Dom 14.03.2010
radar

Un símbolo de paz

› Por Florencia Vasquez y Agustin Manfredi

La ruta a Haridwar presenta un panorama épico. Multitudes avanzan en una nube de polvo de toda forma imaginable: a pie, descalzos, en bicicleta, a caballo, en moto, en tractor, en camiones, en trenes, en autobuses, en aviones. Peregrinos llegan de toda la India para ser protagonistas de la mayor congregación religiosa del mundo. El Kumbh Mela se celebra cada tres años en cuatro ciudades sagradas alternadamente: Allahabad, Nasik, Ujjain y Haridwar. En 2001 congregó a 70 millones de personas.

El Kumbh Mela, o reunión del cántaro, celebra la victoria del Bien sobre el Mal. Los hindúes creen que sumergirse tres veces en las aguas de los ríos sagrados los liberará del ciclo de nacimientos y muertes, así como quitará sus pecados o karmas.

Su origen se pierde en los tiempos védicos. El primer registro aparece en las memorias del viajero chino Hiuen Tsang, en el 643 d.C.

En el siglo VIII, el gran santo Adi Shankar, frente a la creciente influencia del budismo, popularizó este encuentro y creó siete akharas, literalmente arena de lucha, en las que se agrupaban las familias de sadhus. Estos hombres santos renuncian a la vida material y los apegos para dedicarse a la búsqueda del Ser. Se retiran a vivir en cuevas en los Himalayas, en templos, en bosques, o peregrinando ininterrumpidamente. En estas agrupaciones eran formados como guerreros para defender la religión. Durante la feria se reúnen para intercambiar conocimientos, discutir las doctrinas religiosas y los textos sagrados. Participar de los baños reales o Shahi Snan es la razón principal por la cual las akharas se congregan durante tres meses, entre el 14 de enero y el 28 de abril, a orillas del Ganges. Tres fechas fueron designadas por los astrólogos según las disposiciones planetarias para realizar los baños reales: el 12 de febrero, el 15 de marzo y el 14 de abril. Durante Shivaratri, cuando se celebra el casamiento de los dioses Siva y Parvati, el 12 de febrero, se congregaron aproximadamente 55 millones de personas en Haridwar y sus alrededores.

Los dharamsalas, albergues de peregrinos, alojan gratuitamente y sirven comida. Los hoteles elevan sus precios y se llenan. Se improvisan tiendas, carpas y todo tipo de refugio para pasar la noche. Muchos duermen en las calles sólo cubiertos por frazadas o abrigos. La actividad parece no tener fin y la intensidad del tráfico vehicular y ambulante continúa durante el día y la noche. El centro de atención son los campamentos de sadhus, que conforman una ciudad paralela. Cada akhara tiene asignado un campamento, compuesto de innumerables tiendas en las que viven el gurú y sus discípulos. Las carpas están decoradas con guirnaldas de luces coloridas, telas con estampados estridentes y geométricos, alfombras y almohadones. En su interior todo está dispuesto alrededor del dhuni, fogón donde siempre se mantiene encendido el fuego sagrado. Junto a él, el trishul, tridente símbolo de Siva (dios hindú destructor de las tres impurezas: egoísmo, acción con deseo e ilusión), imágenes de múltiples deidades y retratos de los gurúes.

Los peregrinos visitan los campamentos para recibir las bendiciones de los santos los días previos al primer baño real. Los sadhus dan prasad, el alimento que se ofrece a las deidades, y aplican tilak en la frente con cenizas de sus dhunis mientras los devotos se prosternan y hacen donaciones.

Los naga babas permanecen junto al fogón, cubiertos sus cuerpos de cenizas, completamente desnudos y en silencio. Contemplando, fuman interminables rondas de chillum (tubo largo de arcilla) cargados de marihuana, que creen ayuda en el camino a la iluminación. Hay quienes realizan penitencias extremas. Se mantienen de pie durante años y duermen apoyados sobre un palanquín, o no usan ropa y se curten a la intemperie, algunos nunca descienden de sus cuevas, donde viven en constante meditación, y otros practican mouna o voto de silencio. Una de las tapas (penitencias) más increíbles es la que hace 32 años lleva adelante Mant Amar Barti. Consiste en mantener el brazo derecho levantado, por lo que está calcificado y de los dedos de su puño cerrado descienden unas larguísimas uñas enroscadas. Mant Amar Barti sacrificó su brazo para que en el mundo haya paz. La paz todavía no ha llegado.

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