› Por Norman Mailer
28 de marzo de 1999
Querido Sal:
Nunca hemos hablado sobre el hecho de que eres republicano, porque las pocas veces que hemos tenido la suerte de compartir mesa, ¿quién va a querer sacar eso a colación? Sólo voy a decir –y todavía no he escrito sobre este tema– que, mientras los demócratas, y en primer lugar Clinton, me repugnan con lo que llamo su “política de boutique” –un poco aquí, un poco allá, y todo servido con grandes dosis de gilipollez por encima–, los republicanos son una monstruosidad psicótica. Por un lado, son Dios, bandera y familia –aunque pocos de ellos reconocerían a Jesucristo si estuviera haciendo pis en el retrete de al lado–, y un número asombroso no ha servido jamás en las fuerzas armadas ni ha oído una bala y, como políticos, engañan como conejos a sus esposas y sus familias. Pero da igual, ¿de qué sirve ser político si uno no puede ganarse la vida siendo un hipócrita?
Lo que quiero decir es esto: el Partido Republicano es esquizofrénico; por un lado, son, como digo, Dios, bandera y familia, pero, por otro, están a favor de la expansión descontrolada del capitalismo y, por tanto, se olvidan de algo que tal vez es importante aun para ti, que es que Jesús, como Karl Marx, pensaba que el dinero impide que pasen todos los demás valores. Y es verdad. Si el país está viniéndose abajo, y lo está, creo que podría trazarse un gráfico del declive en paralelo al ascenso del Dow Jones: cuanto más alto el Dow, más bajos los demás criterios. El dinero destruye todos los demás valores. Puedo incluso respetar a los republicanos de derechas por tener sus criterios, como los tienen, pero nunca atacan el capitalismo que, descontrolado, es el peor azote de los valores humanos que tenemos hoy.
Quizá hubo una época en la que el comunismo era un azote peor, pero ahora llevamos nosotros la delantera, y te sugiero que trates de vivir sabiendo que tu partido preferido está paralizado en sus centros morales. Si es así, ¿por qué esperar más de tus chicos negros? Quizá nunca sepan de qué hablas.
En cuanto a Clinton, que se ocupe de él el cielo. Su delito no es que tuvo un lío en la Casa Blanca –al fin y al cabo, uno llega a tener éxito como político a base de dar satisfacción a la carne y, al cabo de un tiempo, es como una comida para un hambriento, y no veo a Hillary sirviendo comida a nadie salvo en un comedor de beneficencia–, sino que terminó con el sistema de prestaciones sociales “que conocemos” sin poner fin al sistema de prestaciones sociales que no conocemos, es decir, movido por empresas. En mi opinión, es una monstruosidad ahorrar dinero a base de sermonear a los pobres y lamer el culo a los ricos. Como dice la vieja canción, “eso no es saludable”. Perdona por esta diatriba que no tiene la elocuencia de tu espléndida carta, pero me pillas en uno de esos días en los que estoy intentando contestar cincuenta cartas desde mediodía hasta el atardecer.
Saludos, viejo amigo,
Norman
La correspondencia sobre política de Norman Mailer todavía permanece en gran parte inédita. Esta carta, dirigida a su amigo, poeta y compañero de box Sal Cetrano, es una de las pocas que se dieron a conocer en los últimos días, a propósito de la elección presidencial norteamericana del próximo martes.
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