FAN > UN MúSICO ELIGE SU CANCIóN FAVORITA
› Por Antonio Tarrago Ros
Hay dos temas que a mí me parecen bárbaros, y que son como antípodas. Uno lo compuso una de mis hijas, Irupé, se llama “Jazmín” y habla de los hijos criados en la ciudad por tipos como yo, que venimos del interior. Mientras que el otro tema, la canción “Pueblero de allá ité”, del Pocho Roch, es la nostalgia de vivir, que es la síntesis de los que nos fuimos del pueblo. “Jazmín” es una de las canciones que a mí más me conmovieron, porque es otra manera de ver este lugar del que vengo por alguien que no nació aquí; Irupé siempre ha tenido una manera diferente de encarar las canciones. La otra de las canciones, la de Roch, es una canción sobre dónde vivís, sobre dónde es tu lugar, tu guarida, tu hueco, el hueco de tu alma. Hacia dónde va tu alma, tu sentimiento cuando por ahí está golpeado. El dolor es siempre inspirador; la desdicha es la razón para escribir, porque es lo único que hay que transformar en otra cosa, como dice Borges. La alegría, la celebración, no tiene esa necesidad de transformarse en otra cosa que tiene el dolor. Por eso es probable que el origen del arte esté allí.
Esta canción del Pocho Roch a mí me marcó mucho. Por un lado porque es de mi compadre, que es como si fuera mi hermano, y tiene la misma problemática sentimental que yo, que es esto de la nostalgia. La nostalgia cuando uno piensa que la partida de ese lugar del que se fue es definitiva: porque uno ya no va a volver nunca a ese lugar, como dice Heráclito de Efeso; el hombre no vuelve a cruzar nunca el mismo río. El pueblo que yo dejé ya no es ese pueblo, porque pasaron los años. Yo tampoco soy el mismo. Entonces no hay regreso, el regreso no existe. El más sabio de todos es el río: yo tengo una canción que dice que “el río sabe y no vuelve, el río y no vuelve el río sabe y me entiende, el río sabe cantarte pero sin volver”. Y Pocho escribe: “Pueblero de allá ité (que quiere decir bien de allá: ité significa ‘en grado sumo’) / Donde la noche poriajú (que es la noche de los pobres) no tiene penas / Porque se enciende un chamamé en cada estrella / Pueblero de allá ité / De allá ité / Calles de tierra, tacuaral y enredadera / Los cunumí juegan la chanta en la vereda / Pueblero de allá ité / De allá ité / Donde la infancia iba aprendiendo de tu gente / Su sencillez y el saludo igual de siempre / Pueblero de allá ité / De allá ité / Donde la tarde se recuesta en las palmeras / Para morirse a caahata (caahata quiere decir ‘cabeza dura’; un gurí terrible, cabezudo) y naranjalera / Descalza por el arenal / De allá Ité / Donde el invierno tiene un frío de lapachos / Acá aún el verano se retuerce de espinillos / De caña y de sapucay”. El lapacho es el árbol que en la época de los jesuitas les daba la señal a los indios guaraníes para sembrar, porque es el primero que florece. Es el tiempo de la flor. Además, en la mitología guaraní, Dios creó el mundo en la primavera. El lapacho es ese árbol rosado que es como un estallido. Por eso, Pocho habla de un estallido de lapachos en el invierno; las estaciones del año tienen mucho que ver con los estados de ánimo. Así que éstas son dos canciones que a mí me ayudan a vivir, a transformar el dolor mío de la distancia en algo bello. Cuando tengo añoranzas por mi provincia, por el pueblo donde nací, una manera de recordar con nostalgia es esta canción. Algia finalmente es dolor, así que nostalgia es recordar con dolor, pero un dolor embellecido por el arte.
Conocí la canción de Pocho en el festival de la Canción Nueva, que es un festival que hacíamos en Corrientes. Era todo un movimiento del que formábamos parte con Juan Genaro González Vedoya, Pocho Roch, Marily Morales Segovia, Mario Bofill, Teresita Parodi y al que fuimos a presentar nuestras canciones al teatro Vera. Yo llegué con una canción propia sobre la vida lejos de mi pueblo –todos los que vivíamos lejos hacíamos canciones referidas a eso–, pero cuando estábamos probando sonido, escuché “Pueblero de allá ité” y me puse a llorar. La estaban probando Rosendo y Ofelia, que eran un dúo maravilloso, y me puse a llorar en la butaca del teatro. Y entonces retiré mi canción. Porque la mía tocaba la misma temática, pero era mucho menor, así que hice algo así como una poda del árbol del cancionero, de la cual saqué esa rama que sentía que estaba de más. Alguna vez le dije a mi amigo Alberto Cortez, que hasta que apareció “De allá ité”, la canción con la que nos curábamos las heridas del éxodo, era para mí y para muchos de mis amigos, una canción de Alberto llamada “Distancia”. Pero cuando apareció tuve una canción de mi provincia y de mi región más específica, aunque durante años no la pude cantar, porque me hacía llorar y se me tapaba la nariz.
Con la de Irupé me pasa lo mismo, todavía no la puedo grabar porque la lloro: la escribió en un momento mío en que yo estaba con mucha soledad y un mal de amores. Entonces ella vino y se mudó a casa, y enfrente de su casita, que estaba dentro de la quinta en la que yo vivo, estaba una planta grandota de jazmín, que planté para que aromara ese lugar. Ella, una gurisa de la ciudad, escribió sobre cómo un ciudadano puede encontrar en una flor un territorio mágico por donde irse hacia el territorio de los sueños. Dicen algunas civilizaciones que Dios te habla en los sueños; y otras, que el único momento en el que el hombre se parece un poquito a Dios, es cuando sueña.
Jazmín (canción con aire de chamamé)
Letra y música: Irupé
Vivo en un jazmín / Y aprendí a vivir
Otro invierno más / Que se vuelve añil
Yo no soy de aquí / Yo no tengo edad
Cuido de la flor / En la gran ciudad.
Necesito verte feliz / Aunque ya
no creas en mí
Si no muere más el amor / Aunque sólo
quede la flor.
Fui a buscar tu risa mi amor
Hacia el otro lado del sol
Sólo hallé este sueño / Que guardo
en un pétalo
De mi casa de flor.
Te lo dejo a vos / Te beso y me voy
Porque ya entra / Un rayo de sol
Y me estoy volviendo perfume.
Llegará algún día el amor
Y estaré en tu risa, mi flor
Yo me vuelvo ya a mi jazmín
Donde el tiempo duerme mejor
Vivo en un jazmín...
Gonzalo del Corazón de Jesús “Pocho” Roch
Nació el 15 de abril de 1939 en Iratí; vivió sus primeros 8 años en el campo de Yacaraí, donde aprendió y se zambulló en la cultura guaraní correntina. Investigador del folklore (ha recopilado una enorme biblioteca), intérprete (en guitarra, teclados, acordeón) y compositor autodidacto, en 1955 cofundó la Orquesta del Colegio Nacional y el conjunto Los Ruiseñores Correntinos, y en 1957 publicó su chamamé “Cheta peguara” a través de la Editora Musical Río Paraná. En los ’70 creó junto a Marily Morales Segovia una obra integral de canciones infantiles (Gurisada) y comenzó a grabar para varios sellos internacionales. Su obra consta de más de 5300 temas, canciones y melodías de ritmos correntinos; su cancionero popular incluye, además de “Pueblero de allá ité”, “Maleta tuichá”, “Palabras a Itatí”, “Nati campanero”, con letras que funcionan como testimonio de su tierra, de su filosofía y de la vida itateña.
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