Una novela colombiana con ecos noventistas describe una generación irónica y desencantada.
› Por Damian Huergo
Su casa es mi casa
Antonio García Angel
Norma
183 páginas
Cuando se vive sin problemas hay que inventárselos. Algunos se buscan una novia a lo Almodóvar, estudian letras o se hacen hinchas de Racing; otros, como Martín Garrido narrador y protagonista de Su casa es mi casa se arman una historia de detectives para hacer más intensa su cómoda vida universitaria. El problema en Su casa es mi casa empieza con un llamado telefónico. Martín acaba de mudarse a un departamento cercano a la universidad donde estudia. A pocos días de haberse instalado recibe un mensaje del correo “para que Alejandro Villabona vaya a retirar un paquete a la central”. Pronto descubre que Villabona era el anterior inquilino del departamento y que su nombre está ligado a una oscura desaparición. Martín cede ante la curiosidad y va a buscar el paquete, que es como una caja de Pandora bogotana que incluye sicarios, un senador corrupto, una vedette cocainómana y un dandy desaparecido. Martín, carente de historias con mayúscula y con minúscula, ve la oportunidad para jugar a Sherlock Holmes, y a falta de un Watson emprende la aventura con tres amigos.
Su casa es mi casa es la primera novela del escritor y periodista Antonio García Angel (la segunda es Recursos humanos). Publicada en 2001, llega a la Argentina como un eco tardío del Bogotá 39 del que el escritor colombiano formó parte. La novela escrita en los noventa lleva las marcas pop de la época en el uso de recursos cinematográficos, la discografía rocker, los guiños televisivos, el amor aguado que Martín mantiene con Carolina y, sobre todo, en la cosmovisión de los jóvenes personajes: “huérfanos de todas las utopías, sabihondos a priori, solitarios empedernidos y promiscuos; que sacuden las cabecitas drogadas porque ya no hay nada que inventar, que los sentimientos son cursis y que la explicación de todo no la tiene Dios, sino Freud y Lacan”. Martín, para escapar de ese letargo generacional, emprende una investigación sin brújulas afectivas ni ideológicas motores de toda epopeya para encontrar a un desconocido. La búsqueda sin motivos del otro es justificada por el personaje principal como una indagación individual otra de las estrellas de los noventa que sigue en cartel acerca de lo que es capaz de hacer por un poco de acción, aunque sea ajena.
García Angel narra esta historia de intriga e iniciación con una prosa veloz que mezcla humor y desesperanza. La voz del narrador parece representar a una generación irónica y posmoderna, descomprometida, que está más allá de todo y no cree en nada. Martín Garrido asume ese papel, pero en vez de alejarse y reírse de los hechos se lamenta de su derrota sin lucha y empieza a notar que forma parte de un problema colectivo que lo excede. Su casa es mi casa está estructurada en capítulos cortos como si fuesen videoclips. Martín Garrido se encarga de musicalizar cada escena con temas de Radiohead, Soda Stereo, U2, David Byrne y Fito Páez, entre otros. Sin embargo hay una canción, un verso, que no se nombra en ningún párrafo pero que se escucha en toda la novela: “La vida sin problemas es matar el tiempo a lo bobo”, cantaba en los noventa un poeta ricotero ante un sociedad sorda, manipulada por la videopolítica, ajena a los conflictos y a las crispaciones, que pensaba que los problemas del otro no eran los suyos. Antonio García Angel, en otro país pero del mismo continente, fue parte de esos años y Su casa es mi casa es la huella de que estuvo ahí.
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