Dom 31.05.2009
radar

A 33 de mis 33

› Por Jorge Denti

Un día como hoy, un jueves 27 de mayo de 1976, yo cumplía 33 años. La atmósfera en la que vivíamos en esos días fríos de otoño no permitía festejos. La desaparición de muchos amigos y compañeros, la tenaz persecución de la dictadura golpista de Videla, habían traído la noche más aterradora que vivimos los argentinos.

Esa noche del 27 un grupo de amigos cercanos habían quedado en pasar por mi casa para saludar al director peruano Lucho Figueroa, que estaba preparando la película Yaguar fiesta, sobre el libro de José María Arguedas. A eso de las 21 horas llegaron y estuvimos esperando al único que faltaba, Raymundo Gleyzer, que circunstancialmente estaba hospedado en mi casa. Pasó el tiempo y, contrario a su puntualidad, Raymundo no llegaba. Comentamos lo raro de su tardanza, que con el avance de los minutos se convirtió en un mal presentimiento colectivo. A medias quedó el vino que habíamos descorchado como a las 11 y media de la noche. Me acosté con el oído pendiente del timbre de la puerta, tratando de pensar que Raymundo había perdido las llaves, y así transcurrieron las horas, mientras en mi cabeza rondaba la angustia de los secuestros de Haroldo Conti, Paloma, Edgardo y tantos otros amigos. No pude dormir, y traté de distraerme viendo el ciclo de clásicos del cine argentino que pasaba Canal 7 en la trasnoche lluviosa de Buenos Aires.

A Raymundo muchos de nosotros le debemos la vida, porque fue un hombre íntegro que luchó hasta el final y que tuvo el valor y el coraje de no delatar a ninguno de sus compañeros de Cine de la Base.

Raymundo había creado el grupo de Cine de la Base en septiembre de 1973. Cine de la Base fue el grupo que produjo y realizó su película Los traidores. Tuvimos un largo encuentro y él se interesó realmente en la experiencia en Medio Oriente y Africa del Colectivo de cine del Tercer Mundo, en la que participaba yo, encontrando muchos puntos de coincidencia entre su forma de ver el cine y la nuestra.

El objetivo de Cine de la Base era producir películas para intervenir concretamente en el terreno de las relaciones políticas del proceso argentino con un cine que se definía como clasista y militante. La producción consistía en documentar las luchas populares que se desarrollaban en las fábricas, barrios, villas, sindicatos, organizaciones políticas y estudiantiles, haciendo con esto un canal propio de información. Con la producción de este cine colectivo y la interrelación con el público, el cineasta buscaría ampliar su horizonte humano y político, y tendería a ser un movilizador de conciencia y organizador de la vanguardia cultural. A partir de septiembre del ‘73, comenzó a darse una política de producción, distribución, exhibición, tanto de las producción colectiva propia, como de películas de productores latinoamericanos y clásicos del cine, lo cual tenía como objetivo llegar a las bases de los obreros, del campesinado, de los estudiantes.

En mis cuarenta años en el oficio de cineasta, nunca he creído que el cine haga la revolución, pero sí creo que acompaña a los movimientos revolucionarios y puede ser un instrumento eficaz para la construcción de las utopías. No soy un teórico del cine y realmente lo que hice fue una elección al acompañar los cambios sociales en los que he estado.

Hace 33 años y cuatro días, el 27 de mayo del ‘76, el día de mi cumpleaños, fue secuestrado Raymundo, al salir del Sindicato de la Industria Cinematográfica Argentina (SICA) y hasta el día de hoy se desconoce el paradero de sus restos. Después de su desaparición comenzó su búsqueda, los hábeas corpus, la solidaridad de los compañeros trabajadores de cine como Edgardo Palero, Bebe Kamín, Rodolfo Kuhn, Fernando Birri, Jorge Cedrón, Dolly Pussi, Lautaro Murúa, Eduardo Mignogna, Lucho Figueroa, Humberto Ríos y otros. Después vino el Comité Internacional de Emergencia y la declaración del Comité de Cineastas de América Latina, se sumaron a la denuncia los cineastas peruanos, cubanos, venezolanos, mexicanos, bolivianos, chilenos; los miles y miles de cartas y telegramas que se enviaban a la Casa Rosada, reclamando la inmediata libertad de Raymundo, hechas por grandes figuras del cine mundial como Jane Fonda, Francis Ford Coppola, Geraldine Chaplin, Jack Nicholson, Arthur Penn, Elia Kazan, y muchos realizadores y actores estadounidenses; y europeos como Francesco Rosi, Marco Ferreri, Lina Wertmuller, Federico Fellini, Carlos Saura, Elías Querejeta, Paco Duarte, Jeanne Moreau, Yves Montand, Jean-Luc Godard; y recuerdo particularmente cuando Carlos Ripa de Meana, desde la presidencia de la Bienal de Venecia, demandó su libertad a la Junta Militar, antes del mundial de fútbol.

Pero eso fue después. Esta semana se cumplen 33 años de aquel día en que desayuné con Raymundo en la cocina de casa, sin imaginar que ésa sería la última vez que nos veríamos.

Estas palabras del cineasta Jorge Denti pertenecen al texto que leyó en la inauguración del XI DerHumAlc, Festival de Cine de Derechos Humanos y a otra presentación que hará en una de las actividades programadas en homenaje al cineasta desaparecido Raymundo Gleyzer. Más información sobre el Festival que va hasta el 10 de junio en: www.derhumalc.org.ar

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