MúSICA > JOHNNY CASH Y PETER GABRIEL HACEN COVERS
De uno, sale a la luz lo que juran es lo último que queda inédito tras su muerte: el sexto volumen de ese extraordinario cancionero que son sus American Recordings. Del otro, su primer disco de estudio en casi una década, dedicado también a las canciones ajenas. Johnny Cash y Peter Gabriel vuelven a dar cátedra.
› Por Rodrigo Fresán
Juancito y Pedro se fueron al río. Juancito se ahogó. ¿Quién quedó? No es tan sencillo precisarlo aunque parezca lo contrario. Por un lado Juancito está muerto. Y los muertos flotan. Por el otro, Pedro –alguna vez el más vivo y vivaz de todos– ya hace tiempo que no parece demasiado interesado en nadar en ese torrente que alguna vez fue suyo y donde marcaba mareas y crecidas. En cualquier caso, aquí vienen y vuelven Johnny Cash y Peter Gabriel cantando canciones que no son suyas, pero la gracia está en aferrarse a ellas para no hundirse, para competir con las sirenas, para hechizar a quienes las escuchan desde orillas cada vez más inundadas.
“No hay tumba que pueda mantener enterrado mi cuerpo”, es lo primero que oímos en American VI: Ain’t no Grave, el último con, se asegura, lo último que queda de los restos inmortales Johnny Cash. Esa voz, esas canciones, ahora cubiertas por una foto del Cash niño y, otra vez, abundancia de material de otros (que va del traditional a Sheryl Crow), algún original deslumbrante (su reescritura y arreglo del “I Corinthians 15:55”) para el capítulo final de una saga apasionante. Y si bien los puristas acusan al productor Rick Rubin de haber manipulado a Cash obligándolo a cantar cosas que no podían interesarle demasiado (y, de haber seguido de este lado, tarde o temprano le hubiera llegado el turno al “Chiquitita” de ABBA); lo cierto es que los ahora seis volúmenes (mis favoritos son el primero y el cuarto) más la caja Unearthed con otros cinco cd han hecho de la serie American Recordings uno de los songbooks más trascendentes y sólidos y sorprendentes en la historia de la música popular norteamericana. Y, de acuerdo, Rubin pudo haber tenido la maquiavélica y frankenstiana astucia de haber rescatado a un prócer de los antepasados en 1994 y, hasta su deceso en 2003, reconvertirlo en el más cool abuelo gótico poniéndolo a versionar a artistas como Beck, Trent Reznor, Nick Cave, Sting, U2, Bruce Springsteen, The Beatles, Depeche Mode, Leonard Cohen, Nick Lowe, Tom Waits (se sabe que sólo se negó terminantemente al “Imagine” utópico-solipsista de Lennon porque no le causaba ninguna gracia eso de “Imagina que no hay religión”), mientras, casi casualmente, ofrecía maravillas propias como la asesina “Delia’s Gone” y la apocalíptica “The Man Comes Around”.
American VI arranca con la mortuoria y tradicional “Ain’t no Grave” –que viene a ser aquí el equivalente a “Hurt” o a “God’s Gonna Cut You Down”– y el resto vuelve a concentrarse, como ya sucedía en el ya póstumo American V: A Thousand Highways de 2006, en la inminencia de su muerte luego de la muerte de su amadísima June. Así, vuelve a grabar el clásico “A Satisfied Man” y se despide del todo con la trilogía armada por “Cool Water”, “Last Night I Had the Strangest Dream” y la juguetona y hawaiana “Aloha Oe” rumbo a un paraíso de cocos y palmeras. O a la eternidad computarizada de Guitar Hero en la que un joven Johnny Cash sigue saliendo a tocar “Ring of Fire”, noche tras noche, en los livings del universo.
En los últimos tiempos, el nombre de Peter Gabriel ha sonado más en una canción de los muy hot Vampire Weekend que en un disco suyo. Así, en la saltarina “Cape Cod Kwassa Kwassa” escuchábamos y escuchamos eso de “Se siente tan poco natural / También Peter Gabriel” en boca de una banda que, sí, les debe mucho a Gabriel y su descubrimiento del ritmo mundial. Y Peter Gabriel –devolvió el golpe, juguetón pero también remarcando territorio– grabando cover de “Cape Cod Kwassa Kwassa” pero corrigiendo y mejorando el verso a su medida: “Y se siente tan poco natural / Cantar tu propio nombre”, sonrió.
Lo que no quiere decir que Scratch Your Back -–su flamante álbum de versiones– no sea cosa seria y, también, justiciera, poniendo con elegancia y finura inequívocamente gabrielianas las cosas en su lugar. Para este proyecto –que tendrá, a finales de año, una segunda parte llamada I’ll Scratch Yours donde los ahora versionados versionarán a Gabriel–, el anfitrión armó un repertorio compuesto por primos mayores (Randy Newman, Lou Reed, Neil Young, Paul Simon y The Kinks en la versión con bonus tracks), colegas de carretera (David Bowie, Talking Heads), hijos dilectos (Radiohead y Elbow) y lo más granado entre los nietos indies-de luxe (Bon Iver, Regina Spektor, Arcade Fire y The Magnetic Fields). Pero es, ante todo, un disco nuevo de Gabriel. Y es el disco que Gabriel no había grabado hasta ahora. Casi un unpluugged donde predominan el piano y las cuerdas (arregladas por John Metcalf, de Durutti Column), ¡¡¡cero percusión!!!, se potencia la voz y se profundiza en las atmósferas de temas como la versión acústica de “Here Comes the Flood” o “Mother of Violence”. Scratch Your Back es también –y ahí reside su interés y el disgusto que ha causado a muchos tachando a todo el asunto de “deprimente” y “monótono”– la puesta en práctica de la petergabrielización radical y absoluta de himnos que se antojaban intocables. Basta con apreciar el modo en que reduce la épica del “Heroes” de Bowie a un lamento bajo la influencia de relajantes musculares. O el respeto ante lo inmejorable. Y ahí están la magistral “I Think It’s Going to Rain Today”, de Randy Newman, o la “Philadelphia”, de Neil Young, o la “Waterloo Sunset”, de Ray Davies, que, en la voz de Gabriel, producen casi, casi dije, el espejismo de haber sido siempre suyas y versionadas por otros. O la manera en que hace soplar a su manera el “Listening Wind” de Byrne & Eno. O el acaso inconsciente ajuste de cuentas (“The Boy in the Bubble” de Paul Simon) donde parece sonreír un “Amiguito, yo fui a Africa antes que tú y ahora te paso factura”. Y tal vez lo mejor de todo esté en “The Book of Love”, de Stephin Merritt. Pero Scratch Your Back es uno de esos discos que cambian o mejoran o desconciertan con cada audición mientras afuera llueve y no deja de llover.
Lo cierto –recalcan los detractores de Scratch Your Back– es que no hay disco-disco de Gabriel desde 2002 (hubo, sí, canciones en películas, el proyecto colectivo Blue Ball, DVD de gira) y el alguna vez referente parece conformarse con ser referencia en hit de chicos jóvenes y talentosos. Y le sugieren –como parece haber hecho Bowie– no mostrarse si no tiene nada nuevo que mostrar. Discrepo: Scratch Your Back es lo nuevo de Gabriel aunque no sea suyo.
Y es una pena –hubiera cerrado el círculo– que el primero no haya llegado a grabar “Don’t Give Up” o “Red Rain” y que al segundo se le haya pasado retorcer “I Walk the Line” o vestir “Man in Black”. Pero son detalles en el aire, deseos en la imaginación. Ya se sabe: “amigos de la propiedad ajena” es el largo y distraedor eufemismo a la hora de evitar el sintético ladrón. No fue ni es el caso con Johnny Cash ni Peter Gabriel. Por lo que –luego de escuchar American VI: Ain’t No Grave y Scratch Your Back– de frente o de espaldas, lo más justo es dejarlos en amigos a secas, mojándose en ese río que –como la canción– es siempre el mismo.
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