NOTA DE TAPA
La construcción de la ciudad de Dubai es, probablemente, el proyecto arquitectónico más ambicioso, colosal y megalómano desde las pirámides. Costará miles de millones de dólares, tendrá un conjunto de islas artificiales con forma de planisferio y barrios con forma de palmeras que se verán desde la luna, hoteles submarinos de ocho estrellas, montañas giratorias, nieve en el desierto, edificios con forma de piezas de ajedrez, y está siendo construido contra reloj por miles de obreros en condiciones miserables. Pero entre aquellas pirámides de los faraones y esta ciudad del sheik Al Maktoun hubo otras ciudades planeadas hasta su último detalle por arquitectos, visionarios y líderes nacionales. Estas son las más extrañas y representativas.
› Por Mariana Enriquez
El mundo quizá no haya visto un proyecto de ciudad más ambicioso que el de Dubai. Una verdadera locura constructora, proyectos entre ridículos y surrealistas: ya la llaman “ciudad en ácido” o “la capital de los hongos”. La referencia lisérgica no es exagerada: Dubai parece un sueño megalómano hecho realidad —y quizá lo sea—. La política internacional dice, con su habitual sequedad, que Dubai pretende ser la capital moderna del mundo árabe —en un intento de dejar atrás la imagen de oscurantismo que le impone Occidente— y el centro financiero y tecnológico de Medio Oriente, en la ruta de tránsito del mayor capital mundial, en competencia con los puertos de Singapur y Hong Kong. Pero los proyectos vertiginosos van más allá; parecen los caprichos de un imaginativo niñito rico.
La costa de Dubai alberga construcciones que costarán, cuando finalicen, 100 mil millones de dólares, una cifra inasible e inimaginable. Incluyen The World (El Mundo), 300 islas artificiales ubicadas en forma de planisferio, hechas de arena (cada una cuesta 30 millones, y eso sin contar lo que costará hacerlas habitables). Se verá, afirman, desde el espacio. También serán visibles desde la luna las tres Palmeras, penínsulas artificiales con complejos hoteleros en las que trabajan siete millones de personas que deben ser transportadas cada mañana por barco para no provocar embotellamientos en un tránsito ya imposible (un trayecto de diez minutos en circunstancias normales dura una hora en la locura de Dubai, porque todas las calles están ocupadas por grúas y ladrillos y concreto y arena y obreros).
Pero ésos son sólo los proyectos más famosos. El resto es igualmente alucinante. Habrá un hotel Giorgio Armani y un Palacio Versace; ya funciona el shopping más grande del mundo; el hotel submarino –ocho estrellas– tendrá un costo total de 500 millones cuando esté terminado; el edificio más alto del mundo, el Burj Dubai, de 800 metros de altura, costará 800 millones. Quizás el emprendimiento más fabuloso sea el resort de ski interno, ubicado al sur de la ciudad, con nieve real y su propio sol negro (recordemos que en Dubai las temperaturas de verano ascienden a 49 grados). Y ya se planea otro resort, más exclusivo y complejo, con su propia montaña nevada... giratoria.
Seguramente la Ciudad Ajedrez derrumbará varias mandíbulas. El costo sideral se ignora, pero según los planos serán 32 torres de 64 pisos, cada una en forma de una pieza de ajedrez: edificios reinas, peones, alfiles, torres, en blanco y negro. Serán carísimos los departamentos en el edificio Big Ben, con la forma del célebre reloj londinense, pero de sólo sesenta pisos. Por supuesto, habrá una Silicon Dubai para las compañías informáticas (costo: 1700 millones); también una suerte de Mundo Marino llamado Atlantis, que costará 600 millones e incluirá natación con delfines. Y al este, la Ciudad de las Flores, la ciudad de la Salud, una Zona Libre Humanitaria... y la ampliación del aeropuerto, ya gigantesco, que costará 4 mil millones de dólares. Está claro que en este delirio un solo aeropuerto no es suficiente: ya se está construyendo uno nuevo en la costa, que tendrá capacidad para un tránsito de 120 millones de pasajeros.
Y todo esto sin contar la Disneylandia árabe, llamada Dubailand, que empleará a 300.000 personas, tendrá el tamaño de Mónaco, costará 4500 millones de dólares y recibirá a 120 millones de visitantes.
El artífice de esta fiebre es el sheik Mohammed bin Rashid al Maktoun, que gobierna Emiratos desde enero de 2006. Su idea: una ciudad como organismo, con el mejor nivel de vida del mundo, la primera metrópolis ultramoderna árabe. Una metrópolis que, claro, tiene su lado oscuro. Además de albergar un quinto de las grúas existentes en el mundo, Dubai es el hogar temporal de 250.000 trabajadores, la mayoría oriundos de India y Pakistán. Se les paga 100 dólares por mes, viven en campamentos —cuatro personas por habitación— y lejos de la ciudad, en los galpones industriales de Quaz. Las denuncias acerca de las condiciones de trabajo son constantes: en 2006 murieron 39 trabajadores, sólo por caídas, y las leyes racistas de Dubai no proveen salud gratuita para quien no sea nativo. Ninguno de los constructores podrá comprar una parcela de tierra, también exclusiva para los nacionalizados, ni tendrá una ínfima tajada de este despliegue de dinero y poder.
Cuando se inauguró el 21 de abril de 1960, sus primeros pobladores deben haber sentido que se trataba de una ciudad de otro planeta –así de extraña, hermosa y desconcertante es la visión que plasmaron Lucio Costa (plano de la ciudad), Oscar Niemeyer (arquitecto encargado de los edificios principales) y Roberto Burle Marx (paisajista). Desde la constitución republicana de 1891 existía la idea de mover la capital Río de Janeiro al interior; así, para terminar con la disputa de poder entre la ciudad carioca y la pujante San Pablo, se ideó Brasilia, impulsada por el presidente Juscelino Kubitschek.
La base tiene forma de avión, que apunta al sudeste –aunque Lucio Costa siempre insistió en que se trataba en realidad de una mariposa–. Como sea, la Plaza de los Tres Poderes, donde está la sede de gobierno, equivale a la cabina de ese avión imaginario, mientras el fuselaje sería la amplia avenida Explanada de los Ministerios, donde se ubica todo el resto de la administración pública, con edificios idénticos de nueve pisos cada uno. La parte trasera del avión estaría constituida por los edificios de la administración local, entre ellos el Palacio Buriti, sede del Distrito Federal. Las alas son las supercuadras, áreas de 11 edificios de seis pisos cada uno, donde se mezclan viviendas y comercios.
Brasilia tiene demasiados edificios destacables y sorprendentes. Pero, por nombrar, se puede decir que el interior del Santuario de Don Bosco, con sus vidrios en diferentes tonos de azul y un candelabro con 7400 piezas de cristal de Murano, ofrece lo más parecido a flotar por un cielo del atardecer; y el templo de la Legión de la Buena Voluntad, una pirámide abierta las 24 horas con piso de concreto en espiral, debe ser uno de los lugares más psicodélicos del mundo.
Brasilia es la única ciudad construida en el siglo XX que la Unesco consideró Patrimonio de la Humanidad.
La capital de la provincia de Buenos Aires es un ejemplo del urbanismo y el ambientalismo del siglo XIX, fundada por el gobernador Dardo Rocha y diseñada por el arquitecto Pedro Benoit. La cuadrícula es estricta: las dos diagonales más importantes, 73 y 74, cruzan la ciudad de Norte a Sur y de Este a Oeste; la convergencia entre ambas se produce en la Plaza Moreno, donde se ubica la “piedra fundamental” de la ciudad (plantada el día de la fundación) y se enfrentan la Municipalidad y la Catedral, de estilo neogótico e involuntario ladrillo a la vista —falta completarla y las torres recién pudieron terminarse en 1999—. Cada seis calles se ubica una avenida, y en cada intersección de avenidas, uno de sus 23 parques y plazas, incluido el Paseo del Bosque.
La Plata, además de estar poblada de tilos y jacarandás (y de albergar la extrañísima República de los Niños, que habría inspirado a Walt Disney para la creación de Disneylandia), es objeto de varias teorías esotéricas. El motivo: tanto Dardo Rocha como Pedro Benoit eran masones, de las logias Constancia Nº 7 y Consuelo del Infortunio Nº 3 respectivamente. Eduardo Sebastianelli, uno de los estudiosos de la ciudad, dice: “El plano de La Plata esconde más cosas de las que se pueden observar a simple vista. En él, Benoit y sus allegados han situado todo su conocimiento de la geometría sagrada”.
Algunos observadores creen que las diagonales 79 y 80, alineadas con las 73 y 74, forman la escuadra que en masonería simboliza la moralidad, la lealtad y la honestidad. La diagonal 77 junto a la 78 arman el compás (la virtud), que cruzado con la espada conforma el símbolo masónico. Pero otros, como Sebastianelli, creen que esta figura sólo es producto de la imaginación o la casualidad: lo importante, dicen, es que el perímetro de la ciudad dividido por la extensión de cualquiera de sus diagonales da 3,1416, es decir el número pi, que siempre estaría presente en la arquitectura sagrada.
El artífice de la ciudad fue Tomas Bata, dueño de una fábrica de zapatos fundada en 1894 que abastecía al ejército austro-húngaro en la Primera Guerra Mundial. Tan extraordinario fue el éxito de la empresa que Bata se decidió a desarrollar una ciudad a su alrededor; entre 1923 y su muerte en 1932 fue intendente de Zlin y se dedicó al proyecto que originalmente iba a ser una de las “ciudades jardín” del inglés Ebenezer Howard (fundador del movimiento Garden City en 1892). Pero el plan urbano, adaptado a las necesidades de la compañía y la expansión demográfica de sus trabajadores, quedó en manos de Frantisek Lydia Gabura, estudiante del atelier de Le Corbusier en París. El tema central de esta ciudad ejemplo del constructivismo fue la derivación de todos los elementos arquitectónicos de los edificios fabriles: la posición central de la producción industrial en la vida de los habitantes debía ser resaltada y por eso se usaron ladrillos rojos, vidrio y concreto para la construcción de los edificios públicos y casi todos los privados. La idea era única: una ciudad-jardín e industrial al mismo tiempo. A Le Corbusier se le propuso diseñar los suburbios, pero su participación no pudo concretarse. En su momento, Zlin tuvo el cine más grande de Europa (2580 asientos) y sigue conservando el edificio más alto de República Checa, el rascacielos Bata (77,5 m), que hoy es sede del gobierno regional.
El hijo de Tomas Bata, también llamado Tomas, fue forzado a irse de Zlin por los nazis en 1939, y después de la guerra tuvo que abandonar el país definitivamente, cuando la compañía quedó nacionalizada. Finalmente se instaló en Canadá, donde fundó otra ciudad modelo llamada Batawa.
Fue construida en los años ’60 para reemplazar como capital a la ciudad de Karachi. El plan maestro lo diseñó la firma de arquitectos griegos Doxiadis Associates: tiene forma triangular, con una de las puntas direccionada hacia las impactantes colinas de Margala. Es la ciudad más verde de Asia, con un parque nacional que alberga a los leopardos de Margala, en extinción; está dividida en ocho sectores independientes (el diplomático, el educativo, el industrial, etc.), cada uno con su propio sector comercial y parque; la arquitectura refleja la tensión entre la modernidad y la tradición, según los diseñadores, propia del mundo musulmán. Y alberga la mezquita del rey Faisal, una de las más célebres y fabulosas del mundo.
Cuando en 1947 se realizó la partición de la India británica en India y Pakistán, el estado de Punjab necesitó una nueva capital para reemplazar a Lahore, que quedó del lado paquistaní. Entonces el primer presidente independiente de la India, Jawaharlal Nehru, decidió encarar la construcción de una nueva ciudad que demostrara el progreso y la grandeza del país como nación moderna. El primer diseño se le comisionó al arquitecto estadounidense Albert Mayer, que trabajaba con el polaco Matthew Nowicki. Cuando éste falleció, ingresó al proyecto Le Corbusier. Su plan aplicaba los principios de la ciudad modernista en términos de división de funciones urbanas, de diseño antropomórfico y con una clara red de calles y
sendas peatonales. Los edificios de la ciudad están caracterizados por la elección de “materiales honestos”, ladrillo rojo, concreto, con estructuras geométricas y superficies crudas e incompletas, entre parques y jardines. Chandigarh está dividida en sectores —del 1 al 47; el sector 13 no existe porque Le Corbusier era supersticioso— y cada uno es una unidad independiente con sus propios mercados, templos, centros comerciales y escuelas; además, todos están ubicados a una distancia menor de diez minutos, caminando. Hoy Chandigarh, una de las ciudades más desarrolladas de India —con un porcentaje de 97% de alfabetización—, conserva la mayor cantidad de edificios diseñados por Le Corbusier en el mundo.
Es la ciudad más joven del mundo, fundada en 1995, y funciona como el centro administrativo federal de Malasia; la intención fue tratar de descongestionar la superpoblada Kuala Lumpur, que de todos modos sigue siendo la capital nacional y legislativa. Queda en el medio del llamado Súper Corredor Multimedia malayo, una zona designada por el gobierno para introducir al país en la “era del conocimiento y la información”. La idea es atraer a compañías e inversionistas internacionales con bajos impuestos, ultraveloz acceso a Internet y cercanía al aeropuerto internacional; tiene aproximadamente unos 15 x 50 km2 y la otra ciudad fundamental del área es Cyberjaya, la Silicon Valley de Malasia. Putrajaya también es considerada una “ciberciudad” inteligente, y la primera ciudad-jardín informatizada del mundo.
Su edificio más impresionante es la mezquita flotante de Putra, una de las mayores del mundo que tiene sector VIP, está construida en granito color rosado y puede albergar hasta 15.000 personas. Un 40 por ciento de su territorio consiste en espacios verdes, con un lago artificial 13 jardines y tecnología “ecointeligente”, desde la irrigación hasta el seguimiento de la vida vegetal de la ciudad. Uno de sus puentes principales, el Putra, tiene 280 km de largo y dentro de sus pilares se ubican restaurantes. Su sofisticada red de información basada en la más reciente tecnología tiene como objetivo comunicaciones interdepartamentales e interacciones con los habitantes conducidas exclusivamente vía canales electrónicos y multimedia. Además, es la ciudad más accesible de Malasia vía autopistas, rutas y trenes. El costo total de la construcción fue de 8100 millones de dólares.
En 1976, las autoridades de Nigeria decidieron mudar Lagos, la capital, hacia un lugar ubicado en el Territorio Federal, neutral; fue un intento de reducir cualquier desequilibrio regional en un país formado por varios territorios tribales. Pero el proceso fue largo. Abuja comenzó a construirse en los años ’80, pero sólo se convirtió oficialmente en la capital del país en 1991, debido a los interminables disturbios políticos de Nigeria. El plan fue desarrollado por IPA (International Planning Associates), un consorcio integrado por tres firmas estadounidenses: PRC Corporation; Wallas, McHarg, Roberts y Todd; y Archisystems. Más tarde, fue refinado por el arquitecto japonés Kenzo Tange.
Abuja está dividida en cuatro distritos: Central (zona de negocios y los tres poderes de gobierno), Garki (hoteles y bancos), Wure (el mercado) y Maitana (el barrio de la clase alta y las embajadas). La forma de medialuna de la ciudad está relacionada con la topografía —se ubica al pie de Aso Rock, un monolito de 400 metros, tallado durante siglos por la erosión del agua— y con la fe musulmana, cuyos líderes aprobaron el proyecto antes de que fuera ejecutado.
La capital de Costa de Marfil cambió de lugar cuatro veces en un siglo: Grand Bassan en 1893, Binjarville en 1900, Abdijan en 1933 y finalmente la ciudad diseñada Yamoussoukro en 1983. Era el pueblo natal y por ende el lugar en el mundo favorito del presidente Félix Houphouët-Boigny, que gobernó el país desde 1960 hasta su muerte, en 1993. Comenzó a construirla en 1964: allí erigió su costosísimo palacio presidencial y espectaculares escuelas y fundaciones con su nombre. El aeropuerto de la ciudad es uno de los dos de Africa que están preparados para recibir al Concord. Pero la perla de la ciudad del presidente –diseñada por varios arquitectos en diferentes etapas– es la basílica de Nuestra Señora de la Paz, el templo católico más grande del mundo, consagrado en 1990 al papa Juan Pablo II, que costó 300 millones de dólares.
Aunque formalmente es la capital, la mayor parte de la administración y embajadas extranjeras de Costa de Marfil permanecieron en la vital Abdiján.
A principios de siglo, Sydney y Melbourne se disputaban el podio por ser capital de Australia. La decisión entonces fue salomónica: crear Canberra, ubicada a 300 y 650 kilómetros de las ciudades rivales respectivamente, y lejos del mar. La construcción comenzó en 1913, después de un largo concurso internacional. El ganador resultó ser Walter Burley Griffin, un arquitecto de Chicago muy influenciado por el movimiento inglés de las ciudades-jardín.
La ciudad incorpora elementos significativos de vegetación natural y allí se hace el encuentro de floricultura más importante del país. El centro de Canberra tiene dos ejes perpendiculares: el “eje de agua”, que se extiende junto al lago (artificial) Burley Griffin, y el eje de “tierra ceremonial”, que va desde el Parlamento hasta el monumento a los caídos, ubicado al pie del monte Ainslie. El área llamada del “triángulo parlamentario” está formada por los tres ejes restantes. Los suburbios de la ciudad deben extenderse en forma de “Y”; para controlar el desarrollo, el gobierno mantiene un rígido sistema de arrendamiento de tierras.
Las áreas urbanas están organizadas en una jerarquía de distritos: son siete, cada uno dividido en suburbios más pequeños, cada uno con su centro cívico, foco de actividades comerciales y sociales. Los calles de Canberra son temáticas por áreas: en Page, por ejemplo, llevan exclusivamente nombres de biólogos y naturalistas.
(Versión para móviles / versión de escritorio)
© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina
Versión para móviles / versión de escritorio | RSS
Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados
Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux