ENTREVISTAS > LEOPOLDO FEDERICO A LOS 83 AñOS: NO UN DISCO NUEVO SINO DOS
Es el bandoneonista vivo más importante de la historia del tango, y probablemente uno de los cinco fantásticos junto a Maffia, Laurenz, Troilo y Piazzolla. Pero además de intérprete, arreglador y director de orquesta, es un compositor extraordinario. El disco Raras partituras 6, que grabó junto a El Arranque, despliega un repertorio notable, desde su primer tango hasta dos zambas. Y su interpretación anuncia otro disco ya listo: uno a solas con Susana Rinaldi haciendo algunos de los grandes clásicos del género. A los 83 años, Leopoldo Federico repasa su vida, sus miedos y sus glorias.
› Por Mariano del Mazo
París, Mayo 2-7-81
Querido Leopoldo: Creo que es la primera vez que te escribo. De todos modos, nunca es tarde. Aparte de toda nuestra vida como músicos, existe la amistad y mi admiración hacia tu manera de tocar, de adentro para afuera y sin miedo a equivocarte, como la mayoría. Te envío este humilde homenaje a los dos grandes del bandoneón, Maffia y Laurenz, a vos gordo, que lo podés tocar como a mí me gusta. Si te viene mal llamalo a Héctor Varela, con el perdón de la mesa.
Te manda un abrazo sincero este amigo que te quiere.
Astor Piazzolla
pd: Sos el único que tiene esta música.
La carta del bandoneonista más prestigioso del planeta al bandoneonista más querido de la Argentina marca la importancia de la huella que Leopoldo Federico viene definiendo desde hace más de 50 años en la música popular. La carta acompañaba el original de la partitura del tango “Pedro y Pedro”, que Piazzolla compuso en homenaje a Pedro Maffia y Pedro Laurenz, fundadores de las dos escuelas bandoneonísticas de la Argentina. Y es el comienzo de un intenso intercambio epistolar que incluyó peleas, equívocos y básicamente un inquebrantable respeto mutuo. Su relación y su trabajo con Piazzolla conforma, apenas, una de las tantas capas de la geología del tango que cuenta con el aporte esencial de Leopoldo. Pensemos en alguien que además de integrar el revolucionario Octeto de Astor tocó en orquestas de Juan Carlos Cobián, Alfredo Gobbi, Osmar Maderna, Miguel Caló, Emilio Balcarce, Carlos Di Sarli, Horacio Salgán, entre otros; que protagonizó el último gran fenómeno popular de la historia del género junto a Julio Sosa; que tocó con Roberto Grela en un ilusorio reemplazo de Aníbal Troilo; que sigue dirigiendo su propia orquesta, la más longeva del tango; que por estos días junto a El Arranque lanzó el primer long play en vinilo tanguero de los últimos veinte años. Y más: ya tiene grabado un disco con Susana Rinaldi, sólo bandoneón y voz, que saldrá en un mes...
Todos los climas, todos los estilos: el tango total. Retirados Horacio Salgán y Mariano Mores, hoy Federico es la gran enciclopedia vivencial que tiende puentes hacia otras generaciones como un tahúr generoso que reparte barajas únicas, originales, de primera mano y que –en un ambiente de vuelo bajo, que se debate en la hoguera de vanidades y en un mercado minimizado por el “dos por cuatro” sólo potable de cara al exterior– ejerce ni más ni menos que la profesión de buen tipo, en las antípodas del “avivá giles”.
Sin embargo –cuerpo macizo, pullover a rombos, anteojos nouvelle vague– está diciendo que todo lo que pasó en su vida fue a su pesar, fruto del azar, que él es demasiado conservador, “cobarde yo diría”, que lo arrastran a hacer cosas, que tiene el sí fácil, que bueno, la gente lo quiere porque es un sobreviviente. Leopoldo Federico tiene, en la charla, una naturalidad desarmante. Apoltronado en su despacho de AADI (es presidente de la Asociación Argentina de Intérpretes) como si fuera una trinchera (debajo del escritorio, a un costado, siempre, el bandoneón), habla de Racing (“Es bueno ese Giovanni, ¿no?”), de la muerte de Pedro Dellacha (“don Pedro del área”) y de sus huesos. “Mi columna tiene todo. Para empezar, hernia de disco. El nervio ciático me comprime la médula, el médico me dijo que es quirúrgico. Pero ni loco. Tengo 83 años, un stent... Me recomendaron la pileta, pero no tengo voluntad. A la mañana cuando me levanto soy casi un paralítico, terrible. No puedo dar un paso, me duele, tengo una rigidez... Te juro por Dios, si no tuviera este problema me llevo el mundo por delante. Escuchame: me vengo manejando desde Ramos Mejía pero no puedo caminar ni una cuadra.”
¿Qué lo lleva a seguir?
–Es que yo no hago nada. No sé. Me proponen cosas y yo acompaño. Ya bastante laburo tengo con AADI. Fijate esto de los chicos de El Arranque. Son los demás que me enganchan, y yo me dejo enganchar. Me pregunto por qué seré tan negativo... A esta altura me tengo que convencer: es mi carácter. El ciclo que hice con los chicos del Tasso me devolvió a un plano que, en realidad, nunca tuve. Y esto de El Arranque es cartón lleno: Ignacio Varchausky me lo comentó y yo al principio iba a grabar algunos solos. Al final terminé grabando en todo el disco.
¿Cómo surgió el repertorio?
–No sé, fueron a buscar esos temas que ni yo me acordaba que existían... Y los arreglos que hicieron: uno mejor que el otro. Hasta rescataron dos zambas que escribí hace mil años. Yo nunca me quise meter en el folklore, es un género que hay que conocer, y habiendo un tipo como Dino Saluzzi... qué me voy a meter. Pero en su momento escribí esas zambas, no sé por qué.
El disco Raras Partituras 6 que firman Leopoldo Federico & El Arranque es una producción de Ignacio Varchausky, más TangoVía (que dirige el propio Varchausky), Epsa y la Biblioteca Nacional, e incluye una edición en vinilo. Rescata la faceta que menos valora de sí mismo Leopoldo (resuena el “no puedo ser tan negativo”): la de compositor. Destaca, en colaboración con Osvaldo Requena, “Milonguero de hoy”, “Evocando a Paquito Requena” y “Capricho otoñal”. Sorprende “A Ernesto Sabato”, cocompuesta junto a Raúl Garello y Roberto Grela (“en realidad Grela no hizo nada, fue una idea de Raúl”) y las dos piezas folklóricas con letras de Julio Fontana: “Zamba de la extranjera” y “Cuando te pienso en zamba”, que en el disco canta Noelia Moncada pero que Federico escribió pensando en Mercedes Sosa (“nunca me animé a pedirle que la cantara, ¿podés creer? Soy un tarado”). Figura el primer tango que reconoce el músico, “Póquer”, la endemoniada “Cautivante” y dos dedicados: “Es para Horacio Salgán” y “Milonga para Don Angel” (Villoldo). “Había escrito un tango previo a ‘Póquer’, uno que se llamaba ‘Patio porteño’... A los 17 años empecé a tocar en el cabaret, es de esa época. Es malísimo. Ni sé por qué le puse ‘Patio porteño’; ‘Póquer’ tampoco, si yo ni juego.”
¿A qué llama “un tango malísimo”?
–Estaba todo escrito en falsa escuadra. Yo a esa edad ni sabía dividir los tiempos, centrar los compases. Hay que saber escribir, no es fácil. Yo antes tenía un galponcito, de esos del fondo, donde uno guarda las herramientas, que lo usaba de estudio. Me encerraba ahí y estaba todo el día tocando, inventando arreglos, buscando ideas. Anotaba, trataba de seguir la idea, al otro día escribía cuatro compases más... Lo que te quiero decir es que me cuesta. Nunca pude escribir un tango de pe a pa. Yo primero soy bandoneonista, después director y al final, bien al final, compositor.
En un sabroso texto incluido tanto en la edición digital como en la analógica, el periodista Andrés Casak opina que Raras partituras 6 es, también, el rescate de una de las “figuras epigonales” del género. “La dimensión de Federico como intérprete, arreglador y director de orquesta tapó su rol como compositor. Si bien ha desarrollado una obra en distintas formaciones y épocas, es la primera vez que ésta es tratada de manera orgánica y sistemática.”
Ignacio Varchausky, director de El Arranque, completa el perfil de Federico y aporta datos del disco. “Hace años surgió la idea de que El Arranque hiciera un disco monográfico con la obra de Leopoldo. El se entusiasmó y dio luz verde al proyecto. Lo lindo fue que en una primera instancia sólo se comprometió a grabar algunos solos y nada más, después se fue calentando, se entusiasmó con los arreglos y acordó tocar todos los solos del disco. Al final, y fiel a su estilo temperamental y generoso, terminó tocando todo: los solos, los tuttis, las variaciones...”
¿Cómo se eligió finalmente el repertorio?
–Buena parte de material lo conocíamos a través de viejos discos descatalogados de los años ’70; por otro lado Epsa Publishing y el propio Leopoldo nos dieron temas inéditos de sus archivos y entre todo eso elegimos lo que más nos gustó. El criterio de selección fue el de aquel que hace un ensayo sobre la obra de un autor o compositor. Intentamos retratar los elementos más propios del Leopoldo Federico compositor y a la vez rescatar los costados menos conocidos de su personalidad, como “Zamba de la extranjera” o “Cautivante”, un tema de corte moderno, casi experimental. El momento más emotivo ocurrió con “Póquer”, una pieza inédita anterior a todo. Es un tangazo, no me voy a olvidar nunca el momento en que lo grabamos cuando Leopoldo dijo, antes de empezar: “Vamos muchachos, como en el cabaret”.
En la completa biografía El inefable bandoneón del tango de Jorge Dimov y Esther Echenbaum Jonisz (editado por Gourmet Musical), a propósito de la inclusión del tema “Nonino” (Piazzolla) en el primer disco al frente de su orquesta, harto de que atacaran a Astor, Federico dice: “Tocar algo de él era exponerse. A mucha gente que lo discutía yo le decía lo siguiente: ‘Vamos a olvidarnos de que Piazzolla es un músico que escribe y arregla tangos... ¿reconocen lo que él sabe de música?’. Algunos porfiaban que no, entonces yo retrucaba poniendo como ejemplo algún músico que a Piazzolla no le gustaba, tipo calesita: ‘Suponé que en vez de directores son neurocirujanos y vos te tenés que operar de un tumor, ¿con quién te operás, con el calesitero o con Piazzolla?’. Todos decían sin dudar: con Piazzolla”.
Su embelesamiento por Astor es determinante, más en su pensamiento e ideología musical que en su obra. Sin embargo, Federico no se nubla con el barniz de prestigio que otorga haber tocado con el compositor marplatense ni mucho menos con la deferencia con que lo trataba, como se puede observar en la carta que encabeza esta nota. Leopoldo rescata y otorga –al menos públicamente– idéntico valor artístico a cada una de las facetas de su trayectoria tanguística y reivindica su azaroso y muchas veces ocasional guía de cruce de caminos, esas intersecciones donde circularon tradicionalistas, orquestas puramente funcionales al baile, orquestas estables de radio, conjuntos de cámara para escuchar, duplas, cuartetos... “Me hago cargo de todo. No hago diferencia entre evolucionistas y no sé qué. No me interesa. Yo de chiquito, de muy chiquito, gracias a mi tío Chilo, reconocía todos los diferentes estilos y me sabía mil tangos. Y qué querés que te diga, a mí me gusta Salgán y también Di Sarli. Tuve la suerte de tocar con la gente que admiré. Para mí era como ser futbolista y jugar en Racing”.
¿Piensa que esa amplitud perjudicó su identidad como músico?
–No lo pensé. Yo estoy contento con lo que me tocó vivir. Ahora, si me preguntás dónde fui más feliz, te lo digo. Con Julio Sosa.
¿Por qué?
–Porque fue todo lo contrario a lo que yo pensaba. Sosa fue un amigo de todos nosotros, un apoyo. Y cómo sonaba. Recién venía escuchando en la radio “El último café” y le dije a mi nieto: “La puta, esta grabación tiene 50 años y parece que se hizo anteayer”. La sonoridad, el coro, la flauta, la voz de Sosa, la frescura. Era muy poderoso todo lo que pasaba con él. Ya el tango venía para la mierda y, a Julio Sosa, El Club del Clan ni le hacía cosquillas; al contrario, lo llamaban para ver si podía participar como invitado. En fin, después fue el accidente y así empezó la malaria.
Leopoldo Federico se para y pregunta: “¿Querés escuchar algo?”. Pone en el equipo un CD blanco y lo que se escucha es un fueye límpido y la voz de Susana Rinaldi en “La última grela”. Es el disco Entre dos, que saldrá en esta primavera, con producción artística de Alfredo Piro. Todavía no terminó de presentar el de El Arranque y ya está pensando en lo que viene. “Y bueno, son dos cosas diferentes. Me estoy dando todos los gustos. Con Susana nos pasa algo muy particular: tenemos una misma manera de sentir el tango, sabemos escucharnos el uno al otro. Ella viene a mi juego y yo voy al de ella. Escucho lo que grabamos y me emociono. Ojo, yo no estoy haciendo nada del otro mundo con mi bandoneón, pero hay una comunicación que solamente el que nos tiene muy junados se puede dar cuenta.”
¿Por qué?
–Es un misterio. Yo traigo el tema ya arreglado y me pongo a disposición de ella. Lo primero que me dice es: “No cambies nada”. Hacemos “Malena”, “El día que me quieras”, “Naranjo en flor”, un vals de ella llamado “Y París que vuelve”.
Susana Rinaldi opina que Leopoldo Federico es el bandoneonista más importante de la historia del tango. “Que me perdonen los que no pude escuchar. Lo pienso seriamente. Tiene un sonido único. Es un artista que juega con el bandoneón. Tiene algo muy sutil, que ayuda a crecer al que está cerca de él. Tiene una vitalidad increíble y un compromiso absoluto con la música. No lo digo por mí, pero creo que este disco apunta a la posteridad.”
Otra vez, Leopoldo: “La figura es Susana Rinaldi, yo estoy dos escalones abajo; cuando me toca hacer algo, un solo, lo que sea, trato de subirlos. Pero después vuelvo a bajar. Y ojo que no improviso nada: tengo todo escrito”.
Los caminos de Federico se bifurcan. Saluda a Horacio Malvicino, que anda por ahí, entre el archipiélago de oficinas de AADI: “Malveta, ¿después hablamos?”. Vuelve a Racing, a Giovanni Moreno: “Vi unas imágenes por tele. Es un crack”. A sus nietos, a sus hijos, a su mujer Norma Filomena Rainone: “El quilombo que fue casarnos. Norma es además mi prima hermana... La familia estaba en contra. ¡Casi dejo la música para conformarlos! Porque además de por el hecho de ser primos, los padres de Norma veían en el músico algo medio raro, que no llegaba a cerrar. La noche, el cabaret, la droga”.
A 65 años de sus comienzos, ¿cuál cree que fue el motor de su trayectoria?
–El miedo.
¿El miedo?
–Siempre tuve temores. El mayor miedo era no poder alimentar a mi familia. Por eso estuve tanto tiempo en orquestas estables de radios. Mi mujer, una santa. En una época trabajaba en el cabaret Tibidabo hasta las 5 y después tenía que estar a las 10 de la mañana en Radio Belgrano ensayando con los cantores. Vivía en Ramos Mejía, no tenía auto ni había autopista. Dormía tres horas por día... Claro, cómo no voy a tener problemas de columna.
¿Cuál es su mayor miedo actual?
–No poder subir más a un escenario. Me estoy preparando para ese momento, no falta tanto. Ahora mismo ya me cuesta mucho y no quiero dar lástima. No me gusta usar bastón. Así que, bueno, necesito siempre de alguien que me estacione el auto en la puerta de donde actúo, alguien que me suba al escenario... Qué se le va a hacer. Igual estoy tranquilo...
¿Por qué?
–Porque puedo tocar el bandoneón. Dejaré de actuar en vivo, pero el bandoneón no lo largo. El doctor me dijo que tranquilamente puedo tocar en una silla de ruedas. Me tranquiliza saber que el bandoneón va a estar siempre ahí, conmigo.
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