CINE > UNA GUíA PARA EL FESTIVAL DE MAR DEL PLATA
Consolidando un proceso de renovación inaugurado dos ediciones atrás, basado en apuestas cada vez más originales, desde el próximo jueves 8 y hasta el domingo 18 de marzo, el XXII Festival de Cine de Mar del Plata presentará títulos que la distribución comercial suele pasar por alto. A continuación, Radar ofrece un seleccionado de imperdibles: desde los más estremecedores documentales personales y políticos del primer y el tercer mundo hasta el valiente relato del hijo de una detenida-desaparecida, pasando por lo más salvaje del cine de animación europeo y lo más raro del nuevo cine experimental.
El relato del cura que, con furia vengativa, sale en busca de los responsables de la muerte de su hermana, una actriz porno, es uno de esos casos en que forma y contenido chocan violentamente: narrada casi enteramente en dibujos animados nada sofisticados y desbordantes de sangre, Princesa lleva adelante un planteo que, en principio, podría sonar moralista. Su realizador, el danés Anders Morgenthaler, condena en su primer largometraje a la industria del cine XXX, a la que retrata como un negocio corrupto y mafioso. “Para disfrutar de una película pornográfica uno debe ser idiota, o al menos abstraer el hecho de que esa gente en la pantalla son personas reales”, dijo en las notas de presentación de su película en Cannes, el año pasado. Morgenthaler se inspira en el fotógrafo japonés Araki (a quien ya dedicó un cortometraje, que se exhibirá junto con Princesa) y su libro sobre prostitutas niponas mostradas sin glamour, pero también parece haber tomado apuntes de varias películas (El perfecto asesino, Taxi Driver) que retratan la relación entre un hombre adulto y una niña: el cura arrastra a su pequeña sobrina —la hija de su hermana muerta— en su sanguinaria vendetta. “Princesa no es para niños”, aclara como si hiciera falta Morgenthaler; “No es amable sino que es dura y muy deprimente, y ya estoy bastante orgulloso de ella”.
La película fue una de las revelaciones de la Quincena de Realizadores en Cannes el año pasado; una versión muy libre de un par de episodios de El Quijote de Cervantes que es una quijotada a su manera; es decir, como “adaptación”. Su título es Honor de cavallería (sic), y la anima un espíritu contemplativo y casi desprovisto de palabras: lejos de atarse a las restricciones que le impondría el texto original, crea una experiencia enteramente nueva y propia —y con sus propios tiempos— a partir del libro más importante y seguramente uno de los más “infilmables” de la lengua castellana.
Como todos los años, además de una serie más o menos esperable de hallazgos, esta edición del festival convocó a varios directores consagrados dentro del circuito festivalero, e incluso otros con una considerable trayectoria comercial, como es el caso del holandés Paul Verhoeven, que con Black Book (un thriller protagonizado por una chica judía durante la Segunda Guerra) volvió a filmar en su país por primera vez después de más de veinte años trabajando para los estudios de Hollywood (donde hizo Robocop; El vengador del futuro y Bajos instintos, entre otras superproducciones). También se verán las nuevas películas de Tsai Ming-liang (No quiero dormir solo); del tailandés Apichatpong Weerasethakul (Syndromes and Century); Manoel de Oliveira (Belle Tojours); Bruno Dumont (Flandres); Lars Von Trier (El jefe de todo) y, en la sección Cerca de lo oscuro, dos de los favoritos orientales de las trasnoches: el japonés Miike Takashi (con Big Bang Love, Juvenile A) y el hongkonés Johnny To (con dos películas: Exiled y Election 2).
“El cine es el arte perverso definitivo: no te ofrece lo que deseás, sino que te dice cómo desear.” De ahí proviene el enigmático título de Manual de cine para pervertidos, la película, tesis dirigida por Sophie Fiennes (la hermana de los actores Ralph y Joseph) y conducida por un Slavoj Zizek nervioso e hipergesticulante en la que el filósofo y psicoanalista esloveno desgrana y concatena —de una manera no siempre evidente, pero invariablemente graciosa— varias de sus ideas sobre el cine. Para esto, no sólo recurre a clips de 43 películas —entre las que predominan obras de Kubrick, Hitchcock, Lynch y Tarkovski— sino que también se “inserta” a sí mismo en las escenografías de esas escenas elegidas, para hablarnos de sexo, subjetividad y, por supuesto, de “representación”. Por ejemplo, viaja en un bote con vista a Bodega Bay, el pueblo atacado por los salvajes plumíferos en Los pájaros, de Hitchcock, o se sienta sobre el inodoro (que “nos devuelve lo peor de ese otro mundo, aquello que preferimos mantener oculto y subterráneo”) de una de las escenas más inolvidables de La conversación, de Francis Ford Coppola. Siempre vertiginosa, la exposición de Zizek puede terminar mareando y obligándonos a pedir, como lo hace el propio presentador, una tercera píldora, una alternativa a las pastillas verde y roja de Matrix, que nos permita navegar en el complicado juego que se establece entre la “realidad” y la realidad construida por las películas.
Un hombre que sabe que va a morir filma sus últimos días en este mundo. Tiempo de partida, la película del director Mehdi Sahebi, no le ahorra a su público ni la incomodidad ni la tristeza que implican un proyecto de estas características asumido sin pudor. A los 44 años, demacrado por el sida y un cáncer, Giuseppe Tomassi se entrega sin más para un retrato íntimo y descarnado, y desde una sala de hospital de Zurich, recorre una corta vida no exenta de miserias —su infancia como hijo adoptivo no querido; el fracaso matrimonial y laboral; una destructiva adicción a las drogas—. Tomassi reflexiona sobre su vida sin autocompasión y su total apertura al film alcanza por acumulación un efecto devastador.
Tiempo de partida probablemente sea la pieza más contundente en la sólida selección que este año integra Ventana Documental, en la que se destacan otros dos films. Por un lado, Civiles en el campo de batalla, que indaga en las contradicciones ideológicas de una generación a partir de las entrevistas a cuatro alemanes de alrededor de 30 años, que trabajan como “extras” en un centro de entrenamiento de combate del ejército norteamericano ubicado en el bosque de Bavaria, “haciendo de” terroristas árabes o de policías iraquíes y a veces tomándose demasiado en serio sus trabajos. Por otro: Un grito en la oscuridad, inflamable documental del director indio Haobam Paban Kumar acerca de los abusos, las vejaciones y asesinatos a los que por más de medio siglo ha sido sometido impunemente el pueblo de Manipur (anexado en 1949) por parte de las fuerzas armadas de la India.
Quizá la mayor revelación de esta edición del Festival de Mar del Plata se encuentre acá, en M: un documental en primera persona filmado por el hijo de una detenida-desaparecida de la dictadura, que conforme avanza (a lo largo de 140 minutos que nunca resultan largos ni reiterativos) va transformándose en el relato de investigación más impresionante que haya encarado este tema desde Los rubios, de Albertina Carri. Ex estudiante de Comunicación, cine y teatro nacido en 1970, Nicolás Prividera inició su búsqueda cuando se acercaba a la edad que tenía su madre, Marta Sierra, al ser secuestrada, tan sólo días después del golpe del ’76. Tras la desazón inicial ante la falta de datos en los centros oficiales de investigación y la ausencia de un entrecruzamiento eficaz de los testimonios disponibles, Prividera consigue contactar a varios ex compañeros de su madre, que trabajaba en el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, y a través de los a veces incompletos recuerdos de algunos de ellos empieza a armar un rompecabezas aparentemente interminable. ¿Cuál era el nivel de militancia política de Sierra? ¿Qué tan vinculada estaba con los montoneros que actuaban desde el INTA? ¿Fue delatada? ¿Qué perspectiva ponen hoy sus ex compañeros sobre aquellos años? Una búsqueda personal devenida en un viaje por momentos estremecedor e inesperadamente fascinante.
M integra la Competencia Latinoamericana del Festival junto a, entre otros films, el controvertido Cocalero, documental boliviano-ecuatoriano sobre la llegada de Evo Morales a la presidencia.
No bien empieza Within Our Gates, film de 1920 producido y dirigido por el pionero del cine “afroamericano” Oscar Micheaux, se lee que “nuestros personajes se encuentran en el Norte, donde los prejuicios y odios del Sur no existen; aunque esto no impida el ocasional linchamiento de un negro”. Que valga la aclaración: Micheaux filmó más de cuarenta películas con su propia productora, abordando aquellos temas que el Hollywood mudo (y el de después también) se resistía a tocar siquiera tangencialmente. De hecho, un par de escenas ratifican lo que para muchos será evidente desde un principio: que Within Our Gates fue concebida como una respuesta negra a la pionerísima El nacimiento de una nación, estrenada cinco años antes por D. W. Griffith, y cuya lógica invierte manifiestamente al mostrar el intento de violación de una mujer negra por un hombre blanco. Micheaux filmaba con un puño en alto, mostrando sin sutilezas ese “ocasional linchamiento de un negro” —eventualidad que la prensa blanca ya había convertido en todo un espectáculo de feria—, y sabía a lo que se exponía, ya que no sólo se cargaba a los “ricachones” pálidos que pretendían mantener a los negros marginados de la educación y del sufragio, sino a los afroamericanos entregados a la delincuencia y, muy en especial, a los “clérigos negros corruptos e hipócritas” que atentaban contra los intentos de escolarización de los niños de color. La película estuvo perdida por años, pero pudo ser restaurada a partir de una copia hallada en España, donde se la conoció como La negra, a fines de los ’70.
Para quien quiera saber cómo continúa la historia de la discriminación en el cine norteamericano, dentro del Foco Afro-Americano se proyectará también Classified X: Melvin Van Peebles, figura mítica del blaxploitation y creador de la seminal Sweet Sweetback’s Baadasssss Song (1971) exponiendo las pruebas de que la opresión cultural continúa en el Hollywood actual. En dicho foco se proyectarán también Shaft (1971) y Baadasss! (2003), del hijo de Melvin, Mario Van Peebles.
Con Semen, Ernesto Baca (el realizador de Cabeza de palo y Samoa, vistas en el Rojas y en el Malba respectivamente) vuelve a sumergirse en esos mundos extraños que el cine experimental parece, menos que inventar, exhumar de debajo de la superficie de la realidad cotidiana. Imágenes “protoplasmáticas” en permanente movimiento, animaciones hiperkinéticas y un trabajo minucioso del sonido que prescinde de todo diálogo dan forma —-alguna forma— a un argumento mínimo que va avanzando fragmentariamente: una violación, la fuga del violador, la “pulsión vital” surgida del crimen, los días posteriores de la víctima. Reconstrucción fantasmagórica que pendula entre la abstracción y la más dura cotidianidad, Semen quizá sea formalmente la más rara del lote argentino, pero no está sola: también se verá Dumbo 4, auténtico desparpajo de Rocío Fernández, cuya ópera prima Mujer sin destino se vio el año pasado en Mar del Plata y que ya tiene otros cuatro largos terminados: así de prolífico es este director con nombre de mujer. Su nueva película podría recordar por momentos a las descoordinadas troupes artísticas de las películas de Christopher Guest (Waiting for Guffman, Músicos grandiosos); todo transcurre alrededor de los ensayos y la preproducción de una obra de teatro coprotagonizada por un muñequito del elefante de Disney, que nunca aparece.
Más argentinas: se proyectarán México, de Lorna Santiago, otra discípula de Raúl Perrone que ya filma; el video-ensayo personal y experimental Puna, de Hernán Khourian; y Cerca de Bony, inspirado retrato audiovisual del artista conceptual Oscar Bony.
La película se llama Ficción (Ficció, en catalán), pero apunta —y consigue— a capturar momentos de autenticidad total. El barcelonés Cesc Gay, director de uno de los films más sensibles sobre la adolescencia de los últimos tiempos (Krámpack), apuesta esta vez a un relato de un tono todavía más intimista que el de su película anterior, En la ciudad. Sus protagonistas son dos hombres y dos mujeres de treinta y pico; pero el centro emocional de la historia se encuentra sin dudas en la crisis de mediana edad —crisis vocacional, de inspiración, de pareja, etcétera— de un director de cine al borde de los 40 (Eduard Fernández). El hombre, casado y con dos hijos, establece una conexión inmediata con una de las mujeres que cenan con él y su amigo (el siempre genial Javier Cámara, de Hable con ella) en la casa rural a la que van a pasar unos días para relajarse e inspirarse. Pero ésa sería, dice Gay, la parte más trillada del asunto: “Una crisis de lo más común que normalmente hubiera dado lugar a una película que cuente la historia del infiel, del que vive una aventura y, en última instancia, del que rompe la familia”. En su lugar, Gay opta por “contar lo no vivido, lo que se reprime, lo que a menudo ni se cuenta: pienso que eso muchas veces no significa que no se viva con incluso mayor intensidad”. O hacer un cine de sensaciones y estados de ánimo.
Ficción participa en la Competencia Oficial del Festival, donde este año se verá La mujer en la playa, última película del coreano Hong Sangsoo (conocido en los festivales argentinos por La mujer es el futuro del hombre; Tale of Cinema); y la divertida, casi surrealista Jardines de otoño, producción francesa del georgiano Otar Iosseliani.
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