Dom 02.05.2010
radar

ALAN SILLITOE (1928 - 2010)

Sábado a la noche, domingo a la mañana

› Por Alan Sillitoe

Una vez rebelde, siempre rebelde. No se puede evitar. No se puede negar. Y es mejor ser un rebelde para demostrarles que no rinde intentar domarte. Las fábricas y los convenios laborales y las compañías de seguros nos mantienen vivos y coleando –o eso dicen– pero son trampas que te tragan como arenas movedizas si no sos cuidadoso. Las fábricas te hacen transpirar hasta morir, las negociaciones laborales te hacen hablar hasta morir, y la oficina de impuestos te ordeña el sueldo y te roba hasta morir. Y si te queda algo de vida en el cuerpo después de todo esto, el ejército te recluta y recibís un balazo y morís. Es dura la vida si no cedés, si no evitás que el gobierno te hunda la cara en el barro, aunque no hay mucho que puedas hacer si no empezás a juntar dinamita para volarlo por los aires. Te gritan: “Votá por mí, y esto y aquello”, pero al final es lo mismo por quién votás porque termina en un gobierno que te llena de sellos hasta que no te podés ver la mano, y lo que es peor, te convence de que les permitas seguir haciéndolo. Te agarran por las bolas, por la espalda y por la cabeza, hasta que están seguros de que vas a responder a su silbido.

Pero escuchame: esos son mis mejores amigos, porque me hacen pensar, y ése es su gran error, porque sé que no soy el único. Un día van a ladrar y no vamos a correr al corral como ovejas. Un día van a sacudir sus linternas y van a aplaudir y van a decir: “Vamos, muchachos. Formen fila y retiren su dinero. No vamos a dejar que mueran de hambre”. Pero a lo mejor algunos de nosotros preferiremos morir de hambre, y entonces va a ser cuando empiecen los problemas.

... Y espero no estar acá para verlo, pero sé que voy a estar. Soy un cabrón tratando de cagar al mundo, y no se sorprendan, porque eso es lo que el mundo está tratando de hacerme.


Este fragmento pertenece a Sábado a la noche, domingo a la mañana (1958), la primera novela del escritor inglés Alan Sillitoe. Sillitoe fue uno de los pioneros de la ficción británica que rompieron el molde creativo en un país que entonces permanecía enfrascado en los problemas de la clase media de posguerra y el conservadurismo de sus costumbres (buena parte de esa generación luego fue conocida como Los jóvenes iracundos). La novela irrumpió con un retrato del lúgubre aislamiento de la clase trabajadora de los Midlands (centro del país) y se convirtió en un best-seller. Un año después, fue seguida por una colección de cuentos. El más largo de ellos, “La soledad del corredor de medio fondo”, concentró la mirada en esa clase trabajadora gris y desprotegida, a través de un interno de reformatorio que halla la posibilidad de libertad a través del entrenamiento para una carrera contra los estudiantes de una escuela de clase alta. “No soy corredor –diría Sillitoe años después–, excepto en el recuerdo de fugar de la policía, en mi juventud.” El domingo 2 de marzo de 2008, Radar publicó una entrevista que le hizo Andrew Graham Yooll en su casa de Londres.

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