ARTE > LA COLECCIóN DE ARTE LATINOAMERICANO DE LA UNIVERSIDAD DE ESSEX
Desde hace más de diez años, la Universidad de Essex viene formando una de las colecciones de arte latinoamericano más importantes de Europa. El único problema es que, hasta ahora, gran parte del material curado por la argentina Gabriela Salgado se encuentra almacenado en dos minúsculos depósitos. Pero el año que viene, las más de 700 obras
tendrán edificio propio.
› Por Paula Porroni
Ya de por sí, la Universidad de Essex en Colchester, Inglaterra, es bastante peculiar: en lugar de los edificios medievales de las universidades más antiguas como Oxford o Cambridge, nos encontramos aquí con un paisaje de tipo postapocalíptico, compuesto por gigantescas torres de hormigón, plazas de cemento y melancólicos locales de comidas rápidas. Y sin embargo, no es la arquitectura lo más sorprendente de esta universidad, ya que es también aquí, detrás de una puertita como cualquier otra, que se encuentra almacenada la colección de arte latinoamericano más importante de Inglaterra y quizá de toda Europa.
La colección, conocida como Ueclaa (University of Essex Collection of Latin American Art/Colección de Arte Latinoamericano de la Universidad de Essex), comenzó a formarse en 1993 con la donación de la obra Memória del artista brasileño Siron Franco, y cuenta ahora con más de setecientas obras incluyendo grabados, dibujos, pinturas, fotografías, esculturas y artefactos. Por el momento, sin embargo, la mayor parte de las obras se encuentra almacenada en alguno de los dos minúsculos y atiborrados cuartos que conforman el depósito, y sólo puede visitarse concertando una cita anticipada. Pero bien vale la pena tomarse el trabajo, porque el recorrido por las instalaciones es absolutamente maravilloso, algo así como adentrarse en un sótano secreto o una cámara del tesoro subterránea. Las piezas están por todas partes: sobre las paredes, metidas en cajones y cuidadosamente envueltas en papel de seda, o colgadas de las planchas deslizantes que dividen el espacio en una suerte de apretado laberinto de cuadros por el que sólo se puede avanzar de perfil.
La colección, cuyo fuerte es el arte latinoamericano moderno y contemporáneo, es bastante variada en lo que hace a la nacionalidad de los artistas, las técnicas y los formatos, si bien predominan las obras en dos dimensiones, y esto por razones de espacio. Así es que, en el depósito, los grabados orgánico-geométricos del brasileño Alex Gama conviven con, por ejemplo, una serie de monocopias del mexicano Rufino Tamayo. Y si por un lado la colección despierta una especie de sensación de caos y desbarajuste –nada más lejos del espacio fuertemente narrativizado del museo– tiene, por el otro, el innegable atractivo que generan los espacios donde las clasificaciones han sido suspendidas.
A su vez, la posibilidad de acceder a las obras en su aspecto más material, y de relacionarse con ellas más allá de lo puramente visual, compensa la ausencia de orden o relato. Con mucho cuidado (o con guantes) es posible tocar, agarrar y levantar algunas de las piezas, y sentirlas “en carne propia”. Reina además en el depósito un penetrante perfume, mezcla de pintura y el aserrín de relleno de las cajas de embalaje.
Todas las obras, desde el delicadísimo Festival de hamacas de Lotte Schulz al Libro de Velásquez de Waltercio Caldas son donaciones, ya sea de museos y fundaciones como de los artistas mismos. Las propuestas de donaciones son consideradas por un comité de adquisiciones formado por Valerie Fraser y Dawn Ades (directoras de la colección), la curadora argentina Gabriela Salgado, y por los estudiantes de posgrado del programa de arte latinoamericano, quienes, en función de sus intereses, actúan también como enlaces estableciendo contactos con los artistas en sus países de origen. De más está decir que este aspecto de la colección es bastante polémico, especialmente considerando la disparidad económica Norte-Sur. Los organizadores de Ueclaa, por su parte, argumentan que aunque no reciban dinero los artistas tienen la posibilidad de que su obra sea estudiada en contexto académico, recibiendo así apoyo y difusión. Por otro lado, el departamento de Arte Latinoamericano crea un archivo con misceláneas (catálogos de exposiciones, textos críticos, artículos periodísticos, etc.) de cada uno de los artistas, que pasa a formar parte de la colección, reuniendo en un solo lugar información indispensable (aunque a veces muy difícil de conseguir) para quien quiera dedicarse estudiar arte latinoamericano moderno y contemporáneo.
La colección, de todos modos, no se limita a estas dos habitaciones-depósito, sino que se continúa, en su faceta más pública, en la biblioteca de la universidad –donde el objetivo es establecer alguna clase de diálogo (temático o de otro tipo) entre las obras expuestas y las diferentes secciones según las cuales se organizan los libros–, el parque –incluyendo piezas del brasileño Amilcal de Castro, entre otros– y ya fuera de la Universidad, en la galería Firstsite/Minorities en el centro de Colchester, donde además de exhibirse regularmente las obras pertenecientes a la colección de la Universidad se curan exposiciones de otros artistas de Latinoamérica. Allí fue que se exhibió recientemente la muestra Nostalgia of the Body (Nostalgia del cuerpo), que retomando el legado de la artista brasileña Lygia Clark reunió la obra de tres artistas latinoamericanas, incluyendo una alucinada cancha de fútbol con fracturas y desniveles (Priscilla Monge) y una suerte de carpa “impenetrable” construida a partir de un objeto tan cotidiano como las medias can-can, que en este contexto resultaba totalmente desnaturalizado (María Ezcurra).
En cualquier caso, toda esta alegre dispersión se verá encauzada con la inauguración, en 2007, del nuevo edificio para las artes visuales de Colchester llamado firstsite:newsite, otro de los tantos megaproyectos de revalorización del territorio por medio de la creación de “complejos de arte”. Allí, junto con otra multitud de obras, se alojará una porción importante de la colección de arte latinoamericano, que irá rotando. Entonces habrán desaparecido las cuevas subterráneas, el olor a aserrín, las texturas accesibles y los laberintos de cuadros, pero el arte latinoamericano y sus artistas habrán ganado un nuevo espacio de difusión ante el público y los mercados internacionales.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux