, el I-Ching y Leibniz, que explicaría ciertos maniqueísmos simbólicos usados con frecuencia en la serie –juegos de backgammon, combinaciones de blanco y negro aleatorias– y también los objetivos de la misteriosa Iniciativa Dharma.
c) La misteriosa Kate es la mala, y está relacionada con los Otros.
d) Egiptología.
e) Cruza de The Matrix y las teorías de Freud.
Hay mucho más, que sería demasiado pormenorizar. Pero hay que aclarar que los creadores de Lost están contribuyendo al incendio de cerebros, y cómo. Su principal aporte es lo que se llama The Web Maze, básicamente plantar pistas –más aún– por medio de sitios de Internet, que son estudiados con más interés que los rollos del mar Muerto. Los sitios cambian, aparecen, desaparecen. En este momento se pueden encontrar, entre otros:
1. http://www.megalottojackpot.com/: el sitio oficial de la lotería ficticia que ganó Hurley. Allí está su foto con un recordatorio al “ganador perdido”.
2. http://www.oceanic-air.com/: sitio de la falsa aerolínea del vuelo perdido. Anuncia que todos los vuelos están suspendidos después de la tragedia –pero se mantienen las listas de precios y destinos– y hay unas sentidas palabras del dueño de la compañía. Pero, además, en letras sobreimpresas, se puede leer un texto casi escondido que dice: “Sobreviví a un horrible accidente de aviación y estoy aislado en una isla cerca del nordeste de Australia. Si nunca me encuentran, por favor avísenles de mi destino a mis padres”.
3. http://www.thedharmainitiative.info/: información –es una forma de decir– sobre la misteriosa organización que aparece y gobierna narrativamente la segunda temporada.
4. http://globespotter.com/: apenas un mapa de la trayectoria del vuelo y el accidente... en apariencia. Si se pinta el sitio con el mouse, aparece una secuencia de números (esos números, claro) que llevan cada vez a diferentes sitios... o a ninguno.
Es de rigor aclarar que cada sitio fue apareciendo luego de que se plantaran nuevas pistas en determinados capítulos.
Y eso no es todo. ABC y Disney también saben cómo separar a la gente de su dinero. Ya se consigue en formato DVD la primera temporada, incluso en la Argentina (tratar de alquilarla es un verdadero suplicio). El merchandising incluye bolsos de viaje de Oceanic, remeras con los números y otros estampados, attachés, gorras, un libro –The Lost Chronicles–, una revista oficial, videos para el teléfono celular y, en el sitio de la cadena, información adicional con fragmentos de los diarios personales de los sobrevivientes.
El último fenómeno desatado por Lost es también muy extraño. En varios capítulos, los sobrevivientes leen libros que después los fans compran para encontrar pistas. Pero la desesperación se desató cuando uno de los guionistas colaboradores, llamado Craig Wright, dijo que “por un segundo” se vería la tapa de The Third Policeman, oscuro libro de un oscuro escritor irlandés fallecido en 1966. “Cualquiera que se familiarice con el libro tendrá munición gruesa para disectar la serie”, proclamó. Para qué. El libro, que le pertenece a una pequeña editorial llamada Dalkey –sus dueños están extáticos– vendió 8 mil ejemplares después del anuncio de los dichos de Wright. Pero muchos creen que el guionista es sólo amigo de los editores, y les quiere dar una mano. Mientras tanto, un libro desconocido amenaza con convertirse en best-seller.
Y esto, parece, es sólo el comienzo.
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