CINE > LA PELíCULA DE MARTíN REJTMAN Y FEDERICO LEóN
Hace unos años, Canal 7 convocó a parejas de directores de cine y teatro para que hicieran películas juntos. El resultado de aquellos cruces, como los de Cristina Banegas y Albertina Carri o Adrián Caetano y José María Muscari, salieron al aire. Pero por una serie de infortunios burocráticos, el de Martín Rejtman –el director que dio forma a la imagen y a una estética del cine en los ’90– y Federico León –una de las irrupciones más poderosas y particulares del teatro– quedó sin pantalla. Ahora, sus directores decidieron sacarlo del olvido y mostrar esa rarísima película que es Entrenamiento elemental para actores, donde se da voz no a los ya consagrados sino a un maestro en plena tarea de formar futuros actores.
› Por Mercedes Halfon
Hacer de otro no es cualquier cosa, dice uno de los personajes de Entrenamiento elemental para actores. Parece tener razón: los casos de actores enloquecidos en cumplimiento del deber como María Falconetti y Klaus Kinski ilustran aquella fantasía de que metamorfosearse psíquica y emocionalmente de forma repetida puede traer consecuencias más trágicas que Hamlet. Aun así, la actuación es una profesión para la que siempre hubo y habrá aspirantes, y a la que rodea un aura de encantamiento difícil de superar. Pero, ¿qué es un actor exactamente? ¿Cómo funciona la maquinaria que lo mueve? ¿Cómo es su formación? A partir de estas preguntas, Martín Rejtman y Federico León decidieron hacer un film que explorara ese mundo en su extraño momento de gestación.
El proyecto comenzó hace algunos años a pedido de Canal 7, en el marco de un ciclo que reunía a un director de cine con uno de teatro para realizar un telefilm que finalmente se emitiría por su pantalla. Además de éste hubo otros dúos, integrados por cineastas y directores de teatro como Cristina Banegas y Albertina Carri, que trabajaron a partir de la noticia de una adolescente que se suicidó en el baño de su escuela al enterarse de que estaba embarazada; o Adrián Caetano y José María Muscari, que filmaron en IMPA una invasión de elefantes acontecida en medio de una huelga de mujeres obreras. Cada uno hizo uso de la propuesta para poner en escena imágenes y arbitrariedades que surgían de la impensada yunta. Rejtman y León no fueron la excepción: la idea de hacer una ficción acerca de un proceso tan experimental como una clase de teatro es en sí misma toda una rareza. Una película sobre ese momento privado del actor, que es cuando está forjando, al fuego, sus armas. Un film no documental, es decir actuado, representado, pero en el que se ve una clase de actuación, con un profesor que explica, teoriza, hace probar a sus actores. Vemos actores hacer de futuros actores.
Pero en el medio de esas realizaciones hubo cambios de gestión en Canal 7, o ajustes dentro de la misma; el caso es que el proyecto Rejtman-León nunca fue emitido. Años después, los realizadores quisieron sacarlo del olvido y estrenarlo comercialmente. Ahora se podrá ver en la sala de cine que se abrió dentro de El Camarín de las Musas, un espacio, digamos, eminentemente teatral. Aquí comienza la mezcla.
Lo primero que hay que decir es que la idea de un entrenamiento “elemental” o de adquisición de “rudimentos” del lenguaje del teatro es llevada en el film a un lugar muy particular: las clases son tomadas por niños. Esto no impone ninguna temática, no hay estética infantil, ni divinas y populares, ni preguntas sobre qué gusto tiene la sal. Los chicos no actúan como tales sino todo lo contrario. Como personas pequeñas o adultos en miniatura. Si la tendencia natural de un niño es a no quedarse quieto, aquí esa tendencia se invierte y ellos están la mayor parte del tiempo sentados en gradas negras, escuchando con el ceño fruncido a Sergio, el impagable Fabián Arenillas, el personaje central, el oráculo, el iluminado, el estereotipo del profesor. Dice Federico León: “Mostramos un tipo de educación o de tratamiento con chicos que no es el habitual. Es una escuela de teatro que no existe. Hay muchas escuelas de teatro para chicos, pero creo que ninguna con las características de ésta. Yo pensaba en algún momento dar clases de teatro y que en ellas pudieran convivir chicos con adultos. Es una idea que tenía y que tampoco es habitual. O es teatro para chicos, o para adolescentes, o para adultos. Pensábamos mucho cómo se relacionaba este profesor con los chicos, que es distinto a las típicas escuelas de teatro infantil donde tiene más que ver con que bailen, expresen su imaginación, descarguen”.
Aquí sucede todo lo contrario. Una de las primeras escenas de Entrenamiento... es una clase donde Sergio les hace ver Ponette, un film francés donde una nenita de 6 años, que perdió a su madre, reza y llora desconsolada con un yeso en el brazo frente a una imagen de la Virgen. Como si llorar fuera el ABC, el punto de partida o de llegada a la actuación, Sergio les muestra esa escena, analizando todos los componentes técnicos de ese llanto: el frunce de la boca, la posición en que coloca los ojos en un fuera de foco que permite al lagrimal aflojarse y dejarse ir. Los chicos miran y entienden. Van pasando de a uno, poniéndose el yeso y soltando unas primeras, tímidas, lagrimitas.
Además de la seriedad con que el profesor imparte sus lecciones, las ideas sobre arte y teatro que vuelca son también bastante complejas. Como explica Rejtman: “En realidad es bastante improbable que un profesor de teatro de chicos les hable de ese modo a sus alumnos, con ese tipo de conceptos, dando por sentadas un montón de cosas; en general se trata de comentarios más complacientes”.
Esta escuela se presenta entonces como un espacio utópico de formación artística. Los chicos escuchan críticas al virtuosismo, reflexiones sobre la capacidad de retiro del actor y la tendencia de los actores a hacer “de más”, cuando en realidad hay que hacer “menos”. Pero no todos comprenden estas prácticas radicales de Sergio. Pronto una camarilla de padres preocupados lo increpará acerca de cuándo van a ver a sus chicos actuar en una muestra de fin de año. Sergio radicaliza aún más sus teorías y responde que “nunca”, que no los está formando para el “efecto inmediato” sino para que ellos creen un “cuerpo intuitivo” donde absorberán los estímulos y luego, a lo largo del tiempo, la información que hayan recibido se vaya acomodando. “Esta no es una escuela de niños actores”, dice Sergio. “Es una escuela de artistas.”
Este extremismo no tardará en mostrar ribetes disparatados cuando veamos a estos pequeños actores congelados durante diez minutos en una misma posición sin mover ni una pestaña, en el ensayo de lo que se supone una pieza teatral. O cuando Sergio le enrostre a una aspirante de alumna que ese grupo de chicos de 9 años es un grupo “avanzado”, que hace más de cinco años que trabaja en conjunto. ¿Pero cuándo empezaron a experimentar? ¿En preescolar?
Pero los chicos no son seres pasivos en esta historia. Prueban, aciertan, se equivocan, se compenetran con el ejercicio de relajación con los ojos cerrados y sonido de quena, se hacen preguntas. Y estas preguntas son las esenciales, casi ontológicas, de todo actor: ¿esto que hacemos es actuar?, ¿ya estamos actuando? Entrenamiento... pone el foco al momento mismo de gestación de esas inquietudes, y da la palabra del maestro. Como si en vez de ver a alguno de los actores del Actor’s Studio contar anécdotas frente al tribunal preguntador, escucháramos a Lee Strasberg o a Stella Adler de verdad reflexionando, esa voz siempre oculta tras bambalinas inaccesibles, abriendo sus puertas, develando el misterio.
Rejtman dice que lo que más lo atrajo del proyecto fue la idea de trabajar con chicos, algo que nunca había hecho. León en cambio, sí lo había hecho en varias de sus obras, e incluso fue responsable del inicio de la carrera de Ignacio Rogers, actor que trabajó en Mil quinientos metros sobre el nivel de Jack cuando tenía 9 años. En todo caso, lo que une a los dos con Entrenamiento... es la idea de una película sobre algo ciertamente imposible. Esto es lo que dice Rejtman: “Lo que propone el profesor es un método de enseñanza utópico. Una educación que empieza muy temprano, como la formación de un gimnasta o un músico que empiezan de chiquitos para tener las herramientas muy incorporadas. Pero en este caso en vez de empezar con lo básico se empieza con el Ulises, con lo más difícil, les tira esto por la cabeza y los chicos tienen que empezar a descifrarlo”. Y agrega: “Para mí ésa es una forma de educación, es la forma que yo tuve con el cine, mi educación en el cine viene de ver películas de chico y no entender absolutamente nada de lo que estaba viendo. Iba a la Cinemateca, leía en el programa que decía que estaba por ver una obra maestra del cine y salía repitiendo que era una obra maestra, aunque no había entendido absolutamente nada. Pero algo de esas imágenes y de esas películas se va incorporando a vos y vas entendiendo ese universo con ese mismo código. Para mí es una manera ideal de acercarse a algo tan difícil de definir como es el arte”.
De la unión de estos dos personajes –un director de cine de culto que delimitó la imagen de una década, y un director de teatro de culto que se reveló en los últimos años con una intensidad cambiante y demoledora– nace este film. Así es Entrenamiento elemental para actores. Algo que va redefiniéndose en el transcurso de sus imágenes: de ser una clase de teatro con sus estereotipos y clichés, pasa a ser una clase de yoga, una sesión de psicoanálisis, una exposición teórica en la universidad, una entrevista pública, un registro de las actividades de un profesor de teatro en su vida cotidiana.
Y resulta extraño pensar en este film, o telefilm, proyectado en Canal 7. Probablemente en las imprevisibles vueltas del azar, en una sala de cine dentro de un teatro haya encontrado su mejor destino.
A Martín lo conocí porque fue profesor mío en la Escuela de Cine. Había empezado a estudiar teatro a los 15, y a los 18 me anoté en el Cievic, donde lo conocí. Durante las clases, en ese momento, vi Rapado (la primera película de Rejtman) en la Lugones y me impresionó mucho. Además de lo obvio de que hay un mundo propio, particular y único, y que le pertenece a él y a nadie más, también hay algo en él que me gusta que es eso de tomarse mucho tiempo para hacer obras, algo en lo que me siento muy afín. Al mismo tiempo de la película leí sus cuentos, que me parecen geniales.
Martín es para mí una persona a la que consulto permanentemente. Por ahí porque nos conocimos en el ámbito de la docencia. Pero con profesores de teatro después de estudiar no tuve ninguna relación. En el teatro no funciona eso. Martín además era bastante atípico en esas clases. No era “el profesor”: eran talleres de discusión. Y después fue el productor ejecutivo de Todo juntos (la primera película de León). El es para mí la conexión con el cine.
A Federico lo conocí cuando él estudiaba en el Cievic y después nos volvimos a ver, me llamó para que leyera un guión que estaba escribiendo, trabajó de extra en Silvia Prieto. Después me enteré de que estaba haciendo Cachetazo de campo, en el ’97. La fui a ver y me quedé realmente impactado, a pesar de que ya lo conocía como alumno. Era un momento en que no se veía tanto teatro; ahora está más incorporado el hecho de ir al teatro, en ese momento era menos común, había pocas cosas. Me gustó mucho desde todo punto de vista, las actuaciones, el uso de la música, que era bastante peculiar, la iluminación. A partir de ahí nos seguimos viendo, después yo participé, lo ayudé a producir la primera película que hizo, seguí viendo sus obras. El adolescente era una obra que también me impactó mucho, a pesar de que la vi en un ensayo general.
Otra de las cosas más interesantes de Federico es lo cambiante que es y cómo una obra es tan diferente de la otra a pesar de que muchas veces trabaja con los mismos actores, por ahí un actor que aparecía en una es el germen y reaparece en la que sigue rodeado de otra gente. Me parece que es un director que hace siempre lo que tiene ganas sin condicionamientos, como lo que un festival necesita o pide de afuera. O simplemente los preconceptos creativos que tiene uno, uno sabe que tiene un determinado estilo y que tiene que crear algo dentro de ese estilo, bueno, a Federico no le importa nada. Tiene una ética y una mirada fresca cada vez.
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