ENTREVISTA >ALAN PARSONS EN LA ARGENTINA
Fue el ingeniero de Abbey Road de The Beatles, trabajó con The Hollies y con Paul McCartney. Pero el proyecto que lo puso para siempre en la historia de la música fue haber montado la compleja ingeniería sonora de The Dark Side of The Moon, de Pink Floyd. Poco después, creó casi por casualidad su propia banda, The Alan Parsons Project, que tuvo un derrotero bastante extraño, al punto de que algunas de sus canciones fueron hits bailables en la oscura Argentina de los ’70. En charla con Radar, Parsons se sorprende ante este detalle, recuerda los detalles de su colaboración con George Martin y el grupo por el que no quiso seguir trabajando con Floyd.
› Por Sergio Marchi
“¿En serio bailaban eso?” Pese a sus largos años de residencia californiana, la voz de Alan Parsons no pierde su acento británico, por lo que el thaaaat?, con el que se refiere a “eso”, se prolonga hasta el límite de su propia incredulidad. Le cuesta entender que en Argentina se bailaba su música, pero es verdad: mientras el año 1978 obnubilaba a la población con sus efluvios futboleros, los boliches alcanzaban el pico de su fiebre de sábado por la noche. Y en algunos, donde los chetos podían imponer sus gustos, sonaba “Pyromania”, una canción de Alan Parsons Project que hoy no sería bailable de acuerdo con los cánones de las discos, pero que en aquel momento se bailaba junto a “I Know (What I Like)” de Genesis. “¡Increíble!”, se ríe Alan Parsons.
Lejos quedaron los días del Project para este ingeniero de sonido, que rápido en su carrera se convirtió en un afamado productor e involuntariamente se transformó en artista. En 1976 había concebido una idea descabellada: llevar a un álbum los cuentos de Edgar Allan Poe. Con su manager y amigo, Eric Woolfson, le fueron dando forma a esa idea. Alan Parsons podía contar con los mejores músicos del planeta: el haber trabajado con The Beatles en Abbey Road y, sobre todo, haber montado la compleja ingeniería sonora que caracterizó a The Dark Side of The Moon de Pink Floyd, le dio el crédito suficiente para acometer cualquier cosa que se propusiera, en este caso musicalizar a Poe. “Estaba muy lejos de mi mente que mi nombre fuera la identidad del álbum. La idea era llamarlo ‘Cuentos de misterio e imaginación’, tal como se llamó, y con algún crédito que dijera ‘producido por Alan Parsons’. Fue una idea del jefe del sello, que nos dijo que quería llamarlo The Alan Parsons Project, como lo llamaban ellos: ‘El proyecto de Alan Parsons’. Nunca pensé que iba a ser la identidad de un grupo por diez años.”
Tales of Mystery And Imagination obtuvo excelente reseñas merced a su ingeniosa adaptación del universo de Poe a un concepto “progresivo-electrónico”, que se profundizó aún más en el siguiente trabajo del proyecto: I, Robot, basado en el libro de Isaac Asimov. Ese fue el momento en que Alan Parsons comenzó a apoderarse de las pantallas de televisión argentinas, ya que el tema del título se convirtió en cortina del noticiero de Mónica Cahen D’Anvers, Mónica presenta. Después se sucedieron una serie de discos conceptuales como Pyramid (1978, sobre las pirámides), Eve (1979, sobre las mujeres) y The Turn of A Friendly Card (1980, sobre los juegos de azar). “Todavía pienso que nuestro primer disco fue el mejor –se sincera Parsons–, porque fue revolucionario, nuevo, fresco para su tiempo; pude plasmar ahí un montón de ideas que tenía atravesadas y me quería dar el gusto. Me parece que funcionaron bien en ese álbum. Si tuviera que elegir algún otro me parece que Stereotomy fue un disco muy bueno, sin tanto éxito como Eye in The Sky, que fue el que más vendió.” The Alan Parsons Project terminó cuando Woolfson decidió dedicarse a los musicales, y cada uno continuó con su camino en 1990.
Alan Parsons entró a la historia de la música por la puerta dorada: la de los estudios Abbey Road en Londres. Un buen día de 1969, el destino lo puso a manejar el envío de una unidad de rescate para The Beatles. “El grupo estaba grabando lo que después sería Let It Be, en sus propios estudios; era un lugar que estaba lleno de cosas inservibles, entre ellas, una consola confeccionada por Magic Alex, un personaje que solía venderles inventos a The Beatles, ninguno de los cuales funcionaba, y por supuesto, a la hora de la verdad, esa consola no servía para grabar ni una conversación. Entonces George Martin llamó a Abbey Road para pedir que le mandaran un equipo decente y yo fui el encargado de que la consola llegase a las manos correctas.” Parsons volvió a su base tras haber conocido a The Beatles y sus servicios volvieron a ser requeridos cuando llegó el momento del último esfuerzo, del canto del cisne: Abbey Road, el disco final del cuarteto de Liverpool. “Obviamente, yo estaba en el cielo al encontrarme trabajando con Los Beatles, porque era un fan, estaba al comienzo de mi carrera y era un gran momento para mí. Pero, definitivamente, The Beatles no eran felices en ese tiempo. Pero el período de Let It Be fue más difícil; en Abbey Road uno sentía como que las cosas no estaban del todo bien entre ellos, pero no más que eso. Yo creo que la tensión que había se percibe más si uno mira las fotografías de la época, que si uno estaba dentro del estudio.”
Al tiempo que The Beatles entraba en un irremediable proceso de disolución, Alan Parsons se ponía a trabajar con The Hollies, otro de los grupos fundamentales del rock británico de los ’60. “Comencé a trabajar con ellos cuando Graham Nash dejó el grupo; estuve en la grabación de ‘He Ain’t Heavy (He’s My Brother)’, en la que Elton John tocó el piano. ‘The Air That I Breathe’ fue lo mejor que hice con ellos y seguí trabajando con la banda hasta los años ’80”. Parsons, por ser parte del staff de Abbey Road Studios, nunca se apartó de todo del núcleo beatle y grabó a Paul McCartney. “Fueron buenos tiempos. Era gente feliz, y Paul estaba contento de tener una nueva banda como lo fue Wings en ese momento. Yo trabajé un poco en Wild Life, y grabé casi todo Red Rose Speedway, que fue más un disco de Paul McCartney que un trabajo grupal, a decir verdad.” Pese a estos primeros pasos que serían la envidia de cualquier productor de renombre, las cosas recién estaban comenzando para Alan Parsons, que ya había trabajado con Pink Floyd en su disco Atom Heart Mother, y por los resultados obtenidos le confiaron a sus manos la grabación de un nuevo álbum. “Era un material que ellos ya habían consolidado en vivo”, explica Parsons, “que en un comienzo se llamó Eclipse. Yo no diría que es algo que fue mutando sino que se fue perfeccionando a medida que ellos iban grabando. Yo simplemente traté de que todo estuviera bien grabado, pero al haber un concepto específico para cada canción, no podíamos evitar sugerencias que después pasaron a la cinta. Como los relojes en `Time’, que preferí grabarlos yo mismo en una tienda de antigüedades, antes que usar esos espantosos discos de efectos. Lo mismo sucedió con los pasos de ‘On The Run’, que son los de nuestro pobre asistente al que tuve durante una hora caminando de aquí para allá por el estudio para poder lograr el sonido correcto”.
The Dark Side of The Moon terminó por convertirse en la obra cumbre de Pink Floyd, en un disco que definió a su tiempo, que lo sobrevivió y que también lo estandarizó: aún hoy continúa siendo una referencia para todo aquel que desea probar un equipo de audio como corresponde. “Es habitual que me pregunten si teníamos conciencia de lo que estábamos creando mientras lo íbamos haciendo, pero la respuesta sigue siendo que no lo sé a ciencia cierta. Creo que todos sabíamos que el disco era especial, y de hecho creo que continúa siendo el mejor disco de toda la carrera de Pink Floyd. Pero nadie de nosotros hubiera imaginado que ese disco todavía seguiría siendo pasado por radio cuarenta años más tarde.” Por ese disco, Alan Parsons ganó un Grammy, el primero de su carrera, y se dio cuenta de que la etiqueta de ingeniero le quedaba chica y que se había convertido en un productor, cuando ese empleo era propio de gente mayor como Phil Spector o su ex jefe, George Martin.
Sus proyectos fueron elegidos cuidadosamente, no tanto por la idea de poseer una reputación que debía ser mantenida, sino por el deseo de hacer cosas con las que se sintiera cómodo y estimulado. Por eso llama la atención que haya declinado continuar con Pink Floyd y en cambio aceptar producir a Pilot, una banda nueva formada por dos ex miembros de Bay City Rollers (unos Backstreet Boys de los ’70, medio rockers, medio glam), pero “el trabajo de un productor es considerar un material y proyectar qué es lo que se puede hacer con él. Hay una canción de Pilot, ‘Just A Smile’, que me convenció, pero el éxito de ellos fue ‘Magic’ (ultrahit de 1975), y mirando todo en retrospectiva esa canción figuraría en una lista de lo mejor que hice junto con ‘Breathe’ de Pink Floyd y ‘Music’ de John Miles”.
Con la llegada de los años ’90, The Alan Parsons Project llegó a su final. Alan Parsons y Eric Woolfson siguieron caminos separados, y así como Woolfson se sintió atraído por las luces de Broadway, Parsons dejó pasar unos años y finalmente se animó a tocar en vivo con su Live Project, que lo trajo a la Argentina varias veces. Lejos de ubicarse como el jefe, Parsons prefiere disfrutar del vivo a un costado, tocando su guitarra acústica o eventualmente algún teclado. En los últimos años estuvo ocupado con un proyecto educativo que fue creciendo hasta terminar en un documental de diez horas de duración, que ocupa tres dvd o que se puede descargar de Internet titulado Alan Parson’s Art & Science of Sound Recording.
Resulta casi quijotesco que un experto en la grabación de sonidos, que se formó durante los años analógicos y atravesó con éxito la era digital, se preocupe tanto por la calidad sonora en una era que suele desdeñarla en favor de la portabilidad a través de Internet vía mp3. ¿Cómo se lleva con el formato? “Creo que todo el mundo, al comienzo, estaba muy contento con la idea de subir y bajar música de Internet; no hay dudas de que eso ha mejorado mucho desde aquel inicio, en términos de calidad sonora, pero persiste el error de creer que los mp3 son sólo una cuestión de tamaño de archivos. Obviamente, si tenés archivos más grandes tenés mejor calidad, pero la gente no quiere esperar ni treinta segundos para una descarga, te imaginarás que no van a esperar dos minutos para tener mejor sonido. Desafortunadamente, es así, pero creo que en unos pocos años habrá mejoras en la calidad de la música que uno puede descargar. Si ahora tenemos HDTV (Televisión de alta definición), no veo por qué no podamos tener música digital con buen sonido, disponible en Internet dentro de pocos años”.
Alan Parsons no solamente ha atravesado todas las capas estilísticas de la música, sino que también se ha desempeñado en todos los rangos posibles que pueda abarcar el escalafón del show-business. Comenzó como asistente, después lo dejaron sentarse al lado del ingeniero de grabación, más tarde le permitieron ser ese ingeniero, cuando se transformó en productor fue quien comenzó a darle órdenes al ingeniero, y finalmente se convirtió en artista. Si bien sigue disfrutando ocasionalmente del escenario, con esporádicas giras europeas y latinoamericanas, territorio donde su música sigue siendo apreciada, con Arts & Science of Sound Recording ha vuelto a ocupar su lugar de ingeniero, aunque desde un punto de vista de docente en la materia. “Creo que desde el primer día de trabajo como ingeniero – concluye Parsons– yo intuía que en algún momento me gustaría transformarme en un productor. Pero para eso necesitaba adquirir experiencia. Lo que no tenía muy en claro es que después me transformaría en una persona que haría sus propios discos con canciones propias también. Estoy contento de que eso haya sucedido, porque si bien he sido un artista no muy convencional, me ha ido muy bien. Y ahora ha llegado para mí el momento de disfrutar de todo ese viaje.”
Alan Parsons toca el viernes en el Orfeo Superdomo de Córdoba y el sábado y el próximo domingo en el Teatro Gran Rex. Entradas en el teatro o por Ticketeck (www.ticketek.com.ar) desde $ 130.
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