Sáb 03.08.2002
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DISEñO

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Una muestra del MAMba pasa revista a las dos décadas (1960-1980) que modernizaron el diseño gráfico argentino. De los experimentos pop del Instituto Di Tella al imperio actual del design, pasando por hitos como la primera señalización de Buenos Aires de los setenta, el recorrido curado por Ricardo Blanco permite redescubrir joyas de extraordinaria vigencia e historizar la disciplina que formatea, hoy más que nunca, nuestra mirada cotidiana sobre las cosas.

POR DANIEL WOLKOWICZ
Aunque con algunas ausencias, Diseño Gráfico Argentino recrea el contexto comunicacional que imperó en esas dos décadas clave de la cultura argentina. Desde papelerías y marcas hasta packagings y señaléticas, pasando por una nutrida selección de afiches de films y eventos culturales, la muestra da cuenta del quehacer de los diseñadores que iniciaron un camino que ha crecido y proliferado en variedad y calidad. Hoy ya no nos sorprende reconocer las marcas de las empresas, guiarnos por una señal, ver cómo cambian las marquesinas en los edificios o descubrir todos los días nuevos poster panels en la avenida Lugones. Pero no siempre fue así.
En nuestro país, la existencia del Diseñador Gráfico (o “Artista Gráfico”) se remonta a principios del siglo XX. Aunque la disciplina no se manifestaba con los alcances actuales, la producción de mensajes –básicamente publicitarios– generó una diversidad de piezas de alta calidad visual que tuvieron su expresión mayor en el terreno editorial y del afiche. La formación de estos autodidactas de la comunicación abrevaba en el campo de la arquitectura y las artes, y su cualidad primordial radicaba en la calidad del dibujo y la capacidad de ilustrar situaciones de una realidad de crecimiento productivo y de consumo.
Los sesenta marcaron un hito en el diseño nacional. La gráfica del Instituto Di Tella generó, en un marco de libertad y experimentación inusuales, el ámbito por donde desfilaron, bajo la cuidadosa dirección de Juan Carlos Distéfano, diseñadores como Roberto Alvarado, Juan Andralis, Rubén Fontana, Norberto Cóppola, Carlos Soler. El crecimiento llegó de la mano de la inteligencia empresarial, que supo reconocer, en forma temprana, la importancia de la comunicación y su calidad para dar a conocer las acciones culturales del Instituto. Algunas de esas obras pueden verse en las salas del MAMba.
En los años setenta, con la gráfica suiza y la primera señalización de Buenos Aires, desarrollo del –en ese momento– Estudio González Ruiz-Shakespeare que dio por primera vez identidad a las señales en forma sistemática y completa, se abandonan las chapas esmaltadas y se genera un sistema gráfico objetual. Nace el Plan Visual de la Ciudad de Buenos Aires, que más tarde sería imitado en todo el interior y en muchos países de Latinoamérica.
Luego del oscuro intervalo de la dictadura militar, en que el buen diseño se manda a guardar o elige el camino del exilio (muchos diseñadores emigran a Barcelona y desarrollan sus aportes en el ámbito catalán), la democracia se reinstaura y con ella se institucionaliza la disciplina gráfica en Buenos Aires: se crea la Carrera de Diseño Gráfico en la Universidad de Buenos Aires. De allí en más, la práctica del diseño no cesa de crecer, se contagia a otras universidades (públicas y privadas) en la Capital y el interior, al punto tal que miles de egresados pululan hoy por el país tratando de insertar sus conocimientos en el mercado laboral.
Las experimentaciones en el uso tipográfico de Norberto Cóppola y Rubén Fontana, las sutiles formalidades de Julio y María Luisa Colmenero y la muy poco conocida obra de Jorge Sarudiansky se dan cita en esta muestra, casi un encuentro de colegas y amigos. La ironía de Pino Milas juega con el desenfado de Oscar Smoje, y la gestualidad de Sergio Manela hace de contrapunto a las estructuras de Tomás Maldonado. He aquí las principales variables que animan este panorama parcial de una época que merece recordarse.
Quizás lo más destacable de la exposición esté concentrado en las series de afiches realizados para el Teatro Municipal General San Martín por Edgardo Giménez, Carlos Gallardo y Gustavo Pedroza: piezas que, a más de veinte años de ejecutadas, mantienen una potencia comunicacional y una frescura de lenguaje totalmente vigentes. Con la curadoría de Ricardo Blanco y la producción de Patricia Lascano y Nora Altrudi, esta muestra constituye el primer paso para la reivindicación del diseño nacional y la conservación, a cargo de un museo, de un patrimonio que aún goza de muy poco reconocimiento social. En la actualidad, un reducido elenco de estudios de diseño reconocidos concentran en sus manos la mayor parte de la comunicación de las empresas más importantes. Y sin embargo hay ya un vasto número de diseñadores jóvenes y talentosos, todavía poco conocidos, que poco a poco irán generando el recambio necesario para la comunicación del siglo XXI, un siglo que ya no tiene fronteras ni mercados únicos y necesita de intérpretes para comunicar, informar y persuadir, por medio de impresos o de pantallas, a través de multimedios o de realidad virtual, y que irá formando a los profesionales en el modelo tecno-informático-lúdico-consumista que ya ha asumido nuestra sociedad de aldea global. Seguramente a ellos estará dedicada la próxima exposición de diseño gráfico argentino a la que nos toque asistir.

Diseño Gráfico Argentino (hasta mediados de agosto) en el MAMba, San Juan 350. Todos los días de 10 a 20; feriados y fines de semana, de 11 a 20. Entrada: $ 1. Miércoles gratis.

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