Dom 18.08.2002
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TELEVISIóN 2

Los agentes de Kaos

Después de 23 emisiones, “Kaos en la ciudad” prueba que seguir en el aire no es sinónimo de transa ni exige aburguesarse. Nacido como un ensayo, con un destino comercial incierto, el periodístico conducido por Juan Castro es uno de los pocos productos catódicos que parecen tener el tiempo de su lado: desechó facilismos (las cámaras ocultas), ganó en precisión, rigor y contenido, y a la hora de jugarse no vaciló en sembrar la polémica entre sus mismos fans. Zoom sobre un programa que con 20 puntos de rating sigue teniendo hambre.

› Por Claudio Zeiger

No es frecuente ver un programa en televisión abierta que evoluciona para bien, que va para adelante, cuyos hacedores escuchan cuando les hacen críticas y que no se quedan detenidos en las mismas fórmulas que le dieron éxito. En 23 emisiones, “Kaos en la ciudad” –Juan Castro y asociados– ha acumulado estos méritos, quizás sobre la base de un concepto que se suele usar en el fútbol: un equipo con hambre. El programa, que empezó a prueba en el 13, terminó asentándose en las noches de los jueves con muy buen rating y como una propuesta que, lejos de darle la espalda a la realidad, parece híper embebido de ella: la violencia cotidiana, las mil y una tretas de la sobrevivencia en la calle, el sexo no convencional, son algunas de sus obsesiones semanales. Con ritmo vertiginoso, “Kaos” fue aceitando la producción de sus notas, informes y secciones y privilegiando los contenidos por sobre los trucos de edición.
Según explican sus hacedores, “Kaos” por dentro es la suma de la gente que se ve en pantalla junto al conductor y periodista Juan Castro (Martín Ciccioli, Ronnie Arias, Carla Czudnowsky y Martín Jáuregui, cada uno con su propio productor), y su funcionamiento interno se parece mucho al de una redacción periodística. Ya están dando bastante que hablar las coberturas de eventos de Ronnie Arias (curiosos cruces entre partes de la tradición argentina, como los desfiles militares o las vacas en la Rural, y la homosexualidad), uno de los momentos más desopilantes de la televisión actual.
Sorpresivamente, la agenda que nutre a “Kaos en la ciudad” está más cerca de la historia de los medios gráficos que de la historia de la televisión. “Yo leía El Porteño, y muchos de los de ‘Kaos’ miramos mucho lo que pasa en gráfica”, asiente Castro. “A la gente más joven que estamos en televisión nos gusta ver reflejadas cosas que veíamos en la calle y no aparecían en la tele.”
Conducido por un periodista que ha asumido públicamente su homosexualidad, y con un tratamiento permanente de temas tabú, podría pensarse que “Kaos en la ciudad” es lo más alternativo y progre que puede conseguirse en la TV de hoy. Sin embargo, el programa ha generado más de una polémica, sobre todo en los círculos alternativos y de izquierda, que suelen dar importancia a estas cuestiones, por la utilización de la cámara oculta en investigaciones sobre sexo anónimo o la supuesta “ecuanimidad” en temas sociales o de derechos humanos, que pueden dar a entender que hay bandos enfrentados en igualdad de condiciones (por ejemplo, “pibes chorros” y policías). Más adelante, Juan Castro cuenta que –al menos por un buen tiempo– han decidido desechar la cámara oculta y las caras pixeladas, atendiendo a algunas críticas recibidas y con el objeto de cuidar la credibilidad de los testimonios. Lo cierto es que en las últimas emisiones, los informes de antropología urbana (asuntos sexuales, marginalidad, testimonios) son a cara descubierta, y el propio Castro ha salido a la calle cuando hubo movilizaciones populares como las de piqueteros o la procesión de San Cayetano.
En los primeros tiempos de “Kaos”, cuenta Castro, “el programa estaba a prueba. Eran cuatro especiales cuatro. El programa quedaba si medía bien; si no, iban a ser cuatro especiales y nada más. Por suerte midió bien. Los cambios que tuvimos los compararía con lo que pasa con las obras de teatro: te dicen que no vayas a verla en las primeras funciones. Te doy algunos ejemplos. Ronnie Arias hacía el segmento de castings de gente talentosa que no funcionó. A Ronnie le empezó a funcionar su personaje cuando salió solo con su productor a hacer las notas que se le ocurren: va a cualquier lado, dice cualquier cosa y la gente se quiere divertir con él. Me da mucha alegría que un personaje como el que construye caiga bien, porque quiere decir que hay cabezas mucho más abiertas de lo que nosotros pensamos”.
Ultimamente se destacaron los informes sobre temas sociales muy calientes: estuvieron en Puente Pueyrredón, en la Plaza cuando vino Paul O’Neill, con cartoneros... ¿”Kaos” busca mostrar las distintas campanas de un conflicto o toma partido?
–La idea es mostrar cuál es el centro del conflicto. Creo que fue muy fuerte el programa de policías y piqueteros en Puente Pueyrredón, cuando quedamos atrapados en la mitad del fuego. Fue bueno por lo que se pudo mostrar y también por el abanico de posiciones, desde los vecinos a los comerciantes. Nos gritaban: Ustedes los periodistas defienden los derechos humanos, casi como reproche. Quedó como un muestreo: desde los vecinos que puteaban por las vidrieras rotas hasta una chica parecida a Dolores Fonzi, que era piquetera y decía que la violencia se combate con violencia. Creo que, por lejos, mi mejor nota en el programa fue mostrar un día de furia en la ciudad: ir a hacer San Cayetano, a donde fui con bronca, porque fui bautizado pero no soy practicante y me parece que la religión te hace bajar la cabeza. Y me encontré con un cura muy piola que me marcó mi soberbia cuando me señaló que no iba a poder cambiar el mundo. Me hizo acordar a una tía mía socialista que me decía: Ni vos, ni tus hijos, ni tus nietos van a ver un mundo justo. Falta muchísimo. No te enloquezcas, hacé lo que puedas. Y en San Cayetano me reencontré con la fe. Reviví muchas cosas olvidadas, que no comparto pero que son muy profundas. Y después la plaza de los piqueteros: primero intenté hacer a varios yuppies que caminaban por Florida y ninguno quiso hablar. Apareció un señor mayor, que estaba entrando a la plaza feliz porque decía que la plaza era del pueblo, y que al hablar se largó a llorar. Yo tenía mucho miedo de que pasara algo malo como lo de Puente Pueyrredón. No sé si me hubiera bancado las balas, si no me hubiera brotado. Entré a la marcha por el lado donde estaba la policía. Estaban con palos, con gases y perros, y en un momento me tiraron los perros encima. A propósito, claro.
¿Qué pasa con la gente cuando salís a la calle?
–Yo nunca había tenido un programa de 18 o 20 puntos de rating. La exposición es altísima. Me encanta cuando la gente se acerca y, en vez de pedirte un autógrafo, opinan sobre el programa. Inclusive muchos se ponen en productores de TV y te dicen cómo tendrían que hacerse las cosas. La intención es buena, pero el vos tendrías que hacer me rompe un poco las pelotas.
¿Te piden cosas?
–Me piden notas, investigaciones. Me piden plata. En la fantasía popular, si trabajás en tele es porque sos millonario. Una de las cosas más lindas que me pasaron en la calle fue cuando fui ir a hacer la nota sobre bailantas: los pibes me abrazaban y saludaban por no hacer diferencias. A la salida de un boliche, un pibe bailantero medio me apura y me dice: Vení, dame un piquito. Y yo me mandé, pensando “que sea lo que sea”. Y él, adelante de sus amigos, me abrazó y me dio un pico.
¿Las cámaras ocultas fueron descartadas?
–Creo que no es el momento. No digo que el programa nunca más vaya a tener cámaras ocultas o caras tapadas, pero en este momento quiero cuidar al máximo la llegada con la gente, y la gente puede llegar a desconfiar de una cara cubierta, cosa que chequeamos muchas veces. Detectamos que a la gente le da bronca que una cara encapuchada salga en tele, que los familiares de las víctimas tengan cara y los otros no. Además, si hay dudas con los testimonios, la nota no sale al aire. Con respecto al sexo express y las cámaras ocultas que mostraban esas cosas, me parece que por un lado ya recorrimos casi todos los lugares, y además creo que lo que señaló Carlos Polimeni en una nota en Página/12 acerca de que nos metíamos con los débiles y mostrábamos las pequeñas miserias humanas, fue un buen despertador. En todo caso, eso cumplió su ciclo.
¿Qué te dejó el reality “Confianza ciega”, si es que te dejó algo?
–Por empezar no hubiera hecho “Kaos”, porque funcionó a nivel rating y porque pude aplicar allí lo que estudié en la escuela de periodismo. Y nunca apliqué tanto las técnicas de la entrevista como en “Confianza ciega”. Me di cuenta de que los silencios y la repregunta es mucho másimportante que la respuesta. Me gustó hacer un reality, y además nunca escupiría la mano que me dio de comer.

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