MúSICA > LITO VITALE Y EL HOMENAJE A LOS 40 AñOS DE ROCK ARGENTINO
Pocos piensan en Lito Vitale como un rockero, aunque formó parte del primer gran proyecto del rock alternativo argentino –MIA– y durante toda su carrera fue tecladista de los Redonditos de Ricota. Quizá por eso consiguió convocar al Indio Solari para participar del disco homenaje al rock nacional Escúchame entre el ruido, donde también participan desde Litto Nebbia hasta Adrián Dárgelos. A continuación habla de su propia historia, revela el criterio para la selección de temas y artistas y explica por qué el único gran ausente en este álbum doble es Charly García.
› Por Martín Pérez
Aquel primer día en la escuela secundaria fue muy corto para Lito Vitale. Nunca pudo entrar a clase, en realidad. Antes lo detuvo el preceptor y le señaló el pelo, que le llegaba hasta los hombros y aun más allá. “Por entonces ya era músico y tenía las lanas como Rick Wakeman, y no me las quería cortar por nada”, recuerda hoy Lito. De nada le sirvieron entonces sus amagues de explicaciones ante la autoridad, articulados por supuesto con mucha más diplomacia, llegando incluso a la súplica. Pero el preceptor fue implacable, y lo mandó de regreso a su casa hasta que arreglase la cuestión. Incluso se permitió una sugerencia irónica, como hipotética solución si el alumno quería efectivamente ser un alumno, pero de pelo indefectiblemente corto, y también seguir siendo músico: “¿Por qué no se compra una peluca de pelo largo para tocar el piano?”.
Cuando volvió vencido a su hogar, sin embargo, aquella frase que se pretendía cruel disparó la imaginación de su padre o su madre, Lito no lo recuerda con precisión. “¿Y por qué no te hacés una peluca de pelo corto para ir al colegio?”, dijo uno de ellos, y esa misma tarde, asegura Lito, fue con su madre a una peluquería del barrio para poner manos a la obra.
¿Funciono?
–¡Por supuesto! Al menos durante medio año, el tiempo que duré yendo a la escuela. El primer día que fui con la peluca, el preceptor incluso me felicitó. Me dio la mano y me dijo que me había hecho hombre. Después, claro, la cosa se fue poniendo menos solemne, y mis compañeros me sacaban la peluca en el recreo. Tengo un recuerdo del preceptor diciendo: “Por favor, devuélvanle la peluca a Vitale que tiene que entrar a clase”.
Muchos años después de aquella anécdota, cualquier desprevenido preceptor de los prejuicios del rock podría bromear pidiendo que alguien le devuelva a Vitale la peluca, pero de pelo largo, para presentar Escúchame entre el ruido, el flamante álbum doble que –a beneficio del Hospital Garrahan– forma parte de las celebraciones oficiales de los 40 años del rock argentino. “Como por lo general la gente me tiene más presente por mis apariciones televisivas, se suelen sorprender de que yo pueda producir un disco tan importante de rock”, acepta Lito, que es rockero aunque no lo parezca. “Por eso me encantó mostrar ese pasado que tengo, que me llevó a elegir personalmente casi todos los temas y los intérpretes del disco, algo que hice con total y absoluta libertad”, apunta orgulloso este pianista, compositor y productor que asegura no haber dejado nunca de escuchar rock nacional desde que fue a su primer recital, uno de Aquelarre, que recuerda haber visto junto a sus padres, Donvi y Esther, y su hermana Liliana. “Tenía 9 años, así que solo no podía ir”, explica Lito, que para mantenerse al día con el rock nacional aclara que ahora tiene el invaluable aporte de sus dos hijos mayores, Emma y Luciano. Y así todo sigue quedando en familia.
Aunque todos los recuerdos apuntan a que fue un rockero desde su más tierna edad, Lito aclara que eso de la rebeldía juvenil propia del género no tiene nada que ver con él. Pero más que nada porque, al menos musicalmente hablando, el rock que le gustaba era el mismo que se escuchaba en su casa de Villa Adelina. “Cuando mi hermana Liliana y yo nos metimos con la música, los intereses de mis viejos se reencauzaron en esa dirección”, explica Vitale, hijo de una familia mítica y pionera de la autogestión, con un padre al que recuerda vinculado con el teatro y una madre antropóloga.
A los trece años, Vitale ya estaba armando una primera versión de MIA (Músicos Independientes Argentinos) junto a Liliana y Alberto Muñoz, y al año siguiente, en 1975, se había armado el grupo, uno de las primeras experiencias independientes del rock argentino. “Ahí fue que empezamos a conocer a otros músicos, que en principio eran alumnos de mi viejo, y nos juntábamos a hacer música en Villa Adelina”, recuerda Lito, y reconoce que las particulares características del clan Vitale siempre los alejaron de la escena del rock nacional. “Mirá, fui educado en una casa donde siempre se respetaron las libertades del otro. Pero todas las libertades: sexuales, políticas, religiosas y de vida. Eso sí: cada elección tenía que ser seria, había que tomar una posición”, intenta explicar Lito. Y sonríe antes de resumirlo todo en una sola frase: “No tomar drogas y laburar con mis viejos es algo que siempre me separó del ambiente más pesado del rock”. Si en su momento, por su estricta postura de vida en comunidad, los Arco Iris fueron llamados “las amas de casa del rock”, no es difícil imaginar el lugar que ocupó el clan MIA dentro de la escena rocker del momento. “Me acuerdo de que una tarde, en la cancha de Excursionistas, se armó un partido en que un seleccionado del rock jugó contra MIA. Nos querían hacer ochenta goles, pero fue un empate 5-5”, cuenta Lito con una sonrisa. Y hace una pausa antes de agregar, triunfal: “Luis Alberto Spinetta jugó para nosotros”.
Pero el dogmatismo es un camino de ida y vuelta, y Lito ha confesado que la principal razón por la que uno de los grandes ausentes en Escúchame entre el ruido es Charly García, es porque nunca tuvieron una relación muy cercana. Y eso es porque, dentro del clan Vitale, García supo en algún momento encarnar todo lo contrario a sus ideales dentro del mundo de la música. “Más allá del respeto y admiración que siempre le tuvimos como músico, Charly fue el primero que tuvo ideas de marketing para seducir tanto a la prensa como al público a partir de ciertas actitudes. Después de tantos años, uno le perdona cualquier cosa, pero me quedo con su parte de músico antes que con la de arengador”, explica, al tiempo que confiesa que la lista de temas de Charly inicialmente consideradas para el álbum doble no se agota en los dos temas grabados (“Dime quién me lo robó”, de Sui Generis, y “Noche de perros”, que compuso junto a David Lebon para Seru Giran) sino que incluyó canciones como “Viernes 3 AM”, “Los Dinosaurios”, “Ojos de videotape” o “Adela en el carrusel”. Por eso insiste: “Uno con Charly siempre se queda con el personaje, pero el nivel letrístico y musical de sus temas es impresionante”.
“El motor que hizo posible este disco es el respeto que siempre tuve por todos los artistas del rock”, señala Lito que, a pesar de haberse alejado del rock –primero en los ‘80, con su trío folklórico junto a Lucho González y Bernardo Baraj, y luego con su Cuarteto–, se considera mucho más cercano al rock que al tango o al folklore. “Siempre el rock fue mucho más libre y abierto que el tango y el folklore, que tardaron mucho más en abrir la cabeza.” El rockero Lito es el que volvió a tender puentes con el género a partir de Ese amigo del alma, el micro en Canal 13 que tuvo durante casi una década, y lo convirtió en el Jools Holland de la televisión argentina. “Cuando arranqué, ni sabía que existía ese referente”, confiesa Vitale, aunque sabe que la mención del presentador del exquisito programa de la televisión inglesa es exagerada, casi un reconocimiento a su generosidad de anfitrión en un medio que localmente parece caprichosamente impermeable a la música. “Cuando empecé a invitar músicos, siempre elegía de su repertorio. La única condición era que yo tenía que elegir el tema que se iba a tocar.” Algo parecido sucede en Escúchame entre el ruido, donde los únicos temas que no pudo elegir Lito fueron el de Los Piojos, que le cedieron su versión en vivo e inédita de “El viejo” de Pappo, y el del Indio Solari, que lo grabó a su manera y en su estudio.
¿No parece que aceptó sólo para darse el gusto de hacer su versión de ese tema de Calamaro?
–Concretamente, cuando le pregunté si quería participar, me respondió que sí, pero que iba a grabar “El salmón”.
Además de ser la gran figurita difícil del disco –difícilmente algún otro productor lo hubiese conseguido–, la relación de Lito con el Indio es fruto de otra rareza en su carrera, como lo es su vínculo histórico con los Redondos. Casi una ironía: mientras el ambiente más pesado del rock de los ‘80 lo miraba como un sapo de otro pozo, los más raros de la época lo terminaron aceptando dentro de su cofradía. “Si es por los excesos, te cuento que lo más descontrolado que les vi hacer a los Redondos fue comer un sandwich de queso rallado acompañado por un vaso de fernet”, bromea Vitale. “El vínculo vino por el lado de mi viejo, cuando cayeron por amigos en común en el estudio que teníamos en Villa Adelina para grabar su primer disco. Fui el técnico de grabación de ese precario estudio, con mi precaria sabiduría. Pero cuando les faltaba un pianito para un tema como ‘Ñam fri frufi fali fru’, yo me ofrecí a hacerlo. Y a partir de ahí no sólo toqué en el resto de los temas del disco, ¡sino que también lo hice en los discos siguientes, hasta Luzbelito!” Como nunca hablaron de plata sino de música, se atrevió a invitar a Solari a participar de este disco. “No permitió que usemos su imagen para promoción, pero fue lo suficientemente generoso para dejarnos usar ‘El salmón’ como simple de difusión.”
Según cuenta Lito, el encargo inicial fue el de un homenaje al rock argentino con una orquesta. Uno de sus primeros logros, por lo tanto, fue el de dejar la orquesta sólo para ciertos casos puntuales, y no tomarla como algo obligatorio. “Es que a veces queda lindo, pero por lo general es algo excesivo el rock con orquesta”, apunta. Después, confiesa que la idea original era la de versionar cuarenta temas, diez por década. Pero al final fueron sólo dos discos, por lo que el patrón para el recorte fue dejar de lado al heavy metal, y a una vertiente del rock que Lito llama “de entretenimiento” (y en la que incluye a grupos como Los Pericos, Los Fabulosos Cadillacs o Los Auténticos Decadentes). “Algún criterio había que tomar, y me parece que nadie se puede ofender. No es lo mismo ir al cine a ver una de Herzog que una de James Bond. Podés disfrutar de las dos cosas, pero sabés que son distintas”, exagera Lito, esgrimiendo un criterio que en los ‘80 hubiese dejado afuera a grupos como Virus, Los Abuelos de la Nada o Soda Stereo, bien representados en Escúchame entre el ruido. “Lo que quise es privilegiar los temas por su gran poesía o ese ‘bajar línea’ del rock nacional. Por su valor poético y musical, antes que otra cosa”, insiste Lito, cuyo criterio es en gran medida el mismo que suele considerar el oyente histórico del género. “Si llegamos a un tercer volumen, ahí va a estar todo lo que falta en éste.”
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