PARA RODAR NACIDO Y CRIADO, PABLO TRAPERO SE UBICó EN RíO TURBIO Y ESTUVO
Para rodar Nacido y criado, Pablo Trapero se ubicó en Río Turbio y estuvo persiguiendo la nieve en pleno agosto, cuando ya se derretía. Es su cuarta película y con Santiago, el protagonista, inventa otro gran personaje solitario, como El Rulo de Mundo Grúa o El Zapa de El Bonaerense. Después de diez años en el Nuevo Cine Argentino, confiesa que su sueño es hacer una película abstracta. Pero por ahora no puede dejar de narrar la tragedia cotidiana.
› Por Martín Pérez
A la gente del sur, asegura Pablo Trapero, les gusta presentarse así: “Nacido y criado”. Y de ahí sale el nombre de su nueva película, la cuarta de su filmografía. “Se autodenominan así, pero lo curioso es que casi nadie es realmente nacido y criado allá”, explica Trapero. “Así que me gustó el concepto, tanto por su sonoridad como por lo bizarro. Porque todos somos nacidos y criados en algún lado, pero los protagonistas de esta película nacieron en un lado y se criaron en otro. Y en ella se trata un poco de eso, de dónde es que uno elige quedarse. Del lugar donde criarse no como niñez, sino donde madurar.”
Criado en San Justo pero madurado junto a eso llamado Nuevo Cine Argentino, diez años atrás Trapero empezaba a trabajar en una película llamada Mundo grúa, cuyo estreno ayudó a terminar de dar forma a una generación de cineastas –entre los que se puede nombrar a Adrián Caetano y Bruno Stagnaro con Pizza, Birra, Faso y Lucrecia Martel con La Ciénaga– que llamaron la atención no sólo en los festivales internacionales de cine, sino que también tuvieron una sorprendente respuesta de público llegado el momento de su estreno comercial. “Cuando yo estudiaba cine, las películas eran carísimas y casi imposibles de hacer”, recuerda Trapero. “Siempre necesitabas actores famosos y presupuestos enormes, y tenías que hacer una veintena de películas como Asistente de Dirección antes de hacer tu primera película. Pero en los ‘90 hubo muchos tipos que empezamos a verlo todo de una forma diferente y a desoír muchas cosas. Además teníamos bien en claro que el cine que veíamos no nos representaba. Y sentíamos que había muchas cosas para decir.”
Con la convicción de que, si tenía que esperar a tener cincuenta años para hacer su primera película mejor se dedicaba al negocio de su papá y se olvidaba del cine, en enero de 1997 comenzó a trabajar en su primer largometraje. Casi una década y tres largos más tarde, Nacido y criado tal vez sea su película más personal y al mismo tiempo la más alejada de su cotidianidad. Porque después de filmar su entorno en Mundo grúa, su barrio en El bonaerense y los lugares donde viajó durante su infancia en Familia rodante, la nueva película de Trapero se filmó casi íntegramente en Río Turbio. “Cuando conocí esos lugares del sur, no podía entender cómo es que alguien elige un lugar así para vivir. Porque lo podés elegir por el paisaje, o por el trabajo, pero si no sos cazador ni minero ni gendarme... ¿Qué vas a hacer ahí? ¿Por qué elegir un lugar así?”
¿Y por qué el protagonista de tu película elige el sur, entonces?
–Porque el tipo estaba viviendo un infierno y se va al hielo. Así de simple.
Nacido y criado cuenta la historia de Santiago, un hombre que cambia de vida luego de un terrible accidente. “Es una película sobre la identidad, sobre la desaparición”, cuenta Trapero. “Y, a pesar de los paisajes, es una película sobre el interior de un personaje y no sobre el personaje con su entorno. Las imágenes del paisaje, los decorados y la forma en que la cámara se mueve y lo que muestra es cómo se materializa el ánimo de Santiago, donde uno puede ver todo lo que él no dice.” Con un prólogo donde se muestra la vida de Santiago hasta el accidente, lo que cuenta Nacido y criado es su torturada cotidianidad con Robert y el Cacique, sus compinches en eso de vivir en el sur, que nada saben de su tragedia reciente. “La primera idea para esta película hay que buscarla mucho tiempo atrás, cuando rastreaba locaciones para Mundo grúa. Empecé a descubrir lugares que no podía creer, como el aeropuerto casi de juguete donde trabajan Santiago, Robert y el Cacique. Lugares que decís: ¿quién viene acá? ¡Era el lejano oeste! Y de hecho la película tiene algo de western.”
“Voy a contar la verdad: yo soy el que tiene miedo. Todo esto arranca cuando nació mi hijo Mateo y yo me despertaba por la noche para ir a ver si respiraba.¿Qué pasa si no respira más?, me preguntaba, y de ahí surge esta película.”
Alguna vez, en un viejo reportaje, Trapero confesó que El Rulo, protagonista de Mundo grúa, era él. Hace poco le mencionaron aquella entrevista y asegura que no recordaba haber dicho eso. Pero acepta que en aquel momento se debió haber sentido así. “El Rulo era un chabón que tenía cincuenta y pico de años y tenía que inventar su vida. Aunque yo por entonces tenía veintipico, estaba en la misma. Pensaba... ¿qué hago? ¿dónde voy?” Como suele suceder en todas sus películas a partir de entonces, en las que Trapero parece buscar siempre una forma de encontrarse a sí mismo dentro de sus historias y sus personajes, Nacido y criado también parte de una identificación similar, aunque su director intente en un principio desmarcarse de semejante posibilidad. “Santiago tiene miedo...”, arranca diciendo cuando se le pregunta si el auténtico punto de partida del film es el miedo a perder lo que se tiene. Pero inmediatamente se corrige: “En realidad, yo soy el que tiene miedo. Te voy a contar la verdad: todo esto arranca cuando nació mi hijo Mateo y yo me despertaba por la noche para ir a ver si respiraba. ¿Qué pasa si no respira más?, me preguntaba, y de ahí surge toda esta película. Me angustiaba mucho la situación, y se la confesé al médico. Me estoy volviendo loco, le dije. Y él me explicó que era bastante normal que a los padres les agarren esos ataques. Porque es tan milagroso el hecho de un hijo, que uno se pregunta por qué va a seguir respirando cuando es más fácil que deje de hacerlo”.
Aunque asegura que ninguna de sus películas es autobiográfica, Trapero concede que en cada una de ellas necesitó encontrar algo personal para contar. “Pero esta vez soy casi literal. Acá estoy hablando sobre el miedo a perder una familia, y es algo que sólo puedo hacer ahora, porque tengo una. Antes no la tenía.” Pese a esa cercanía e identificación –fortalecida por el hecho de que es nada menos que Martina, la mujer de Trapero, la que interpreta a Mili, la mujer de Santiago–, Nacido y criado tiene también algo de abstracto. Después de todo, ninguna de estas elucubraciones se hacen evidentes en la pantalla, ya que la película cuenta otra historia. O parece hacerlo. “Confieso que me encantaría alguna vez hacer una película completamente abstracta. Porque me encanta el cine de la imagen, me gusta Herzog, me gusta Fellini, los tipos que cuentan con la imagen algo diferente de lo que dicen los diálogos. Ese es mi ejercicio con cada película, ir detrás de la abstracción.”
Según dicen los que mejor lo conocen, Trapero es feliz cuando está filmando. Por eso se entiende que recuerde la experiencia de Familia rodante, su anterior película, como traumática. Porque se trató de algo así como una superproducción independiente, con un equipo de 80 personas, y –según intenta explicar– hacer cada toma era una especie de suplicio burocrático. Por eso es que parece haberse preocupado de que Nacido y criado fuese casi exactamente lo opuesto. “Filmamos con un equipo muy reducido, y el guión lo fui escribiendo mientras buscaba las locaciones”, explica Pablo, que durante el rodaje tuvo que perseguir la nieve dondequiera que la hubiese. “Es que filmamos en agosto, y a veces la nieve duraba sólo unas horas. Por eso necesitábamos un equipo chico, para poder reaccionar rápido, e incluso cambiar los planes si hacía falta.”
Con música de Palo Pandolfo, Trapero asegura que Nacido y criado es la película con la que está más satisfecho después de haberla terminado. “Me parece que es una película en la que me encuentro más fácil en el lugar del espectador”, intenta explicar. “Porque confieso que para entender por qué a la gente le había gustado tanto Mundo grúa tuve que dejar pasar unos años. Sabía cuando la hacía que tenía algo interesante y que merecía ser hecha. Pero, en mis tiempos, películas como ésas duraban un tiempo en salas como la Lugones, y después circulaban en video de mano en mano.” No quiere decir con eso Trapero que, en estos tiempos, la gente corra a ver una película como Nacido y criado. Pero sabe que, como con Mundo grúa, hay algo interesante en ella y merecía ser hecha. “Lo importante es que las películas quedan”, razona. “Yo me formé como espectador viendo películas que no sabía si habían sido un éxito en el momento de su estreno o si habían pasado sin pena ni gloria. Llegaron a mis manos a pesar de eso. Por eso yo confío en el poder de testimonio que tienen las películas. Son eso que queda para los que vienen después.”
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