FAN > UNA ARTISTA ELIGE SU OBRA FAVORITA
› Por Rosario Zorraquín
Tenía 18 años. Pintaba, sacaba fotos y hacía videos, pero soñaba con transformar la realidad, la gente, los animales y la naturaleza. Yo creía que ser artista se trataba sobre hacer magia y curar. Me acuerdo de sentir una gran impotencia. Fui a visitar a un amigo a su taller y le conté todas las cosas que quería hacer. Mi amigo se sonreía mientras yo hablaba angustiada. Después de escucharme hablar un largo rato me dijo:
–¡Entonces hacete enfermera! –y estalló de risa. Me enojé un poco. Al rato se puso un poco más serio y me dijo que era muy importante que conociera la obra de Joseph Beuys.
El artista pudo haber muerto con diecisiete años cuando su avión se estrelló en Crimea, pero sobrevivió gracias a una tribu de nómades que lo curaron untándole las heridas con grasa animal y envolviéndolo con fieltro. Beuys vivió esta experiencia como una suerte de renacimiento. Esta idea es la que el artista intenta transmitir durante toda su vida a través de su obra, que fue en gran medida una metáfora de la metamorfosis de las materias y los estados.
El concepto de transformación no sólo está asociado, en este caso, a la alquimia, sino que también constituyó uno de los argumentos principales de la Alemania posterior al Tercer Reich: recuperar el “alma alemana” tras el salvajismo nazi, comenzar de nuevo mediante la introspección del individuo para alcanzar una auténtica renovación. La obra de Beuys se manifestó a través de la lengua y no de los dones plásticos. Su potencial no se situaba en la capacidad de ser un especialista en tal o cual disciplina, sino que su vocación era proporcionar un impulso global a los hombres.
La primera y más significativa obra que conocí fue Cómo explicar los cuadros a una liebre muerta. Beuys llevó a cabo esta acción el 26 de noviembre de 1965 en la Galería Shmela, en Dusseldorf. El artista se presentó vestido como de costumbre, con pantalones y chaleco, pero esta vez sin sombrero. Tenía la cabeza embadurnada de miel y polvo de oro y en sus brazos cargaba una liebre muerta. Al iniciar la acción, que duraría 3 horas, Joseph se paraba enfrente de cada cuadro expuesto para explicárselos a la liebre. En un momento dado se sentó y debajo del asiento había un hueso que contenía un micrófono conectado a una radio, cuya misión era retransmitir las explicaciones de Beuys al animal. Su búsqueda apuntaba a elevar al público a otros niveles de comunicación. Este tránsito protagonizado por la liebre era una metáfora de la transformación del pensamiento humano.
Al conocer al artista me pregunté si él era realmente un chamán que se comunicaba con los animales y con la naturaleza. Después comprendí que Beuys era un maestro, que intentaba transformar su estructura de pensamiento y así también el de una liebre, un coyote, sus alumnos y la de todo el pueblo alemán. Pretendía que, al enfrentarnos con su obra, no intentemos comprender todo, sino que por el contrario podamos mirar el arte desde un lugar más amplio, donde algunas cosas no tienen explicación lógica. A partir de su experiencia con los nómades que lo curaron, el artista quiere representar una y otra vez aquello que transformó su vida.
Sentí un alivio al encontrarme con este artista que trataba de curar “la herida” del mundo y que a pesar de que muchos no lo entendían, insistía, sin ser un chamán, un médico o un mago y se ponía en el rol de sanador, siendo él un escultor. Eso fue lo que quiso decirme mi amigo: no necesitaba ser enfermera para hablar sobre medicina. Entendí que lo importante era mi necesidad o impulso de plasmar aquello que me perseguía y que, si no lo hacía, quizá podía escapar.
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