CINE > CAPTURANDO A LOS FRIEDMAN, EL POLéMICO DOCUMENTAL SOBRE LA PEDOFILIA
A fines de los ’80, una familia norteamericana llegó a los medios de la peor manera: envuelta en acusaciones de pedofilia que involucraban al padre y a uno de los hermanos. De casualidad, el director Andrew Jarecki encontró a uno de los hijos de la familia y a partir de ese encuentro reconstruyó el caso en un documental polémico que pone en duda la sentencia de la Justicia.
› Por Mariano Kairuz
Que las familias están en el centro del cine norteamericano “independiente” no es ninguna novedad. Que se trata de familias “disfuncionales”, tampoco. Como tampoco es nuevo el hecho de que estas películas nos digan que esa “disfuncionalidad” hace directamente a la esencia de la familia como institución; es decir, que las familias no pueden sino ser disfuncionales. La familia ya no como un centro gravitacional sino más bien como un agujero negro que no para de engullirse argumentos.
Capturando a los Friedman –el documental dirigido por Andrew Jarecki premiado en Sundance en el 2004, que se estrena en Buenos Aires esta semana– sigue el caso de un hombre y su hijo condenados por pedofilia en Nueva York, y es básicamente –y así han decidido verla los críticos norteamericanos y promocionarla su director– una película sobre la familia.
Aunque se trató de un caso resonante en la segunda mitad de los ’80 (que tuvo cobertura mediática y generó una especie de histeria masiva), Jarecki lo descubrió casi por accidente, cuando salió a filmar un documental sobre un tema más acotado, pero que lo perseguía desde su infancia: el métier de los animadores de fiestas infantiles en la ciudad que nunca duerme. Intrigado por el taciturno clown David Friedman –que le había pedido que no entrevistara a su madre y le había insistido demasiado en que, en caso de hacerlo, no le creyera nada porque estaba “loca”–, decidió investigar su pasado familiar y se encontró con la historia de su padre, el docente de ciencias y computación Arnold Friedman; otro de los tres hijos de éste, Jess Friedman (que fue condenado a los 19); la cruzada policial contra ambos que comenzó en una investigación que seguía la pista de un envío postal de pornografía infantil; y el derrumbe familiar.
La información aparece dosificada de tal manera que el relato progresa dramáticamente: aunque casi desde el principio uno sabe que Arnold Friedman se suicidó en prisión tomando una sobredosis de pastillas, la profusión de material previo de una familia con una tendencia a registrar en video cualquier tipo de evento hogareño (incluyendo un video-diario íntimo del futuro clown David en el momento mismo en que los eventos ya se habían desencadenado y él entraba en crisis nerviosa) permite asomarse a la personalidad afable del presunto pedófilo y planta la duda sobre la Justicia de la condena a la que fue sometido.
Si Jarecki no fue acusado de “humanizar al monstruo” con su película, probablemente se debió a que no dice de ninguna manera que “quizá” Friedman no haya cometido abuso de menores –de hecho deja bastante claro que el delito de consumo de pornografía infantil fue admitido y probado– sino que muestra que el sistema legal nunca se ocupó de llegar al fondo del asunto y actuó de la misma manera que la sociedad civil y la televisión: lo condenaron sin pruebas. Arnold, y más tarde su hijo Jess, se declararon culpables de algunos de los cargos de los que estaban acusados para alcanzar un arreglo legal. Capturando... no omite detalles bastante sugestivos, como una suerte de autobiografía de Arnold Friedman en la que relata sus obsesiones sexuales desde chico y sus tempranas relaciones físicas con su hermano (que éste, que presta varios de los testimonios principales de la película, dice no recordar en absoluto). Pero sugestión e indicio no son lo mismo que prueba cerrada, y se sabe que nunca apareció evidencia física de los cargos levantados contra los Friedman, y que el intercambio de pornografía infantil puede ser un delito suficientemente grave como para despertar sospechas, pero no prueba las acusaciones de pedofilia.
El otro eje que convierte al film de Jarecki en una experiencia perturbadora es el retrato de la disolución familiar, empezando por la manera en que la madre –ignorante de todo lo que pudiera pasar en los cursos privados de computación que su marido daba en el sótano de la casa– relata con algún resentimiento las alianzas que se formaron tradicionalmente entre sus hijos y Arnold, y cómo sentía no tener nada en común con su marido, al punto de brindar algún detalle sobre la rutinaria mecánica sexual que se daba en la pareja desde su juventud.
Algunos críticos norteamericanos han querido ver en Capturando a los Friedman un nuevo alegato sobre los horrores secretos y perfectamente comunes de los suburbios de su país. El propio Jarecki, repitiendo eso de que no se trata de una película sobre la pedofilia sino sobre la familia, argumenta que “todos tenemos estas cosas en nuestras familias; ¿qué pasa si papá es pedófilo?, ¿qué pasa si es alcohólico?, ¿si golpea a sus hijos?”, y arriesga –tal vez demasiado– que “siempre hay algo en una familia que funciona como catalizador de la destrucción de un montón de cosas”.
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