MáS CINE > TOD BROWNING & LON CHANEY: EL LADO OSCURO
Un ciclo sobre Tod Browning, el director que les devolvió su humanidad a los freaks.
› Por Mariano Kairuz
Había una vez un circo. Corría 1898 y Charles Albert Browning, un muchacho de Kentucky que en ese momento tenía unos dieciséis años y una fascinación incurable por los espectáculos de las ferias trashumantes, abandonó el hogar familiar y se fue atrás de las mujeres barbudas, los enanos, los forzudos y los hombres-bala. Inició una vida en el camino y fue entonces payaso, jinete y director de un teatro de variedades. Eventualmente se pondría tras las cámaras para llevar adelante unos cuantos quickies, cortos de dos actos, melodramas y westerns, y hasta actuaría para el pionero de pioneros D. W. Griffith (director de El nacimiento de una nación) en Intolerancia (1916). Pero sería el circo, la exhibición de aberraciones de la vida real, lo que seguiría obsesionándolo toda su vida. Browning veía en esas colecciones de bizarrías que eran los tullidos, los fenómenos, los deformes, en todos esos personajes que el cine, el teatro y la literatura pretendían reservar para el terror y la ciencia ficción, más humanidad que la que animaba al resto del mundo del espectáculo. Durante años filmó historias de crimen, amor y locura con personajes mutilados y otros habitués del universo circense, como El hombre sin brazos (1925), que se enamora perdida pero no del todo inoportunamente de una chica que no tolera las manos de los varones; el enano estafador que se hace pasar por un bebé en El trío infernal (1925); o “Piernas muertas” Phroso, el mago —interpretado por Lon Chaney, con quien mantuvo una fructífera sociedad artística— que busca vengarse del hombre que lo dejó paralítico en pleno enfrentamiento pasional, en Más allá de Zanzíbar. Pero su obra cumbre, la expresión extrema de esta idea que lo había seguido desde su adolescencia, fue, por supuesto, Freaks (1932), en la que se atrevió a retratar a todas esas personas físicamente incompletas o reducidas como, justamente, personas completas. Si la Metro le permitió realizar semejante desfile de monstruos fue debido al éxito descomunal de su Drácula (1931) con Bela Lugosi, pero la película de los mutilados fue básicamente mutilada y enterrada por su productora, y así permanecería hasta su rescate en 1962. Es decir, hasta el año en que la proyectó el Festival de Venecia y en que murió su director, siempre convencido de que, como cantan sus protagonistas en esa secuencia imposible de conjurar de Freaks, cada uno de ellos, los habitantes del circo, es uno de nosotros, y viceversa.
Compuesto de 15 películas rescatadas en copias en fílmico entre las obras del director, las del actor, y cuatro en conjunto, el ciclo Tod Browning & Lon Chaney: el lado oscuro se verá en el Malba (Av. Figueroa Alcorta 3415) entre el jueves 23 de noviembre y el 3 de diciembre.
Para más información: www.malba.com.ar
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