CINE > THE TOWN: BEN AFFLECK DIRECTOR
Ben Affleck confirma lo que había mostrado hace tres años: detrás de ese mal actor hay un muy buen director. Con Atracción peligrosa, vuelve a su ciudad natal para darle vida (y tiros y acción y dos o tres grandes escenas) a una de las comunidades que más peso vienen ganando en Hollywood en los últimos años: la mafia irlandesa de Boston.
› Por Mariano Kairuz
Un par de críticos norteamericanos lo llaman “la rehabilitación” de Ben Affleck, pero es más que eso: es toda una resurrección. Y es que ahora, con su bastante buena segunda película como director, empieza a dejar atrás de verdad todos esos años de malas películas como actor. Esta segunda película se llama The Town, transcurre, al igual que la primera (Desapareció una noche, de tres años atrás, que era todavía mejor), en una Boston barrial –en la ciudad en la que Affleck se crió, lo que lo habilita a hablar un poco acerca de filmar-aquello-que-se-conoce– y se mete con una comunidad que está ganando espacio en el policial norteamericano: la mafia irlandesa bostoniana.
Y, está a la vista, algo viene pasando en los últimos años con los bostonianos irlandeses en Hollywood, como si una banda de guionistas y cineastas estuvieran tratando de crear una nueva mitología gangsteril, con su historia y sus fuertes marcas de identidad, capaz de disputarle ese lugar de oscuro privilegio del que ha gozado por décadas la mafia italiana. El que le puso el sello y abrió la puerta a esta subgénero fue uno de los italonorteamericanos más famosos de los últimos cuarenta años, Martin Scorsese, cuando filmó Pandillas de Nueva York, aportando otro capítulo sangriento a la sangrienta historia de la forja de los Estados Unidos (la primera y principal, que es la del western, estuvo a cargo del estadounidense de origen irlandés más importante de la historia del cine: John Ford). No es que la mafia irlandesa no tenga antecedentes en el cine: ahí están la ya un poco lejana Los amigos de la muerte (The Friends of Eddie Coyle, 1973, con Robert Mitchum) que le aporta una pequeña escena a The Town; y Tiro de gracia, de 1990, con Sean Penn, Ed Harris y Gary Oldman, ambas historias de hermandades, códigos y traición. Esta última trocaba sin mucho esfuerzo cosa nostra (es decir, le robaba a El Padrino alguna escena con eje en una procesión católica) por bebedores de whisky. Pero la marca más moderna la puso nuevamente Scorsese cuando ambientó Los infiltrados, su remake de una saga oriental, en Boston, donde, parecen decir estas nuevas películas, los irlandeses califican principalmente para dos tipos de ocupación: asaltantes o policías.
En The Town, que llega esta semana a la Argentina con el trilladísimo título de Atracción peligrosa, los protagonistas son justamente los dos cabecillas de una pequeña banda de asaltantes de bancos que pueden pasar sin ningún problema, con solo calzarse gorra y chapa, por policías. Una serie de placas al principio de la película indica que la zona de Boston conocida como Charlestown es toda una usina de criminales, que ostenta un record de robos en el mundo, que allí, según un agente federal, “el robo es un negocio familiar que pasa de padres a hijos”. The Town empieza con una de esas escenas de asalto al banco, intensas como sólo aparecen una vez cada tanto, llevando a pensar en unos pocos referentes contemporáneos que vale la pena recordar, de los ex presidentes de Punto límite a Fuego contra fuego de Michael Mann (y más recientemente el comienzo de Batman, el caballero de la noche). La escena es breve y violenta pero no se disparan armas de fuego sino que es pura amenaza y tensión cronometrada: vaciar cajas, cubrir rastros y salir rápido, con la gerente del banco como rehén. A mitad de película tiene lugar otra escena destinada a quedar en el recuerdo, en la que la bandita irlandesa ataca un banco ubicado en un barrio vecino (e italiano tradicional, según ha explicado Affleck) vestidos con monstruosas máscaras de monjas.
Pero como suele suceder cuando las escenas de asalto son así de buenas, el resto, lo que pasa en el medio, termina pareciendo un mero McGuffin, puro pretexto argumental, puro relleno. Es ahí que se desarrolla el improbable romance entre Doug MacRay (Affleck) y Claire (Rebecca Hall: Vicky en Vicky Cristina Barcelona), la gerente del banco asaltado. Aunque, como corresponde a un film de mafia, las dos relaciones que más pesan sobre el personaje de MacRay son las que mantiene con su “hermano”, el más explosivo James (Jeremmy Renner, ese casi desconocido con cara de boxeador castigado que unos meses atrás estuvo nominado al Oscar por el protagónico de The Hurt Locker) y con ese jefe siniestro al que llaman El Florista (Pete Postlethwaite). Es decir, los dos lastres que le impiden al ex borracho, tal vez demasiado recuperado y demasiado bueno, de MacRay dejar atrás su vida delictiva, y evitar el camino obvio, el de su padre (Chris Cooper): la cárcel. Del resto conviene no contar mucho, salvo que el agente del FBI que le sigue el rastro a la banda está interpretado por Jon Hamm, más conocido como Don Draper de Mad Men, en un papel de una aspereza que le augura, con un poco de suerte, grandes personajes en el cine de los próximos años. Y advertir que por alguna razón es mucho más fácil creerse cada escena de tiros y adrenalina que la facilidad, la total falta de esfuerzo con que ese protagonista proletario, delincuente curtido, conquista a la niña rica interpretada por Hall.
El estreno norteamericano de The Town fue recibido en general con buenas críticas, aunque un par de periódicos bostonianos encendieron el alerta: ¿otra vez nos están llamando irlandeses malvivientes? La opinión general es que los altos índices criminales que da la película en sus carteles iniciales son cosa del pasado, y lo cierto es que la novela Prince of Thieves, de Chuck Hogan, en que se basa The Town, está ambientada en los ’90. Según testimonios recogidos por el Boston Globe, incluso el recuerdo de los viejos malos tiempos no es realmente tan malo: el ex policía Jack O’Callahan dice que sí, es cierto, hubo una época en la que “hubo cierto elemento criminal en el barrio, todos lo sabían”, pero también que “no es que el vecindario se estuviera desangrando, y que estos tipos eran además muy buenos padres que iban a la iglesia los domingos. Eran gangsters, pero también eran buenos vecinos”.
En todo caso, a quién le importa, dice Dennis Lehane, novelista bostoniano estrella en Hollywood, famoso residente local –autor de Río Místico y de la novela en que se basa la anterior película de Affleck– que no sólo dedica palabras elogiosas a Hogan y Affleck, sino que ha declarado que la única consecuencia posible del eventual éxito de The Town sería que más gente se fuera a vivir allí, por lo hermosa que se ve la ciudad en la pantalla. Y argumenta que “aquellos (que creen que los estamos estigmatizando) tienen que entender que esto es cine de género, que somos escritores de policiales”. Y que –cita obligada a John Ford– “si hay que elegir entre la verdad y la leyenda: impriman la leyenda”.
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