PERSONAJES > LOS CUTAIA: TANGO, ROCK Y FUNK
El abuelo era violinista de la orquesta de Osvaldo Fresedo. El padre fue parte de Pescado Rabioso con Spinetta y de La Máquina de Hacer Pájaros con Charly García, y últimamente experimenta con el tango. Y los dos hijos –uno de los cuales tocaba el contrabajo en la Filarmónica del Colón– tienen una banda de funk que se está presentando todos los fines de semana en Buenos Aires. Radar juntó a padre e hijos para hablar de esa impenitente tradición de la familia Cutaia: la música.
› Por Santiago Rial Ungaro
Los 3 Cutaia abarcan todas las posibilidades capilares: Carlos, el padre, ya aceptó ser completamente pelado; Lucas, hijo suyo y de Carola Cutaia (aquella de Damas Negras, primer disco de blues y rock cantado en español en el mundo) tiene unos rulos expansivos que coinciden con la música “funkadélica” de Open 24, banda que comparte con Seca, su hermano menor, que se acaba de sacar un extravagante peinado con rayitas con el que aparece en la tapa de Dos, el último disco de Open 24, y ahora tiene el pelo normal.
Lo mismo que decimos del pelo lo podemos decir de los Cutaia y la música: los tres juntos abarcan casi todos los géneros musicales.
Carlos fue parte de Pescado Rabioso (entró, a pedido de Spinetta, para grabar en un tema de Desatormentándonos y quedó aportando sintetizadores, pianos y orquestaciones en el legendario disco doble Pescado 2) y, poco después, fundó (con Charly García y Bazterrica) La Máquina de Hacer Pájaros, con quienes grabó los discos que editó la banda, participando incluso en la composición de un par de clásicos de García, como “Películas” y “No te dejes desanimar”.
Pero si el rock para Carlos es una parte del pasado, para sus hijos (que arrancan su disco haciendo un cover de “Post-crucifixión”, firmado por Spinetta, Black Amaya y papi Cutaia) el rock es el presente y el futuro, a la vez que una parte de su información genética.
Y los encuentros musicales también se invierten: en Sensación melancólica, último disco de Carlos Cutaia, el contrabajista no es otro que su hijo, Seca Cutaia. En dupla con Pipi Piazzolla (nieto de Astor), Seca se las ingenia para que las bases del nuevo disco de Cutaia tengan toda la precisión y la sutileza de la música clásica y la modernidad que trae la sangre nueva. Hacía décadas que Cutaia no editaba un disco y el melancólico placer de volver late en cada nota y en cada silencio.
Sensación melancólica es el disco “tanguero” de Carlos Cutaia, pero lo tanguero en un músico como Cutaia está dado por cierta cadencia, un aire porteño que sobrevuela el disco más que un homenaje al género. En el disco rescata un tema de Cutaia Orquesta, disco de electrónica “pre-midi” en el que colaboró Daniel Melero, editado en 1985, donde canta Daniel Melingo.
Cutaia no necesita incursionar en el “Tango For Export”: de hecho, la nota transcurre en Thelonious, uno de los espacios de la ciudad en los que los músicos (básicamente de jazz aunque en Thelo no son puristas) pueden encontrar un refugio. Ahora bien, ¿por qué un club de jazz y no una milonga? “El jazz tiene un panorama esencial que es la improvisación, que en el tango no ocurre. La característica del jazz es improvisar, más allá de que después un músico de jazz esté lleno de yeites y quizás al final no esté improvisando realmente. Vos, con la música de jazz, te lanzás a hacer música en el aquí y ahora y expresás lo que te pasa en ese momento. Ese es el misterio del jazz.”
A la hora de nombrar a un exponente musical de lo que es Thelonius (llamado así por Thelonius Monk, cuya imagen protege el lugar), los Cutaia coinciden en nombrar al pianista Ernesto Jodos y a la gente que lo rodea, como Verdinelli (hoy baterista de Spinetta), Merlo, Otero. Estando en Thelo, centro de operaciones familiar (los Open 24 tocan ahí todas las semanas), es inevitable reflexionar sobre lo que pasa en la escena. Lucas: “Para mí, en Buenos Aires hay público para que hayan veinte clubes como Thelonius. Hay músicos y hay público, pero el tema es que acá nadie cree en los pequeños mercados”.
No todos los hijos de rockeros han tenido infancias trágicas. “Pasamos nuestra infancia en San Telmo, entrando en casas abandonadas y haciendo casas arriba de los árboles. Siempre fuimos muy amigos, aunque tuvimos un momento de separación porque Seca estaba tocando el contrabajo en la Filarmónica del Colón y andaba muy metido con eso”, recuerda Lucas Cutaia, que nació en la época en que su viejo tocaba en Pescado (1973). Seca, que tiene un par de años menos, tiene un pasado de niño prodigio, en la fila de contrabajos del Colón: “Durante varios años estuve muy metido en un delirio de estudiar muchísimo, tocando Händel, Bach y mucha música clásica. He pasado por épocas de escuchar mucho Debussy, pero me terminó pesando el rock”. La remera gastada de Black Sabbath lo confirma, lo mismo que sus calientes shows de los sábados. La educación de los hermanos Cutaia es impecable: “Me acuerdo que teníamos un disco de Alice Cooper, en el que aparece el tipo con un montón de bebitos llorando sobre un cuarto lleno de dólares, pero la música no me pegaba tanto como el primero de Black Sabbath: me acuerdo de cómo empezaba el disco, con el sonido de la lluvia y las campanas (Lucas y Seca se ponen a cantar el riff que empieza el disco y a imitar los gritos de Ozzy). Nosotros teníamos 3 y 5 años y no había nada mejor que eso”. A ellos se les sumó Gómez (líder de Gordöloco Trío, un baterista de aquellos) y debutaron compartiendo cartel con Raekwon (de los Wu Tang Clan) en el 2004, en un festival de Hip Hop en Obras. Por sus ritmos y su actitud cancionera, los Open 24 son una banda pop que ha tenido el buen criterio de poner su virtuosismo técnico al servicio del groove.
Los Cutaia son una familia de músicos: el padre de Carlos Cutaia era violinista de la orquesta de Osvaldo Fresedo. Además de haber participado en numerosos espectáculos de danza y teatro en el Instituto Di Tella (por entonces Cutaia tocaba en una banda llamada Huevo, junto a Pomo y Miguel Abuelo, que no pasó de algunas zapadas psicodélicas) y de haber escrito obras para orquestas de cámara, Cutaia maneja CCCI producciones, una productora de música publicitaria.
De una manera bastante particular, los Cutaia son un ejemplo de algunas de las estrategias posibles para la producción en estos tiempos: la autogestión. Aunque los Open 24 terminen tocando casi exclusivamente en el bar (tienen pensado empezar a tocar en provincia) y siempre haya muchas cosas extramusicales que hacer, entre todos los proyectos la música puede fluir. “Para mí –dice Carlos–, la pregunta básica es: ¿hay que seguir autogestionándose como un proyecto y creer en eso o hacerlo para poder incorporarse a una corporación? Yo no sé si la autogestión es una ilusión, pero sí creo que acá no hay ninguna política de Estado que apunte a formar nuevas generaciones con aspiraciones un poco más lúcidas. No hay música en los colegios, y las clases de música en el colegio... ¡más vale perderlas que encontrarlas! No soy de los que piensan que todo tiempo pasado fue mejor, pero si observo qué es lo que ha ido pasando en las últimas tres décadas veo que ha habido un deterioro institucional muy profundo. La gente antes venía a estudiar acá porque había cierto nivel académico. Y es dramático, porque es mucha gente, y hay que ver cómo carajo se puede integrar a toda esa gente a un sistema. Y eso tiene que ver no sólo con que alguien meta 3000 personas en un lugar en el que entran sólo 800, sino en que las 800 personas vayan, se metan y lleven encima a sus hijos. ¿Cómo se explica eso? ¿O somos ganado? Porque si es así, tal vez hagan falta buenos pastores. En realidad, cada uno tendría que ser su propio pastor. Porque si no te toca un Pastor Jiménez, ¿y adónde te lleva?” A Thelonius seguro que no. Con sus viejos compinches de la época dorada del rock nacional, Carlos, aunque no tiene mucha relación, por lo menos mantiene una buena sintonía. “Con Charly, aunque no tenemos un contacto ‘social’, cuando me lo cruzo puedo decir que estamos en contacto, porque sigue estando todo bien. Creo que tampoco tenemos que mitificar tanto: es absurdo estar exigiéndole a Charly o a cualquier otro que nos tenga que estar mostrando siempre el camino. Esa actitud de dependencia me parece pre-adolescente y es muy común del rock: no me gusta más, lo odio (risas).Y al Flaco (Spinetta) lo fui a visitar el año pasado a su casa. Y fue genial, fui al final de un ensayo a charlar con él. Es un tipo muy consecuente, además de toda la música increíble que tiene. Creo que es un buen pastor el Flaco.” Desde un lugar siempre independiente, la actitud de Carlos Cutaia quizá nos sirva para repensar qué es el rock. “Para mí está claro que el rock perdió la esencia. Fijate en el recital de los Rolling Stones en Copacabana: hubo 10.000 policías, que es como un ejército. Entre el escenario y el que más cerca estaba del público había 120 metros. A veces pienso que el rock es muy joven y a la vez prematuramente senil. Pero por otro lado, escucho un tema de Marilyn Manson y me llega. Tiene un sonido particular que no sé qué mierda es.” ¿En serio te gusta Marilyn Manson?”, le pregunta Lucas. Músico más allá del circo del rock y patriarca de una familia que tiene todavía mucho para dar, Cutaia dice que le gustó el tema que Manson puso en Carretera perdida de David Lynch. Y sigue preguntándoselo a él mismo: “¿Qué es el rock? ¿Un género musical, como la rumba? Creo que el rock sería estar despierto todo el tiempo, porque si no estás así el poder y la fama enseguida te van a corromper y sólo vas a ser una estrellita. Aunque es cierto que las estrellitas también iluminan... aunque sea un poquito”.
Lo Open 24 toca todos los sábados en Thelonius, Salguero 1884.
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