Se estrena Ciudad de Dios, la película que sacude a Brasil. Lula hizo declaraciones públicas después de verla. Uno de los narcos más poderosos del país apareció en la première. Los chicos de las favelas que actúan fueron ovacionados de pie en el Festival de Cannes. Su estreno consiguió poner en marcha programas sociales. Y su calidad es indiscutible: retrata con ferocidad la vida de tres niños a lo largo de tres décadas en el infierno del narcotráfico, la violencia, la miseria y una favela casualmente llamada Ciudad de Dios.
› Por Mariana Enriquez
Buscapé
Paulo
Lins, militante del PT y autor de la novela en que se basa la película,
vivió treinta años en Ciudad de Dios. Aún hoy vuelve seguido,
a visitar a su familia y amigos. Cuando todavía vivía allí,
participó en el movimiento negro, fundó un cineclub y una biblioteca
pública en su propia casa y logró entrar a la universidad. Entre
1983 y 1993 participó de un proyecto antropológico de la Dra.
Alba Zaluar e investigó la vida cotidiana en las favelas en relación
con el tráfico de drogas y la violencia. Pero decidió que su trabajo,
si se quedaba en lo académico, no podría contar lo que es convivir
desde la infancia con el miedo a ser asesinado, la educación criminal
de los chicos, la falta de opciones, la desesperación, ni explicaría
la fascinación y el terror que provocan los narcotraficantes. Por eso
se decidió a escribir una ficción, una historia de veinte años
de criminalidad en Ciudad de Dios (de 1960 a 1980) con un personaje como hilo
conductor, Ze Pequenho, un final de guerra entre pandillas que en su momento
trascendió a los medios brasileños y centenares de historias que
se entrelazan, nacen y mueren. Se tomó diez años para escribir
la novela, con una beca que le otorgó la universidad y el apoyo del crítico
literario Roberto Scwarz. La editó en 1997, y fue un éxito de
crítica y ventas. Hoy está muy conforme con el film (salvo porque
considera lombrosiano el tratamiento dado al narco Ze Pequenho),
que recortó y destacó algunos personajes de la novela, y eligió
como narradora Buscapé, un jovencito negro que no tiene pasta de delincuente,
quiere ser fotógrafo y huir de la favela. Muchos ven en Buscapé
un alter ego de Lins. El personaje de Buscapé dice Lins
no está inspirado en nadie en especial. Son millones las personas que
quieren cambiar de vida, que luchan, sueñan, desean y sufren en las malezas
de la segregación social, racial y económica. En las favelas,
existen muchos más Buscapés que Ze Pequenhos.
Mais
grande
Ciudad
de Dios es la película más vista en Brasil en los últimos
quince años: ya la vieron cuatro millones de personas y recaudó
más que la ganadora del Oscar Estación Central de Walter Salles.
Ciudad de Dios, la favela, es una en seiscientas en Río de Janeiro, apenas
un punto entre las miles de barriadas marginales donde viven cincuenta y cuatro
millones de brasileños. Ciudad de Dios, la novela, es una obra de seiscientas
páginas y doscientas cincuenta historias. Para adaptarla, audicionaron
dos mil niños y jóvenes de las favelas cariocas, y quedaron ciento
diez. No fue difícil encontrarlos. Una de cada cuatro personas en Río
vive en una favela, y un millón de ellos son jóvenes menores de
21 años.
Señores
de la guerra
Brasil
vive en una suerte de guerra civil no declarada. Basta recordar lo que sucedió
en Río de Janeiro hace apenas quince días. Meirelles, paulista,
se sumergió en esa realidad durante la preparación de Ciudad de
Dios, entre el 2000 y el 2001. La virtual guerra de Río es algo
que ahora vemos todos los días en los medios, pero no sé si tomamos
conciencia de su dimensión. Desgraciadamente, no puedo ver más
que perspectivas sombrías para los próximos años. La situación
es como un castillo de cartas que en cualquier momento se puede desmoronar.
En pocos años, la cocaína va a ser sustituida por drogas sintéticas,
es decir, se trata de un negocio en crisis, en manos de un gran ejército
armado y caro de financiar. Rinde cada vez menos. ¿Qué va a suceder
cuando el negocio entre en decadencia? ¿Cómo van a cerrar sus
cuentas esos ejércitos? Encarcelar a los líderes criminales no
es una solución, porque provoca inestabilidad, porque los menores van
a empezar a pelear entre ellos por el liderazgo. Y son de verdad muy jóvenes,
son niños. Intervenir con las fuerzas armadas en las favelas me parece
una barbaridad, porque la mayoría de la gente que vive allí es
honesta y no se la puede poner en riesgo. Y además, es arriesgado acabar
con el negocio del tráfico, porque para las comunidades significa un
ingreso. Yo no le encuentro solución. Salvo por el trabajo de la ONG
de las favelas. Ellos sí pueden gestar un cambio. Pero los procesos de
cambio son lentos.
La co-directora de la película, Katia Lund, había desarrollado
varios trabajos en Río y por ella lograron entrar a Cidade Alta, una
de las mayores favelas cariocas, y obtuvieron el visto bueno de los jefes. A
los cinco minutos de poner un pie en Cidade Alta cuenta Meirelles apareció
un chico con un arma gigantesca. Me encañonó. Por suerte estaba
acompañado, si no no estaría contando esta historia. No
se sabe cuán fuertes fueron los lazos entre la producción y los
señores de la guerra de las favelas. Pero Paulo Sergio Samino Magno,
uno de los narcos más buscados de Brasil, apareció en la fiesta
de estreno de la película. Fue detenido.
El
síndrome Pixote
En 1981,
Héctor Babenco estrenó Pixote, la historia de un niño delincuente
de las favelas y su trágica caída. El protagonista, Fernando Ramos
Da Silva, seleccionado entre más de mil chicos de los barrios marginales,
se convirtió en una estrella y vivió rodeado de lujos hasta que
cayó él mismo en la delincuencia. Murió en 1987, acribillado
por la policía. Fernando Meirelles y Katia Lund reunieron a ciento diez
actores no profesionales de distintas comunidades de Río de Janeiro,
y trabajaron con ellos durante ocho meses en un taller especial, enriqueciendo
el guión con sugerencias de los chicos, que conviven con la violencia.
Los resultados son asombrosos: en Ciudad de Dios la idea no es usar al actor
no profesional desde el naturalismo: actúan con sutileza, bajo
una dirección estricta; no son ellos mismos. La mayoría
son integrantes de Nos do morro, la ONG de resistencia y acción
cultural del trabajador social Guti Fraga en Vidigal. La única
solución para Brasil sería clonar a Guti, dijo Fernando
Meirelles. Basta conocer a los chicos que se desenvuelven en su proyecto
para percibir la diferencia y el avance que acciones como ésta logran.
Durante doce años Guti organizó Nos do Morro prácticamente
solo. Hace sólo dos años que recibe un pequeño apoyo de
Petrobras. En nuestro taller de preparación de actores, se destacaban
los que venían del grupo de Guti: los chicos tenían mayor autoestima,
perspectivas de vida, voluntad de cambiar las cosas y construir un futuro. Están
informados, son críticos, y su entusiasmo es arrebatador.
Meirelles y Lund le tienen terror a la perspectiva de que alguno de sus actores
tenga el final trágico de Ramos Da Silva. Sería muy ingenuo
pensar que ninguno de mis actores puede seguir el camino de Pixote, dice
Meirelles. Pero vamos a tratar de evitarlo. A los que quieran entrar a
la Universidad les pagaremos la carrera, y estamos en contacto con los más
chicos para que sigan con la escolarización. Además de los tres
protagonistas, necesitábamos unos cien niños familiarizados con
la violencia. Son muchos. Nos hicimos cargo de ellos, les pagábamos el
transporte, les dimos clases. Creo que gracias a la película la mayoría
va a convertirse en actor profesional. Leandro Firmino Da Hora, que interpreta
Ze Pequenho en la infancia, está haciendo una obra de teatro con mucho
éxito. Antes de empezar Ciudad de Dios quería ser militar, no
había actuado nunca, y ahora está contento de haber descubierto
que tiene tanto talento. En Cannes, los actores Leandro Firmino Da Hora,
Alexandre Rodrigues, Jonathan Haagensen y Robderta Rodrigues recibieron, emocionados,
una ovación de pie, durante más de diez minutos.
Operativo
Rescate
Brasil
vive en estado de debate por Ciudad de Dios. Un debate que desmenuza las cualidades
artísticas y la relevancia social de la película en un momento
de convulsión y cambio político. El astro del hip hop MV Bill,
residente de Ciudad de Dios, es uno de los críticos de la película:
publicó una suerte de carta abierta donde denuncia que hay mucho más
que violencia en la favela, y que el film sólo estigmatizará aún
más a sus ciudadanos. El propio Paulo Lins le contestó: Está
claro que ni el film ni el libro retratan la violencia en la favela, porque
no se trata ni de un documental ni de una investigación sociológica.
Es ficción basada en algunos hechos y personajes reales. Mi compromiso
es con lo real de la obra de arte y no con la realidad histórica que
como ciudadano quiero cambiar. Y los habitantes de Ciudad de Dios no tienen
por qué avergonzarse. Los que deben sentir vergüenza cuando ven
la película son los que perpetúan la pobreza, los que discriminan
por el color de la piel y el origen social, los especuladores que se enriquecen
con la miseria ajena. Ellos están estigmatizados. Y yo no digo que la
pobreza lleva inevitablemente a la vida criminal. Pero ayuda. Ayuda bastante.
La película y la polémica aceleraron un programa del gobierno
para la prevención y el combate de la violencia en Ciudad de Dios. Ya
comenzó a montarse un centro multimedia para jóvenes y mujeres
con capacitación profesional, y otras medidas en las que intervienen
los ministerios de Cultura, Acción Social, Educación y Deportes,
además de las secretarías de Seguridad y Derechos Humanos. Para
mejorar las condiciones de vida e interactuar con los habitantes de la favela,
ya organizados en la Asociación de Moradores de Ciudad de Dios, se convocó
a investigadores de la Universidad de San Pablo. El programa, claro está,
se extiende a muchas otras favelas del país, y tiene como base otorgar
existencia legal a sus habitantes, por lo general no censados, en un esfuerzo
de integración, y darles trabajo y amparo legal a jóvenes involucrados
con la violencia. La inversión en Ciudad de Dios alcanza los nueve millones
de reales. El propio Lula, durante la campaña presidencial, hizo declaraciones
después de ver la película en San Pablo. Dijo: El problema
de la violencia no puede ser resuelto con represión policial, pero es
preciso darles a esos jóvenes abandonados de las periferias de Brasil
mejores oportunidades para que encuentren un camino mejor que el que les ofrece
la criminalidad. La película es un perfecto retrato de la marginación
cultural de muchos ciudadanos brasileños. Tiene que hacernos pensar en
formas de combatir esa marginación. La ex gobernadora de Río
de Janeiro Bendita Da Silva, hoy ministra de Gobierno de Lula, le dijo a Lins
cuando salió del cine que ella había perdido a dos parientes en
el infierno de violencia urbana de las favelas. Y que Ciudad de Dios era un
retrato de su vida.
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