MúSICA > EL TANGO SEGúN DEMA Y SU ORQUESTA PETITERA
Todo empezó como un chiste de Sebastián De Mattei, trompetista que tocaba en bandas de rock: en sus ratos libres escribía melodías y letras tangueras con temas actuales, desde buscar novia por Internet hasta paliar la angustia con Lexotanil. Pero cuando encontró a dos guitarristas entusiastas, se convirtió en cantor y formó Dema y su Orquesta Petitera, el trío tanguero más curioso de Buenos Aires, que con una mezcla de música tradicional, citas rockeras y neolunfardo se muestra como la contracara más desenfadada del tango para turistas.
Cualquiera se podría preguntar si el cantor y los guitarristas que se presentan como Dema y su Orquesta Petitera no son, en realidad, personajes montados a la medida de un recital de tango acorde con los tiempos que corren. Algo así como la contracara despeinada y callejera del arquetipo del tanguero almidonado, que no sólo pulula en los shows for export del género. Con un tono entre compadrito y bohemio, pero curtido en el siglo XXI, Dema le suelta sin vueltas a una chica presente en su despedida de año en el Bar Tuñón: “Qué feo ringtone... Después te paso el AO46”. Y provoca una carcajada general cuando, escandalizado, comenta que, en un ensayo, El Tío –uno de sus fieles laderos, junto a El Maestro– confundió “El bombón asesino” con un tema de los Redondos.
Después de levantar un vaso de fernet en honor a “James Brown, un grande que se fue hace poco”, de citar a Pescado Rabioso, Sumo, The Doors y Lou Reed, se explaya en una de las introducciones con las que da comienzo a cada pieza: “¿Se acuerdan de cuando el rubro 59 era algo que se leía? No como ahora, que están las fotos de las chicas en Internet. Uno viajaba en colectivo para encontrarse con una colegiala rubia. Y cuando llegaba no le importaba si era como vos, sin barba”, le dice a uno del público. Entonces arremete con “Rubro 59”, uno de esos momentos de la noche en los que la nostalgia parece algo más cercano y familiar que un recuerdo prestado.
Algunos días más tarde, Sebastián De Mattei camina por un pasaje de Boedo en el que los yuyos crecen entre los adoquines. El barrio se pone mejor a la tardecita, advierte, cuando los vecinos salen con sus sillas a la vereda. Aunque vive por Congreso, eligió la terraza de un amigo para la entrevista con Radar. Sebastián se comporta y habla con el mismo desparpajo que Dema, o sea: como un atorrante que busca la complicidad de su interlocutor con una seguidilla de ocurrencias y chistes improvisados en una especie de neolunfardo. Si hasta repite el gesto con el que acompaña algunos versos, cortando el aire con el canto de la mano.
“Yo soy así, medio viejardo”, se defiende, aunque confiesa “33 pirulos”. Como sea, nadie que lo viera sin saber de quién se trata podría adivinar que es un cantante de tango. Su fascinación por el género se remonta al final de la adolescencia: “A los 17 o 18 flasheé con Goyeneche. La verdad, no tengo conciencia de cómo fue, pero cuando me di cuenta, ya tenía el tango metido adentro. La pelea la ganaba el rock de acá a Luján, pero me volvía loco la manera en que el Polaco, más que cantar, relataba historias. El fue la causa principal por la que me metí de lleno en esto. Así llegué a la poesía del tango, que es alucinante: Homero Manzi, Expósito, Cadícamo... ¡son todos muy grossos! Pero no lo podía compartir con mucha gente, decirles: ‘Mirá que tangazo, papá’”.
Antes de contar con una “orquesta” propia, Dema tocaba la trompeta en bandas de rock como Los Vinitos de Vincent, La Secta del Musiquero Loco y Pezones Cardozo. Y armaba su propio Olimpo con trompetistas como Miles Davis, Dave Douglas y Chet Baker. El lo explica así: “Vengo más del palo rockero que del tanguero: conozco más de Led Zeppelin que de la orquesta de Pugliese, ¿entendés? Con los Vinitos ensayábamos en Mataderos, en una sala que había a la vuelta de Ciudad Oculta. Y mientras tanto, por mi cuenta, grababa en un grabadorcito las letras y las melodías tangueras que se me ocurrían. Hasta que en un día se las mostré a El Maestro, que también ensayaba ahí con su grupo, y se empezó a copar”, recuerda. El Maestro es Marcelo Virgilio, que junto a Alfredo Seoane (a) El Tío completan el dúo de guitarras.
Al principio, allá por 2002, aparecían después del recital de alguna banda y compartían la fecha de oficio. “Salíamos a tocar unos tanguitos para los quince o veinte borrachos que quedaban a las cuatro de la mañana. Así empezamos, jodiendo. Ahora la bola se agrandó un poco más, nos sorprende lo que nos pasa. Yo pensaba que era una de las tantas boludeces que se me podían ocurrir. Como salió esto, la podía haber pegado con los Vinitos o con el guión que escribí para una película. Pero, bueno, todo es una gran casualidad: eso, si querés, remarcalo.”
De los cantantes actuales, Dema se queda con Rubén Juárez, al que define como “La Aplanadora del Tango”. Y reconoce que fue Daniel Melingo el que “abrió las puertas para que la gente del palo empiece a escuchar tango”. En cuanto al estilo petitero, sintetiza: “Quizá sin darnos cuenta, pero también por nuestra propia ignorancia, lo que hacemos con la Orquesta es buscar una música lo más tradicional posible. Y tratamos que las letras sean actuales, que hablen de cosas que pasan ahora y no del farolito”. En Volumen 1, su primer disco, “Así está todo” resume un poco su visión del cambalache contemporáneo: “Así está todo/ en el 2000/ Qué gran invento el lexotanil/ Fitito, Falcon o Chevrolet/ 4x4 para mí es 16/ Así está todo/ ¿cómo la ves?/ Con la cultura de la TV/ Buscando novia por Internet/ gasto más plata que en cualquier cabaret”.
A esta altura, calcula, debe haber escrito una treintena de letras que ya cuentan con sus respectivos arreglos. Varias de ellas irán a parar al segundo trabajo del trío, que tiene planeado comenzar a grabar en los próximos meses. “Los primeros tangos que escribí eran para cagarme de risa. Ahora no sé si estoy menos divertido, pero me preocupo más por decir algo. Aunque siempre tratamos de mostrar las cosas jodidas de la mejor manera posible”, dice. Dema quiere dejar en claro que, por más pantalón y saco que usen, no hay disfraces a la hora de salir a tocar. “Los tres somos así, como nos ven. Lo que conté el otro día, que El Tío creía que ‘El bombón asesino’ era de los Redondos, ¡era cierto!”, exclama. Está bien, pero en algún momento deben descansar de sus propias criaturas arrabaleras. ¿O no? “¡Es que no hay ningún personaje! Esa es la historia. Lo que ves arriba del escenario es lo mismo que ves un sábado a la noche en un asado. Es muy loco, pero desde chiquito era Dema. Salvo mi vieja, los demás siempre me llamaron así. Soy Dema, Sebastián no existe. Tengo que hablarlo con el psicólogo: ¿estaré viviendo un personaje?”
La Petitera toca este miércoles, día de los enamorados, en el Torquato Tasso, Defensa 1575, a las 22. Entrada: 15 pesos.
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