Diez años de actitud, pasión, tango visceral y gestión. Así se puede definir la primera década de la Orquesta Típica Fernández Fierro, resistida por sus colegas, adorada por su público. Doce músicos díscolos bajo la estrella de Osvaldo Pugliese, que no sólo marca su estilo musical, sino delinea el cooperativismo del grupo. Nacida en 2001, la Fernández Fierro despabiló la escena tanguera con sus poderosos shows, sus crudas versiones de clásicos y composiciones contemporáneas y su poética urbana actual. Tango con gestualidad contestataria, rockera “pero no tarada” como ellos mismos la definen, todo encuentra su punto de ebullición en un galpón de Almagro que inauguraron precisamente hoy pero hace siete años, el Club Atlético Fernández Fierro, el CAFF, donde se escucha a Sumo, gira una bola de espejos, el cantante usa casco, la orquesta toca tras un alambrado y el tango parece salir del letargo de un revisionismo eterno para ubicarse en un sitio donde un futuro de movida genuina aparece como posible.
› Por Mariano Del Mazo
Una locomotora desbocada que hace diez años partió de la estación Pugliese y que ahora anda –como en esos cuentos infantiles– a campo traviesa, siempre a punto de estrellarse. Esa es la Orquesta Típica Fernández Fierro, el último fenómeno de masividad del apretado Planeta Tango. Al menos así se despliega cada miércoles en el escenario de su propio club. El club: un galpón ochentista donde el fernet es barato y la gente se desparrama en unas cien sillas que, todas juntas, definen un collage de formas y colores (una vez por año hacen que dos entradas valgan por una silla, y así van manteniendo un mobiliario de diseño shiome y azaroso aportado por el público), mientras se escucha en los intermezzos de los shows discos de Sumo, de Los Redonditos de Ricota o incluso, como esta noche, al Tercer Mundo de Fito Páez. Hay una bola de espejos y hay una pared donde un dibujo de Osvaldo Pugliese representa la omnipresencia del maestro tanto por los rudimentos cooperativistas como por el predominio del estilo de su orquesta en el escenario. Con un globo de cómic sobre su cabeza, Pugliese mira el paisaje humano de lúmpenes, borrachines, intelectuales, curiosos y turistas y piensa: “Putos...”.
El CAFF (Club Atlético Fernández Fierro) queda en un corazón de manzana de Almagro, un barrio que conserva esa belleza decadente de casas elegantes venidas a menos, calles empedradas, hoteles, señoras que toman fresco en la vereda y, cómo no, dealers de esquina. Por Sánchez de Bustamante 764 se accede a este extraño túnel del tiempo donde se escucha rock argentino del pasado y... ¿tango del futuro? Ahí está, empezó el show: el cantor se llama Walter Laborde, lo llaman el Chino, parece una mezcla anfetamínica de Alberto Castillo y Luca Prodan y se exhibe cantando con un casco de moto en la cabeza. ¿De qué se protege? ¿Qué hubiera pensado el cantor Jorge Maciel ante semejante escena? Al menos sabemos qué piensa Ariel Ardit, el cantor que hoy encarna el pensamiento más radicalmente ortodoxo del género. “La estética de la Fernández Fierro no tiene nada que ver con el tango... Yo jamás me pondría un casco de moto. Hay gente que dice que lo bueno que tienen es que incorporaron una estética punk al tango. Esa idea es como que le pongas dulce de leche a un sándwich de vacío. Qué sé yo: hay público para todo”, dijo a Radar.
Desde que comenzó hace una década, la orquesta es resistida por músicos y periodistas y aceptada por un público no necesariamente tanguero (o quizás “necesariamente” no tanguero).
Musicalmente, la Fernández Fierro no es tango del futuro ni mucho menos. Pero nadie se atrevió a llevar tan lejos una filosofía anarco-contestataria y en esos gestos, esa gesta, sacó al tango del letargo de un revisionismo eterno y lo puso en un sitio en el que un futuro de movida genuina aparece como posible. Cuando se habla de la Fierro se habla de audacia y originalidad más que de música. Y es cierto: desde un análisis más o menos técnico, se trata de una orquesta correcta, discreta. ¿Pero cuánta música popular –rock, folklore, tango– está sostenida en cualquier cosa menos en la música? Y en ese sentido destacan también en el panorama rockero, un panorama tan conservador como el del tango (¿no habrá que pensar, al fin, que tango y rock tienen incorporados el mismo huevo de la serpiente? El discurso de los rockeros mayores de cuarenta, ¿no se acerca patéticamente al reaccionario de los tangueros de los años ‘60?).
El adoso de los términos punk o rock cada vez que se habla de la orquesta puede funcionar como elogio o crítica, de acuerdo al interlocutor. La Fernández Fierro es objeto de reseñas y notas en revistas como Inrockuptibles y Rolling Stone y en Montevideo tocaron en el Festival de la X antes del set de Skay y los Seguidores de la Diosa Kali y después de Jaime Roos. Entonces, ¿de qué hablamos cuando hablamos de la Orquesta Típica Fernández Fierro? ¿De tango o de rock? ¿De búsqueda artística o de puro alarde rebelde? ¿Pose o autenticidad?
Cuando hablamos de la Fernández Fierro hablamos de actitud y de gestión. En 2002, cuando el país ardía, sacaron a la orquesta con piano y todo a la calle Defensa de San Telmo y provocaron un alboroto madre que se multiplicaba domingo a domingo. En 2004 pusieron todos los ahorros para alquilar este galpón de Almagro y a fin de ese año lo que ardía era Cromañón. En 2010 armaron la primera –y muy recomendable– radio on line (www.radiocaff.com.ar) en la que durante las 24 horas se emite sólo tango actual, a través de una programación amplia pero sin concesiones. Actitud entonces, y también ideas y autogestión. Y mucho anecdotario que sirve para abonar un temperamento grupal díscolo, de adolescencia perpetua. Las anécdotas son incontables en la más rígida acepción del término. Algunas pueden ser contadas, como cuando después de tocar en el Festival de Tango Joven organizado por el Gobierno de la Ciudad provocaron un escandalete porque tacharon la palabra “joven” con aerosol (“el tango no es joven ni viejo”, arguyeron). O cuando en 2004 actuaron en un festival en Medellín y al advertir que entre el público estaba Martín Balza, embajador en Colombia, desde el micrófono le espetaron: “¿Cómo está el clima en Croacia?”. Balza, acusado de asociación ilícita por venta de armas a Croacia y Ecuador, se retiró indignado. O cuando tiraron un piano desde un puente como símbolo quién sabe de qué: la foto del piano destrozado ilustra la portada del disco Destrucción masiva.
Antes y después, giraron nueve veces por Europa, cambiaron integrantes, sacaron discos –Envasado en origen (2002), Destrucción masiva (2003), Vivo en Europa (2005), el DVD Tango antipánico (2005), Mucha mierda (2006) y Fernández Fierro (2009) y tocaron en sitios variados, aprovechando el amplio espectro de bateas que pueden abarcar: rock, tango, world music... Así pasaron por el Joe’s Pub de Nueva York, por el NASA de Reykjavic, el Teatro Solís de Montevideo, el Teatro Ibirapuera de San Pablo, el Tropentheater de Amsterdam, el Barbican Centre de Londres, el Vicio de México DF, el New Morning de París, la Sala Baden Powell de Río de Janeiro, y participaron en festivales como el FMM de Sines (Portugal), el Festival Cervantino (México), el rEcbEat en Recife (Brasil) y otros.
Hoy el grupo lo integran la voz y el carisma del volcánico Walter “Chino” Laborde, el contrabajo del hosco Yuri Venturín (además de haber salido de una relato de Roberto Arlt, está a cargo de la dirección desde la partida de Julián Peralta); una línea de violines formada por el infatigable Federico Terranova, Pablo Jivotovschii y Bruno Giuntini, Charly Pacini en viola, Alejandro Zucarelli en violonchelo, la línea de bandoneones que encabeza el desbordante y teatral El Ministro, más Eugenio Soria, Pablo Gignoli y Julio Coviello, y el piano de Santiago Bottiroli.
Pero hubo un tiempo en que no había viajes, ni discos, ni pianos rotos: apenas un deambular por los perdigones de la movida amorfa de los ‘90 y que tenía epicentros –heterogéneos en su naturaleza– como la milonga del Club Almagro, el Parakultural de Omar Viola, el Bar El Chino, y grupos como Tangata Rea, y solistas como Luis Cardei y su suceso de cantina, y consagrados como Horacio Salgán con su Quinteto Real en El Club del Vino o Roberto Goyeneche en el Café Homero. En este punteo habrá que incluir, con otro significante, a la Escuela de Música Popular de Avellaneda: allí un puñado de veinteañeros encontró en la cátedra de Rodolfo Mederos un camino viable para intentar una experiencia propia. Mederos –ex fueye de Pugliese– inoculó la vacuna de don Osvaldo y enseñó las herramientas estilísticas y los yeites de la orquesta. A su vez, explicó desde adentro cómo funcionaba el sistema cooperativo que regía en las agrupaciones dirigidas por el autor de “La yumba”. Así salieron típicas de cuño pugliesiano como la Fernández Branca, la Imperial y La Furca. En el libro Sembrando al viento (Ediciones del CCC), su autora María Mercedes Liska se dedica a desmenuzar el estilo Pugliese y, dentro de un párrafo dedicado a estas nuevas orquestas, recoge la opinión a Mederos: “En la época en que yo estaba en la Escuela de Música Popular obviamente uno de los caballitos de batalla a la hora de trabajar con los grupos de ensambles era ‘La yumba’, porque se trabajaba una cantidad de aspectos del marcato tan particular en el bajo, en el piano, hasta toda una cuestión fraseológica a partir del estilo de Pugliese, para cada cosa estábamos seis meses. Es probable que muchos se hayan quedado embarazados de alguna manera de eso y hayan seguido”.
Yuri Venturín, Federico Terranova y el Chino Laborde recuerdan, reflexionan, aventuran en tres sillas bien distintas alrededor de una mesa ahí, en su club. Son tres personalidades bien diferentes y de alguna manera sintetizan los matices y el caos interno –con discusiones, peleas, desplantes– que domina la orquesta. Yuri aporta monosílabos y sentencias. Terranova es todo lo contrario: afable y buen conversador. Laborde tira ideas a borbotones. “Tenemos en cuenta todo lo que se dice de la orquesta –dice Terranova–. Es cierto que hay algo extramusical muy fuerte. Pero también es cierto que antes los grupos de tango eran apenas un adorno de la milonga... les daban un piano desafinado si es que había piano, sin escenario. Nosotros empezamos a exigir luces, sonido, condiciones dignas. Y si no las había, las inventábamos. Otra idea madre es que cada concierto incluye una fiesta. Que haya movida. La gente venía y viene por un tema social... ¡como en la época de oro del tango! No tenés que comerte una enciclopedia de tango para gustar de la Fierro.” Completa Yuri: “Puede parecer soberbio, pero cuando arrancamos éramos muy jóvenes pero teníamos la certeza de que no estábamos en el tango al pedo, de que no íbamos a pasar inadvertidos”.
De todos modos, parecería que en este último tiempo hubo un cambio en la valoración de la orquesta.
Terranova: –Sí, yo lo noto. Sufrimos mucho la indiferencia de los colegas, de los gobernantes de turno. Fuimos invitados a muy pocos festivales oficiales. Ahora creo que nos tratan con más respeto, especialmente los músicos. Tal vez porque a través del club conocimos mucha gente, invitamos a un montón de artistas a tocar. De hecho, en la radio programamos de todo: de Sonia Possetti al Tata Cedrón, de Ramiro Gallo a Derrotas cadenas.
Laborde: –Esto de cumplir diez años es puro trabajo. Y al final se cosecha. Igual, también tiene que ver que la orquesta quiere seguir siendo underground.
¿Qué quiere decir hoy la palabra “underground”?
Laborde: –Que nos gusta ir por una colectora. Hay lugares a los que no nos interesa ir y otros que es un lujo ir. Mirá lo que es esto: un boliche de músicos para músicos. Tratamos bien a la gente, no cobramos caro... esas cosas. Es, además, una trinchera, una usina...
Terranova: –Igual, yo no sé si me interesa lo underground. ¡A mí me gustaría actuar en un estadio!
Yuri: –Sí, bueno, respecto de la consideración de los colegas... Yo creo que hay algo que existió siempre: la exaltación del pasado o la negación de un presente que mira al futuro. Y tiene que ver con la falta de capacidad creativa. Me viene a la cabeza una anécdota que cuenta Eduardo Galeano sobre el escultor y la roca... ¿Cómo sabe el escultor que adentro de la roca puede haber un caballo? Es eso: siempre hubo gente que no puede ver más allá de la roca, que no se le puede ocurrir que ahí adentro puede haber algo nuevo.
Comenzaron exprimiendo el estilo Pugliese bajo la dirección del talentoso Julián Peralta. Peralta se fue de la orquesta a principios de 2005: para muchos la partida fue traumática. Hoy Peralta desarrolla, crea, abandona y vuelve a crear sus propios proyectos musicales (Cerda Negra, Astillero), escribió un libro bastante único en su rubro titulado La orquesta típica. Mecánica y aplicaciones de los fundamentos técnicos del tango, tiene una sala en Boedo llamada Teatro Goñi –con características similares al CAFF– y habla con Radar de su aporte a la Fierro. “Para mí en aquellos años lo más avanzado era Pugliese. De igual manera se eligió ponerle nombre propio, para que tuviera la impronta de las orquestas del ‘40, no un nombre de fantasía. Y por supuesto, tenía que llamarse Orquesta Típica. En cuanto a lo específicamente musical, mis composiciones y arreglos para la orquesta representaban la idea de una cosa más mecánica, más industrial y un manejo armónico oscuro, serio y denso a la vez. Acompañamientos obstinados para los temas cantados, un desarrollo motívico trabajado y una armonía proveniente del desarrollo independiente de las partes. Creo que hay un aporte también desde lo político, desde el querer que la juventud se acerque al tango”.
¿Por qué te fuiste?
Peralta: –Cuando arrancamos, tener una orquesta que hiciera arreglos propios y composiciones nuevas y que generara un espacio de comunicación con la juventud era atractivo y satisfactorio. Pero luego tuvo gusto a poco. Quería hacer música nueva, con canciones nuevas, con una sonoridad no tan encorsetada.
Yuri Venturín tuerce la cara ante la sola mención de Peralta. Tuvo que asumir la dirección en un momento complicado. “Además de él se fueron dos más. Hubo que hacer un replanteo fuerte. Hasta el 2005 el 85 por ciento del repertorio de la orquesta era Pugliese. Si Julián se hubiera quedado, tal vez se hubiera parecido a lo que él está haciendo actualmente. Y no, lo que hacemos no se parece. Saludablemente, tomamos caminos diferentes. ¿Adónde vamos? No lo sé. Vas trabajando y los resultados te van marcando el rumbo y uno solo se da cuenta qué descartar, qué profundizar.”
Terranova: –Desde que agarró la posta Yuri, el sonido cambió radicalmente. Por otra parte, hay que decir, repetir, que nos peleamos todo el tiempo. Ahora festejamos, pero tenemos roces constantemente. Es muy difícil tener una banda. Julián no lo supo llevar, no compartió algunas ideas y se fue. No supo entender que no hay una figura más importante que la orquesta.
Dicen que el tango “patrimonio de la humanidad” es una “gilada mayúscula”, que son rockeros “pero no tarados”, que se sienten afines a músicos como el Tape Rubín, los Falopa de Pablo Marchetti, Dema y la Orquesta Petitera y Arbolito, y que no se están llenando de plata. “Lo que pasa es que la Fierro subvenciona el club. El club da pérdida, hay mucha gente laburando, pagamos siete lucas de alquiler... No la estamos juntando en pala ni ahí. Uno de los objetivos de este año es que el CAFF se autofinancie”, dice Terranova.
Después se habla de estéticas, de música, de qué tango hay que cantar. Es el Chino Laborde el que toma el guante de Ardit: “El dice que el tango es el de las orquestas del ‘40... No lo conozco personalmente a ese muchacho, pero creo que se le vuelan los pájaros. Si te la creés, cagaste. No sé desde dónde habla: es un vocalista que escuchó tango de grande, desde dos años antes de entrar a El Arranque... No sé, me parece que Ardit no sale, ¡parece un rockero viejo! Este es un momento con tanto movimiento, tanta explosión, con tantos chicos componiendo, arreglando. ¡Obvio que no se va a lograr el nivel de excelencia de los años ‘40! En general va a ser difícil que se haga la música popular que se hizo en el siglo XX. Esto pasa por otro lado... Mirá”. Laborde señala con el mentón: entra un rasta abrazado a una chica igual a Laurie Anderson y ya el club está casi lleno. La cerveza circula con ritmo, suena enterito Corpiños en la madrugada de Sumo, nadie fuma, la bola de espejos gira con morosidad, una turista espera su turno frente a la caja y el maestro Pugliese, desde la pared, con su cara bonachona, su estampa de talismán, piensa: “Putos...”
La Orquesta Típica Fernández Fierro celebra los 10 años los miércoles de mayo y los sábados 14 y 28 de ese mes. En junio actúan todos los miércoles y sábados. Siempre en el CAFF, Sánchez de Bustamante 764.
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