Dom 13.03.2011
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Fiestas

› Por Ignacio Navarro

La casa de los espejos

Dengue Dancing: bajo el conjuro del pop.

En un subsuelo del centro, oscuro y humeante, todas las paredes son espejos que reflejan el tintineo erótico de unas luces rojas. Una barra de cuerina hace juego con el traje de mozos y barmen canosos. Gong, boliche del centro que clavó la decoración en los setenta, locación típica de películas de Olmedo y Porcel, también parece poseído por un espíritu Travolta: bailar y bailar, hasta el fin.

Suena retro disco italiano y una bola de espejos gira sobre dos jovencitas que se trenzan en un largo apriete amoroso. Besos van, besos vienen, mucho amor y pasitos pegadizos; las fiestas Dengue tienen todo lo necesario para mantenerse firmes, desde el 2009, en la agenda noctámbula de Buenos Aires. Ani y Lolo son los anfitriones y reciben al público bailando en el centro de la pista. Hastiados de Palermo, no encontraban su fiesta y se armaron una a medida. Todo empezó en San Telmo, en Fugee, un viejo antro reaggetonero atendido por nigerianos y, desde hace un año, se trasladó al histórico Gong, que, fundado en la década del treinta, cuenta con visitas ilustres, desde Onassis hasta el Che Guevara.

“Queremos bailar como en el pasado, pero mirando hacia el futuro.” Lolo improvisa un slogan y funciona: la fiesta es retro, pero no llega a un “ataque ochentoso”, mantiene distancia prudente con el revival por el revival mismo y sutura su estilo con ambiciosos arranques experimentales. Post punk, italian disco, un hardcore sin batería. También es una fiesta pop y gay friendly, pero como todas, y todos, las Dengue prefieren mantenerse al margen de la simplificación. A nadie le gusta que lo encasillen, pero Lolo, cansado de la “falsa bohemia de Palermo y sus alquileres de cinco mil pesos”, dice que esta “es la fiesta del hipster pobre”.

Refugio de nerds con remera negra que toman sus fernets despacio y sentados en sillones, pero junto a una pista copada por pelos pintados, extraños flequillos, Adidas fluorescentes y fanáticos de Amanda Lear. Las fiestas Dengue se definen por ser mixtas, en más de un sentido.

Dengue Dancing: los jueves en Gong, Av. Córdoba 634.
Gratis hasta la 0.30, $15 después.

Tratar de conquistar al mundo

Mstrpln: desfile de moda, electrónica y fantasía.

La sintaxis de esta fiesta, si existe, es la oración corta y el golpe de bajo electrónico en el centro del vientre, o la oración sin verbo y beats con forma de electrones administrados desde las consolas de la cabina. Poca fricción entre cuerpos y mucho pogo mental, la “master” es una fiesta electrónica con una merecida reputación como parada obligada del circuito. Andii, productor general de este y otros eventos nocturnos (como Compass, en Niceto, por citar uno) con más de diez años de experiencia a cuestas, como dj y armador, comparte la dirección de Mstrpln con Zuker, DJ residente y héroe rockero del electro dance nacional. Afirma que “no hay muchos ciclos con concepto”, que el plan es organizar la fiesta alrededor de un eje, en este caso, orientado por las “nuevas tendencias”. Y eso puede verse, y oírse, a lo largo de toda la noche.

Ninguna fiesta empieza y termina en la música. El sonido que llega desde las bandejas (en esta ocasión, a cargo de Rama y Keem) por momentos introspectivo y en otros rabioso y furibundo, es el mejor acompañante del baile taquicárdico de cientos de vestidos cortos ajustadísimos y todo un arsenal diseñado por los agentes de la seducción. Decir que la fiesta es un ritual es igual a redundar en que todas las tribus tienen sus disfraces de ceremonia, y sus himnos: Daft Punk, MGMT. Andii señala que se llena de artistas, músicos y allegados al mundo de la moda. No debe ser casual que haya sido elegida como evento de cierre del último Buenos Aires Fashion Week.

Con bandas y DJ invitados todas las fechas y dos años de antigüedad en la agenda, Mstrpln es el lado B de Crobar (usina mainstream de los arcos de Palermo) o la parada grande del público indie y los nuevos sonidos. En esta ocasión, Bicicletas, con un show prolijo, compacto y sentimental; próximamente Javiera Mena, luego Leo García. Andii recuerda que el hit del año pasado fue la visita de Crystal Castles.

Mstrpln. Los sábados, a partir de la medianoche, en Studio Crobar, Marcelino Freyre y Paseo la Infanta. Gratis por lista hasta las 2 AM. www.facebook.com/tuMSTRPLN

Humo negro del vaticano

Fiesta de la Flor: cannabis, cumbia y política.

En un pantallazo de luz, los flashes dibujan el contorno de unas columnas que de tan altas se pierden en la oscuridad de lo que sostienen. Las baldosas, blancas y negras, aparecen y desaparecen junto a cientos de cuerpos que se agitan ante el riff rabioso de ritmos anticatólicos. Una ex iglesia sirio-libanesa abre sus puertas todos los sábados para alojar otro tipo de misa, la del humo y el descontrol: la Fiesta de la Flor.

El Brujito de la Flor y Poemuffin son nombres de guerra para los dos agitadores culturales encargados de organizar y promocionar el evento. “Quiero que quede bien claro que esta es una fiesta antimacrista”, dispara Javito Poemuffin, frunciendo el ceño y alojando a su música en las fricciones con el Estado. Tanto él, como el Brujito, se jactan de anarquistas y le dan sentido político declarado al evento. Aunque también, por si acaso no quedó claro, sentados en el cordón de la vereda, mientras se va formando la cola de ingreso a sus espaldas, susurran que “la marihuana también tiene sus propios sonidos”. “Si fuera por mí, no pondría seguridad”, arriesga resignado, poniendo en evidencia la dureza de la regla y la burocracia que todo lo rodea. “Después de Cromañón se hizo todo más difícil”, y se lamenta porque el lugar no se encuentra habilitado para realizar shows en vivo. Aun así, la fiesta, plagada de pistas bailables —pasando por el rock, el ska, la cumbia o el reggaeton— promete buen espacio para la danza descontrolada de cualquier estudiante de universidad pública después de una semana de finales.

Una militante del PRT, pelirroja y de vestido largo, baila con su amiga, pero acechada por un par de aventureros del progresismo que prueban suerte con pasitos de cumbia desfachatados, alegres y un poco ridículos. La fiesta se trata de eso: todos bailan al ritmo de sus corazones. A veces, las mejores son las que no dejan ningún rastro en la memoria y una barra con paritarias entrega latitas heladas de Warsteiner a $10 y asegura el combustible para todo el viaje.

La Fiesta de la Flor, todos los sábados en La Iglesia Club (Suipacha 842). www.facebook.com/Fiesta.delaflor

Exuberancia es belleza

Club Severino: hip hop y frenesí en el centro de la ciudad.

Cinco son los socios responsables del evento: Gabo, Dani, Martín, Jota y Feli. A través de buenos contactos y un fino trabajo de difusión en los hostels, lograron posicionarse como opción semanal de referencia para el turista extranjero que recorre la ciudad buscando fiesta un lunes. Sin embargo, Martín aclara que el público nacional es significativo y crece cuando llega la temporada baja para los acentos exóticos. Dani refuerza diciendo que no quieren que se transforme en una “fiesta de gringos”.

Con un pie en el hip hop nacional, calentando motores con Franz Ferdinand o 50 Cent, la noche puede terminar en lo que pida el ánimo de la pista: Backstreet Boys, Erasure o Joy División. Dani, que ya tiene su camino en las cabinas —cuatro años en las famosas Pop City— reconoce que “tomarse en serio una fiesta es un error”, por eso le imprimen a Severino un tono relajado, despreocupado y alegre. El grupo controla las barras, la música y los accesos; a las cuatro de la mañana, en las noches de verano, irrumpen en la pista para regalar helados de agua entre el público. Una barra accesible, salón con buenos sillones y baño sin fila de espera; todos puntos de descanso, antes de volver al salón central, que rebasa de bailarines amateurs durante toda la noche.

Increíble, pero Severino inventó una gran fiesta los lunes. El 21 de marzo festeja su tercer aniversario con la participación estelar de Dante Spinetta; están todos avisados. Lo recomendado es clavarse un par de shots de Jagermeister en la barra y luego zambullirse en la pista para hacer las danzas locas y gloriosas del gasto improductivo. Todo eso antes de que llegue el martes, la hora de empezar a producir y acumular todo lo que será gastado, con alegría, en la próxima fiesta. Y así sucesivamente.

Club Severino, los lunes, en Hipólito Yrigoyen 851. A partir de las 23.30.
Listas Free hasta las 2 AM. www.clubseverino.com.ar

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