Después de Boogie Nights y Magnolia, que lo encumbraron en el ranking del cine independiente norteamericano, Paul Thomas Anderson estrena Embriagado de amor, una comedia kafkiana que despelleja vivo el género romántico y repatria a Adam Sandler de la colonia de bobos a la que parecía condenado. Todo sobre el film que no ganará ningún Oscar.
› Por Rodrigo Fresán
LA
PELíCULA
Nada
es más importante que esta película..., dijo días
atrás el joven director de cine norteamericano Paul Thomas Anderson,
a partir de ahora P.T. Lo gracioso es que lo dijo con el mismo acento y dicción
de Colin Powell a la hora de justificar un próximo ataque a Irak. P.T.
dice eso y, claro, risitas nerviosas luego de haber visto una película
enervante. Porque a Embriagado de amor se le pueden endilgar varias definiciones:
es la comedia que habría escrito Kafka de haber sido contratado por los
grandes estudios de Hollywood, un musical clásico de la MGM, con Astaire
& Rogers pero sin números musicales, un film dogma nada dogmático,
una remake de Barton Fink que no tiene nada que ver con Barton Fink. Y demasiados
adjetivos: extrema, menor, magistral, caprichosa, desconcertante, rara, imprevisible.
Pero enervante es el que mejor le queda. P.T. va todavía más lejos:
Hice esta película para asustarme a mí mismo. Pocas cosas
asustan más que una love story.
Todo, absolutamente todo, es enervante en Embriagado de amor: la trama (que
narra la historia de un tipo a punto de enloquecer desde hace años, moviéndose
entre la absoluta docilidad y los arranques de furia casi asesina, entre la
timidez extrema y una desinhibición que le permite bailar por los pasillos
de un supermercado); la fotografía (que muestra a una feísima
Los Angeles por dentro y por fuera, combinándola con paisajes dignos
de fotografía de Andreas Gursky y un Hawai cliché y kitsch); la
dirección de arte (que incluye inserts de bandas de colores obra
de Jeremy Blake, diseñador de la portada del último álbum
de Beck, Sea Changes para anticipar los estados de ánimo
del protagonista); la canción (aquella chirriante He Needs Me
compuesta por Nilsson que Shelley Duvall le cantaba a Robin Williams en la desafortunada
Popeye de Robert Altman); la música de Jon Brion (atmósferas percusivas,
hawaianas, muzak con guiños a Randy Newman, Brian Wilson, Van Dyke Parks
y los Beatles de Rubber Soul y Revolver). Y, por supuesto, el personaje...
EL
PERSONAJE ...
que,
ya se dijo, se llama Barry Egan y, no se dijo todavía pero lo digo ahora,
está interpretado por Adam Sandler. ¿Y hay algo más enervante
que Adam Sandler besándose (uno de los besos más lindos de la
historia del cine) con Emily Watson (que a mí me pone muy nervioso) en
una película de amor? Una película de amor que incluye entre
muchas otras cosas las burlas de siete hermanas monstruosas, una paliza
de cuatro hermanos mormones, el acoso extorsivo de una operadora de hot-line,
la mirada estoica de Luis Guzmán (a quien deberían darle ya mismo
el Oscar al Mejor Luis Guzmán), la frase A veces no me gusto a
mí mismo, ¿puedes ayudarme? susurrada a un cuñado
dentista para después romper en llanto, los gritos de Philip Seymour
Hoffman en el rol de un siniestro vendedor de colchones y un nutrido reparto
incluidas las siete hermanas monstruosas y los cuatro hermanos mormones
compuesto por novatos que se ponen por primera y última vez frente a
una cámara de cine. Y Adam Sandler.
P.T. creó a Barry Egan para que lo interpretara nada más y nada
menos que Adam Sandler (P.T. suele escribir sus guiones con los actores que
quiere ya en su cabeza; P.T. odia las sesiones de casting y es famoso por parar
personas en la calle y preguntarles si quieren aparecer en una película
en papeles de reparto). Así que, cuando se supo de Embriagado de amor,
la pregunta del millón fue: ¿por qué y para que quería
P.T. a alguien como Adam Sandler?
Ya saben: los muchos fanáticos de Adam Sandler aseguran que es el nuevo
Jerry Lewis, mientras que los no menos numerosos detractores de Adam Sandler
no tienen la menor duda de que es el nuevo Jerry Lewis. Aunque con polaridades
diametralmente opuestas, unos y otros se apoyan para estar de acuerdo en algo:
la sublime idiotez de películas un tanto inasibles como El cantante de
bodas (promotora de la figura del antihéroe pero, atención, del
antihéroe mediocre), Little Nicky (donde Sandler es el hijo tonto del
diablo), The Water Boy (que deconstruye en clave freak la comedia estudiantil
americana para convertirla en algo todavía más imbécil),
Un papá genial (las desventuras de un soltero al que le encajan un chico,
ya saben...), Mr. Deeds (o la reformulación de la mística de Frank
Capra, sólo que sin mística) y, próximamente, en Anger
Management, la última víctima de Jack Nicholson. Y aun así
Adam Sandler tiene algo.
Como tantos otros, Adam Sandler (Brooklyn, 1966) surgió del legendario
programa de televisión Saturday Night Live, donde no hace
mucho lo vi cantando una cancioncita, Mi suéter color naranja,
que podría ser un clásico de Jonathan Richman. Adam Sandler se
parece mucho a Richman: esa voz de nariz llena de mocos, ese aire infantil o,
si se prefiere, de Peter Pan lobotomizado... En cualquier caso, todo lo que
hace Adam Sandler tiene éxito y P.T., que es fan de Adam Sandler, lo
llamó para que hiciera de Barry Egan en Embriagado de amor. Y Adam Sandler
dijo que sí y, sí, hay una extraña lógica en que
Sandler sea Egan, y hay una lógica todavía más extraña
en el hecho de que, en una escena donde Barry Egan le da un puñetazo
a una pared, las heridas sangrantes en sus nudillos deletreen la palabra LOVE,
como en La noche del cazador. Todo esto para decir que Embriagado de amor como
suele ocurrir en las películas de P.T. termina imponiendo su propia
lógica.
A propósito: el personaje de Barry Egan está basado en una persona
real. Lo de las etiquetas de los envases de pudding y todo eso es cierto. P.T.
cuenta que supo de él por una noticia en el diario y que se le ocurrió
la idea para la película y que terminó conociéndolo y que
es un tipo normal, un ingeniero civil que vive en California y compró
12.150 puddings marca Healthy Choice por 3 mil dólares y lo primero que
hizo al validar su millón y fracción de millas aéreas fue
volar a Suiza para comprarse un Volvo. Los Volvos en Suiza son 500 dólares
más baratos que en Estados Unidos.
Sean sinceros: ¿no los pone nerviosos leer esta nota? Porque lo cierto
es que a mí me pone nervioso escribirla y por si no se dieron cuenta
la estoy escribiendo de la forma más nerviosa que pueden aguantar mis
nervios. Ésa es la idea. Ésa era la idea, supongo.
EL
DIRECTOR
Gané
el premio al mejor director en Cannes 2002 por Embriagado de amor, pero dudo
que me nominen para algún Oscar... Para esta vuelta, de hecho, no me
han nominado. Supongo que todavía tienen que darle algún otro
a Ronnie Howard por Una mente brillante, ja... No sé, a mí siempre
me nominan para Mejor Guión; así que me pongo mi smoking y voy,
y me paso tres horas y media sentado ahí y pierdo y me enojo un poco
y después me tomo unas cuantas copas y recupero mi natural buen humor
y hasta la próxima, explica P.T., que se parece tanto pero tanto
al cantante británico Robbie Williams.
P.T. nació el 1º de enero de 1970 en California y es hijo del nervioso
Ernie Anderson, mejor conocido como Ghoulardi, anfitrión de culto estilo
Vampiria a la hora de presentar películas clase Z en las terroríficas
trasnoches televisivas de los años sesenta en Cleveland. Pero más
loco que Vampiria: Ghoulardi que llegó a tener el 56 por ciento
de la audiencia local, muy por encima del 38 por ciento de Johnny Carson
interrumpía las películas parándose frente a la pantalla,
haciendo volar autitos de juguete con petardos, gritándole a los actores...
Ghoulardi murió en 1997 y Ghoulardi Productions la productora cinematográfica
de P.T. honra su memoria.
Poco y nada se sabe de la prehistoria de P.T., salvo que fue expulsado de varios
colegios, que sólo asistió dos días a la New York University
Film School y que se dio cuenta de que la verdadera educación estaba
en el fino arte de ver cine (especialmente buen porno) y de dar vueltas por
ahí. Consiguió trabajo en filmaciones y en sets de televisión
de concursos para niños más o menos genios. Filmó un cortometraje
Cigarettes and Coffee que se proyectó en el Festival Sundance
de 1993 y llamó la atención de las personas indicadas. De ahí
salió el impulso para filmar en 1995 Hard Eight a la que P.T. suele
referirse también como Sydney: un largometraje duro y seco sobre el mundo
de los jugadores de poker protagonizado por dos de sus actores Philip
Baker Hall y John C. Reilly más Gwyneth Paltrow y Samuel L. Jackson.
Y, por supuesto, Philip Seymour Hoffman. Le fue muy bien en Cannes, y la revista
Film Comment lo consideró el director de cine más promisorio de
1997. Dicho y hecho, y ahí nomás la segunda película de
P.T. lo consagró en todas partes. Boogie Nights o cómo ser
Scorsese sin ser Scorsese narró las desventuras de una familia
de dedicados artistas de la industria porno como si fuera una saga casi dickensiana.
Ganó premios, muchos. Lo nominaron para muchos otros que no ganó,
pero no importa. En algún momento se puso de novio con la nerviosísima
cantante Fiona Apple y le filmó varios clips. En el invierno de 1999
floreció Magnolia otro film coral, inspirado en las canciones de
Aimée Mann y moldeado a la sombra de Robert Altman, de la que se escapa
rápidamente, que terminó de consagrarlo como una especie
de wunderkind estilo Orson Welles. Con un par de pequeñas diferencias:
que P.T. entregaba las películas más o menos dentro de los plazos
establecidos y lo que es más importante que sus películas
hacían dinero. Y por el mismo precio se las arreglaba para reinventar
actores como Burt Reynolds, Tom Cruise y Adam Sandler. Y ahora Embriagado de
amor. Nunca se sabe cuál será el siguiente paso de P.T. Hay rumores
sobre una especie de continuación de Boogie Nights centrada en el personaje
de Rollergirl (Heather Graham). Hayrumores de una adaptación de A Heartbreaking
Work of Staggering Genius, best-seller autobiográfico de Dave Eggers,
con Tom Cruise como protagonista. Hay rumores de algo con Robert
De Niro. Hay rumores. Y hay nervios: Embriagado de amor fue el primer fracaso
económico certificado de P.T. en Estados Unidos. Y a P.T. no le preocupa.
¿Qué le preocupa a P.T.? Fácil: no haber conseguido ese
millón extra para poder filmar una secuencia musical a la Busby Berkeley
con la rana de los Muppets cantando mientras miles y miles de batracios descienden
en caída libre desde los cielos de California.
EL
PRODUCTO
Es
tan sencillo esto del cine: una cámara, celuloide, micrófono,
cosas que entran y cosas que salen, explica P.T. Oírlo es una cosa,
pero verlo es otra. En los DVD de Boogie Nights y Magnolia, por ejemplo. En
los extras documentales y los making off, P.T. no deja de moverse y hablar;
se sienta y se para y los que lo conocen están convencidos de que su
organismo genera una forma de cocaína natural que le corre por las venas.
Ver al nervioso P.T. pone nervioso; tal vez por eso declare que Embriagado de
amor es su film más autobiográfico. Puede ser.
Yo salí de verla sin estar seguro de nada, volví a entrar y me
encantó. Tal vez sea una obra maestra. Aun así, aquí van
algunas preguntas pertinentes para el camino de regreso a casa.
Uno. ¿Por qué será que lo mejor del nuevo cine norteamericano
descansa sobre dos tipos que se llaman Anderson, cuyas películas, aunque
de estéticas muy distintas, lucen cierta simetría argumental?
Pensarlo un poco. P.T. Anderson y Wes Anderson. Los dos tienen actores de
cabecera como los hermanos Wilson o Philip Seymour Hoffman. Y coincidencias
varias. Los ambientes delictivos de Hard Eight y Bottle Rocket. El outsider
en busca de un hogar de Boogie Nights y Rushmore. Los vastos frescos con personajes
cruzados en busca de amor de Magnolia y The Royal Tenembaums. Queda esperar
con qué responderá consciente o inconscientemente
Wes Anderson a Embriagado de amor.
Dos. ¿Dejarán de enviarle pizzas a Robert Altman? En una entrevista
reciente, P.T. cuenta que luego de que el veterano director de cine hiciera
unos cuantos comentarios contra Bush y su administración, Oliver North
llamó a las masas desde su patriotero programa en la Fox para que castigaran
al apátrida y difundió el teléfono y la dirección
del director de M.A.S.H. y Nashville para que ustedes le digan lo que
piensan sobre su persona. Hubo amenazas de muerte, insultos, etc., pero
lo que más le molestó a Altman fue que le mandaran decenas de
pizzas que nunca había pedido. Ahora que lo pienso, aquí hay una
muy buena idea para la próxima película de P.T.
Tres. ¿Embriagado de amor tiene un final feliz? P.T. insiste en que Barry
Egan y Lena (Emily Watson) serán por siempre felices y comerán
perdices. Pero no hay que olvidar que una de las cosas más románticas
que le dice Lena a Barry es que quiere comerle los pómulos y chuparle
los ojos. A lo que Barry, emocionado, responde: Miro tu cara y es tan
hermosa que me gustaría reventarla a golpes de martillo. Ah, el
amor. Y acaso lo más importante de todo.
Cuatro. ¿Qué es ese extraño producto ¿caramelos?,
¿jabón en polvo? que vende Barry Egan en su galpón
de un suburbio de Los Angeles?
¿Están nerviosos?
Sí, ¿no?
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