MúSICA > ENTREVISTA CON YUSA, EL GRAN NOMBRE DE LA RENOVACIóN MUSICAL CUBANA
Nacida en La Habana, educada en conservatorios musicales por estrictos profesores rusos, Yusa es la última heredera del linaje de la Nueva Trova cubana. El año pasado visitó la Argentina por primera vez junto a Santiago Feliú, y hoy, que volvió con un nuevo disco llamado Haiku, recuerda la experiencia de giras con Susana Baca y Lila Downs, y la consagración de haber grabado en vivo, en París, con el brasileño Lenine.
› Por Martín Pérez
Un enorme abrigo rojo, el instrumento colgando de su espalda –con su correspondiente estuche, que de tan lleno más bien parece un bolso– y una mata de pelo morocho que se yergue orgullosa, a pesar del frío. O tal vez precisamente por eso. Armada con todas esas cosas y una enorme sonrisa, así es como la cubana Yusa, con espíritu de viajera, enfrenta los últimos embates del invierno porteño.
Sentada ante un vaso de agua con limón primero, y un capuchino después, Yusmil López Bridón –tal su nombre completo– no puede evitar recordar que fue el hijo de Eduardo Ramos, que durante muchos años dirigió el grupo que acompañó a Pablo Milanés, quien –sin saberlo entonces– la bautizó para toda su vida musical. “Fue mi compañero desde segundo grado y hasta hicimos juntos la prueba de la escuela de música”, precisa la cantante; también recuerda que los primeros compactos que escuchó en su vida, los escuchó en su casa. Y tira algunos nombres, con la mirada perdida: Bach, Led Zeppelin y... ¿Europe? “Eran esos tiempos”, se disculpa, divertida por un recuerdo en el que se pierde cada vez más. “Es que cuando en Cuba los compactos aún no existían, ¿dónde es que podían estar? ¡En las casas de Silvio y Pablo, por supuesto!”
La historia de su apodo nace en alguna de las visitas del hijo de Eduardo Ramos a su casa. “Fue una de esas cosas de niños”, explica. “Mi madre me dijo Yusi, como siempre me llamaba, y él entendió Yusa. Y aunque yo traté de corregirlo, lo repitió tanto que al tiempo hasta la profesora del coro de la escuela me estaba llamando así.” Y un par de décadas más tarde, con una larga carrera detrás –que en realidad parece recién estar comenzando–, Yusmil sigue siendo para todos Yusa, uno de los nombres propios de la renovación musical cubana, en el rubro canción, de la última década.
Con tres discos de estudio editados, y uno en vivo (grabado en el legendario Ronnie Scott’s Jazz Club, de Londres), esta joven de La Habana es la última heredera del linaje de la Nueva Trova. Que comienza con Pablo Milanés, Silvio Rodríguez y Noel Nicola, según enumera, pero cuyo referente personal es uno de la siguiente generación, Santiago Feliú. Con Santiago es que Yusa vino el año pasado por primera vez a la Argentina (“Fue algo increíble haber podido hacer algo así, con uno de mis ídolos”, no puede evitar comentar) y la relación se hizo tan fuerte que ahora está de regreso, solita y sola, con una gira nacional hecha a pulmón y su nuevo disco bajo el brazo, el primero editado localmente.
Pero a pesar de la inevitable mención de la Nueva Trova, las canciones de Yusa convocan otros referentes musicales, desde sus confesas influencias de Sting o Stevie Wonder, su fanatismo por el cancionero brasileño contemporáneo con Lenine a la cabeza, el jazz, funk y la descarga que supo admirar en su adolescencia habanera y un registro de voz que la acerca al bolero o al fillin’ caribeño. Todo entra en la música de Yusa, de una precisión formal y al mismo tiempo una libertad que también es personal, y que se ha afincado en La Plata desde su anterior visita. “Ya es como mi hogar”, dice con una sonrisa. Una libertad que la cantante atribuye orgullosamente al modo en que la crió su madre economista, y que honra desde el tema que abre un disco apropiadamente bautizado Haiku, que está presentando durante este mes en una sucesión de recitales que van de Tilcara a Bahía Blanca. “Quiero que a mi libertad / no haya una razón que la distraiga”, canta Yusa en el breve e inaugural “Haiku de paz”, junto al grupo Síntesis. “Sólo puedo soportar / tus senos apuntando a mi espalda.”
Música y mar. Según Yusa, ésos son los dos elementos básicos de su vida. Sobre todo cuando vivía en el barrio de Alamar, de La Habana. “Yo en el mar puedo estar toda la vida”, asegura la cantante, que explica que se refugiaba en el agua cuando volvía de las extenuantes prácticas en el conservatorio. “Estaba dirigido por unos profesores rusos muy estrictos, algunos de ellos alumnos de Tchaikovski”, recuerda. “Especialmente mi profesora de piano, que era una tirana. Pero gracias a ella es que toco ese instrumento. Es más: mi primer trabajo fue como pianista”, admite la niña que nunca pidió juguetes de regalo sino instrumentos. “Yo no elegí la música sino que ella me eligió a mí”, intenta explicar, y a partir de esa afirmación es que se puede entender la riqueza de su estilo, que no sólo acepta todo tipo de influencias sino que las necesita para poder seguir adelante.
Cuando su madre se dio cuenta de que su hija iba a dedicarse a la música, se preocupó por ir llevándola de maestro en maestro antes del llegar al conservatorio. Allí la pequeña Yusmi, con apenas 14 años y su guitarra a cuestas, se dio cuenta de que el mundo no era perfecto. “Porque me reprobaron”, cuenta la que hasta entonces había sido primera en todos los cursos. La culpa fue de un maestro que aún sentía que la música clásica era sólo para cierta gente. “Fue un caso claro de prejuicio racial”, dice sin ninguna duda, y sin rencores. “Pero me alteró mucho. Yo hasta entonces, como venía de una familia interracial, pensaba que todos éramos iguales. Así que durante mucho tiempo no volví a tocar la guitarra.”
La solución vino de la mano de un instrumento popular como el tres, que el Grupo de Renovación Musical de Efraín Amador estaba intentando introducir la música clásica. “Era un proyecto en el que estaban trabajando desde hacía rato, pero nadie quería anotarse. Y para que no le pasase a ese instrumento lo mismo que me pasó a mí, que por prejuicio me cerraron las puertas, decidí anotarme.” Reprobada con la guitarra, que había tocado toda su vida, Yusa ingresó finalmente al conservatorio de la mano de un instrumento fascinante, con un sonido propio del interior de la isla, de la música rural. “Fui la primera egresada del conservatorio con el tres como instrumento principal”, anuncia hoy, aún orgullosa. Y agrega que recién con el flamante Haiku terminó pudiendo incluir al tres también en sus discos.
“Yo lo viví todo, lo mejor y lo peor, así que a mí no me la pueden contar”, dice con una sonrisa Yusa cuando se habla de Cuba. Aunque gira permanentemente por el mundo, esta cantante nacida en 1973 aún tiene su hogar en la isla. Hija de un padre marino y una madre militante, formadora de cuadros –como ella misma lo explica–, Yusa asegura que lo que salvó la música popular durante el durísimo período especial fue el boom de la salsa. “Además del hecho que hasta la caída del campo socialista no había salido nada nuevo musicalmente hablando, lo que sucedió es que si justo en ese momento seguías escuchando a Silvio Rodríguez, era porque eras un masoquista”, explica con una carcajada. Justo en ese momento fue cuando aparecieron grupos como NG La Banda, cuenta, en que músicos de altos quilates, egresados del conservatorio, se dedicaron a la salsa con un nivel de virtuosismo increíble. “Para mí el líder de NG La Banda, José Luis Cortés, es un genio. El mejor flautista que vi en mi vida.”
Por entonces Yusa cuenta que se iba al Salón Rojo del Hotel Capri, y disfrutaba a rabiar con esa música de un nivel, asegura, extraordinario. “Todo eso luego iría muriendo por problemas de recursos, y porque cada músico buscaría su destino por su cuenta”, explica. Pero ella disfrutó de su apogeo, justo cuando por su talento musical empezó a vivir la noche y la vida de cabaret. Y gracias a haber estado ahí de tan joven, asegura, presenciar el nivel casi agresivo de los códigos de la noche, y todo lo que veía que la música generaba en la gente, le hizo aprender muy rápido lo que quería para su vida y lo que no. “Por entonces la NG hacía cosas de marketing, como anunciar que las primeras 200 damas que llegasen vestidas de blanco entraban gratis, y el espectáculo era demencial”, sonríe recordando. “Pero yo siempre me sentí cuidada”, aclara.
Cuando egresó del Conservatorio, Yusa rápidamente entró en un grupo con el que hizo sus años de trabajo social, obligatorios en Cuba para cualquier egresado. “Alternaba entre grupos como Soneras Son y Cuasi Jazz, y también iba a peñas de trovadores con mi guitarra. Hasta que me vio un músico de Geraldo Alfonso y ahí me fui a tocar con él, que para mí era como tocar con uno de los Beatles”, cuenta Yusa, que después también empezó a tocar con el grupo Mezcla, de Pablo Menéndez. “¡Tenía 21 años y podía hacerlo todo!”, se entusiasma. Pero el gran salto de su vida musical fue haber conocido a Domingo Candelaria, actor y músico. “Cuando lo vi por primera vez, arrancó con un monólogo impresionante sobre los rumberos”, recuerda. “Y cuando empezó a tocar la guitarra me dije: esto es lo que yo soy. Y yo aún no había escrito una canción.” A partir de ese día, Domingo y Yusa se hicieron inseparables. “Estaba tan impresionada que lo que yo hacía era en función de él”, explica Yusa, cuyo dúo con Domingo se fue haciendo famoso en la isla. Justo cuando, explica, los que deberían haber sido los cantantes de la nueva generación se fueron a probar suerte a España –y formaron allá Habana Oculta, luego Habana Abierta– y el Buena Vista Social Club le otorgaba un último acto artístico a viejas glorias, pero también fuera de Cuba. “Por entonces no había nada”, recuerda. “Por suerte siempre estuvieron los Van Van. Si no, no sé lo que hubiese sido de nosotros”, bromea.
A través del recuerdo de una carrera en la que muchos le abrieron puertas sin dudarlo, uno de esos últimos dueños de la llave de esas puertas fue un tal Mohamed Fini, más conocido como Mo’ Fini, dueño del sello inglés Tumi Music. “Es un sello sin una línea específica, en donde sólo hay música que le gusta a su dueño”, explica Yusa, cuya música –junto a Domingo– parece haberle gustado tanto a Mo’ Fini que decidió editarles un disco. “Pero el disco que íbamos a hacer juntos terminó siendo un disco solista, porque Domingo emigró a Inglaterra para dedicarse al teatro.” El resultado fue Yusa (2002), con el que Mo’ Fini la llevó al primer World Music Expo, que se realizó en Essen, Alemania. “Allí se estaba lanzando Mariza, la cantante de fado”, recuerda Yusa, que dio miles de entrevistas, tocó en el stand de Tumi y terminó siendo nominada a mejor disco femenino junto a Lila Downs y Susana Baca, con las que luego compartiría una gira. Dos años más tarde llegaría Breathe (2004), que grabó en apenas 14 días junto a Roberto Carcasses y Descemer Bueno, con los que luego armaría el grupo Interactivo, pese a que cada uno tiene su propio proyecto. Y ahora Haiku (2009), producido por el paulista Ale Siqueira, que trabajó con Tribalistas, Omara Portuondo y muchos otros.
Pero tal vez la gran consagración internacional de Yusa llegó cuando el brasileño Lenine la convocó –junto al percusionista argentino Ramiro Musotto– para formar parte del trío con el que el pernambucano grabó su disco en vivo In Cité (2004), en Francia. “A Lenine lo conocimos cuando lo invitamos al debut oficial del grupo Interactivo, en el Festival Internacional de Cine de La Habana, en 2003”, cuenta Yusa, que explica que el grupo en realidad debutó en el memorial dedicado a Lennon, que se hace todos los años en La Habana. “Pensamos en Meshell Ndegeocello y en Lenine como invitados de lujo, y él nos sorprendió diciendo que sí, porque es fanático de las orquídeas, y sabía que en La Habana hay un orquideario”, recuerda aún hoy con una sonrisa esta platense momentánea, que generosamente continúa el rito –toca mañana junto a La Bomba de Tiempo, en el Konex– de invitar y ser invitada, como parte de un viaje que terminará recién a comienzos del mes próximo, con shows en Rosario y Córdoba.
Yusa toca mañana en el Konex como invitada de La Bomba de Tiempo, el miércoles en el Teatro Municipal de Bahía Blanca, el viernes en el Solar de las Artes de Santa Fe y el sábado en el Festival de Cine de Fesalp, en el C.C. Malvinas, en La Plata.
El próximo domingo toca en Buenos Aires en el Café Vinilo, Gorriti 3780, a las 21.
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