EL HOMBRE DETRáS DE LA MIRO Y SU FABULOSA ORQUESTA DE JUGUETE
Tras un nombre que amenaza con esconder numerosos miembros de pretensiones lúdicas, se esconde un cantautor platense que, tras varias grabaciones caseras, presenta su primer disco de estudio con canciones de las mejores: esas que parecen complejas y sencillas a la vez. Esta semana, Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete se presenta en Buenos Aires. Conozca a Ramiro García Morete.
› Por Martín Pérez
Cuando Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete suban al escenario del Zaguán Sur el próximo viernes, no hay que esperar ver a un grupo de playmobils moverse espasmódicamente, como una bizarra versión local de Kraftwerk. Los muñequitos sólo protagonizan el simpático video del tema “Caer”, que circula por Internet y sirve de presentación al álbum debut del grupo. Sin embargo, la imagen justifica su bautismo para el que no conozca al grupo: ahí está la orquesta de juguete, en la pantallita del YouTube, moviéndose al ritmo de un tema pegadizo y con un bajo algo machacante, que ubica claramente a la banda dentro de la tradición pop más platense. Pero, atención, porque Miro es otra cosa. De hecho, Miro es también Killa Mista. O El Gran Pez. O el Mister. Todos ellos, además, son apenas Ramiro García Morete, el nombre escondido detrás de todos esos juguetones heterónimos, chiste de amigos que apenas si alcanza a explicar la pasión de este secreto cantautor platense, que no puede dejar de escribir canciones. O no podía, porque Ramiro asegura que hace un par de meses que no escribe, ni tampoco toca en vivo. “Ya escribí demasiadas canciones malas, es turno de hacer canciones buenas”, asegura enigmáticamente, con la seguridad que da tener desde hace varios años circulando media decena de discos con grabaciones encontradas varias. El admirable y flamante El camino es su álbum debut, su primer disco de estudio, con un repertorio seleccionado entre lo mejor de aquellas cintas, en el que canta con una seguridad envidiable al tiempo que de pronto también se permite cierto candor propio de un principiante. Pero en donde este músico de 28 años se demuestra como un cantautor aplomado, capaz de soportar comparaciones directas con Andrés Calamaro, Nacho Vegas e incluso Bob Dylan, especialmente en una canción admirable como “Positivamente Calle 44”, y salir airoso de todas ellas. “La canción es el único lugar en el cual, a pesar de la vulnerabilidad y la confusión, es posible estar a salvo. Además, es lo único que no puedo dejar de hacer, y por ende lo tengo que defender a muerte”, asegura Ramiro, autor de más de un puñado de canciones que realmente se defienden solas.
El juguete curioso Alguna vez, asegura, llegó a dejarse la guitarra olvidada en otra casa, para así poder dejar de componer por un tiempo. Pero siempre vuelve. Por eso es que asegura que hace tiempo se hizo cargo de que nunca va a ser el dibujante que soñó desde chico. O el diez de Boca. O base de Los Angeles Lakers. Lo suyo, lo tiene bien claro, es escribir canciones. “Aunque si le pongo garra, tal vez podría tener todavía una posibilidad con el dibujo”, bromea. “Porque para diez de Boca está Riquelme, y la NBA me queda un poquito lejos.” Criado a base de Mafalda, y con una estatura que lo señaló para el básquet hasta que decidió que prefería las salidas del fin de semana antes que el encierro previo a cada partido, el cantautor detrás de la Orquesta de Juguete confiesa que la leyenda familiar lo ubica inventando canciones desde su más temprana edad. “Y vino doña Tota/ y me dejó en pelotas” es el estribillo de un hit repetido en fiestas familiares, por ejemplo. A los 7 años llegó incluso a formar su primer grupo, Los Batilocos, del que formaban parte su hermano mayor y el futuro baterista de Sr. Tomate. Su primer disco fue un grandes éxitos de Queen, en los “malones” esperaba los lentos de Phil Collins, y sus primeros recitales fueron los más raros, los que se armaban en la casa del futuro guitarrista de Perrodiablo, donde –asegura Ramiro– germinaron las semillas de muchas bandas que están tocando hoy. Así como la vida lo llevó hasta la Facultad de Periodismo (“donde nunca estudié nada: en los cuadernos de entonces sólo tengo caricaturas de mis compañeros y los profesores”) también lo integró en una banda, que aún no se llamaba La Colifa. “A pesar del nombre, quiero creer que éramos más Visitantes que Piojos”, precisa, y recuerda el momento clave en que faltó el cantante y él se atrevió a dar un paso adelante. También anunció que tenía un tema, llamado “Al mazo”. Lo presentó, gustó, y quedó. “Ensayamos un año, salimos a tocar y no nos fue mal. Incluso nos fue mejor de lo que nos merecíamos”, se ríe Ramiro, que explica que el grupo no tuvo una separación formal, sino que se fue disolviendo casi naturalmente. La vida, nomás. Así que no tuvo otra opción que la de empezar a grabar solo esas canciones que le llenaban las manos. “No tenía plata, ni tiempo, ni banda”, cuenta, y confiesa que cuando completó los primeros cien temas sus amigos le regalaron El Salmón. “Grababa en un programa de sonido básico, con un micrófono común de PC, una guitarra con cuerdas viejas y un Casio Tone de tres octavas. Esa es la Fabulosa Orquesta de Juguete”, revela sonriente.
Mil voces en los caminos de la canción Una de las grandes cualidades que tienen las mejores canciones de Miro –además de las inevitables referencias a Dylan– es que son sencillas y complejas a la vez. Como si compusiese caminando, como alguna vez cantó Calamaro, y entonces los versos se le van. Hay una naturalidad en canciones como la épica “Muchachos”, que cierra apropiadamente Los caminos, que disimulan su inevitable ambición. “A veces me preguntan cuál es mi tema preferido y yo tengo ganas de responder como Johnny Cash en la película, y decir que cantaría ‘Muchachos’ en el momento de mi muerte, pero sólo para tener más tiempo, porque dura siete minutos”, bromea Ramiro, que asegura que su primer disco grabado como debe ser es un álbum de despedidas. Y por eso nada mejor que cerrarlo con “Muchachos”. Casi todos los temas que Ramiro grabó en Los caminos es posible encontrarlos en alguno de los compilados caseros que empezaron a sucederse después de que la difusión del primero, allá por el 2005, no lograse terminar con su carrera. “Porque eso fue lo que pensé: con esto me despido, ahora todos se van a reír. Pero no. Incluso llegaron a pasarlo en algunas radios de La Plata. Así que empecé a tocar en vivo”, explica el cantautor de las mil voces (“el Mister es el que más se parece a Dylan”, revela). Y aunque aún tiene que pagar lo que le costó grabar Los caminos, ya está pensando en el próximo disco, que será “más pretencioso y más arrogante, aunque sea líricamente”. Porque el sonido será el mismo. El de la Orquesta de Juguete. Sin ensayo ni pretensión de perfección alguna. Sólo salir a seguir las canciones. Que, como bien sabe Miro, conocen muy bien su camino. Y que, como decía Pasolini, recién cuando el camino termina es que comienza el viaje.
Miro y su Fabulosa Orquesta de Juguete toca este viernes 7 de mayo en el Centro Cultural Zaguán Sur (Moreno 2320, a las 22.30), como parte de la fiesta presentación del sello Uf Caruf, junto a la Orquesta de Perros. Su disco Los caminos se puede escuchar (y descargar de manera gratuita) en www.archive.org/details/LosCaminos_181
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