Dom 27.11.2011
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ENTREVISTAS > ROBERTO JACOBY LETRISTA: DE WADU WADU A TOCAME EL ROCK

Dame letra

Cuando ya era un artista de vanguardia que había pergeñado Tucumán Arde, había brillado en el Di Tella y se había volcado al periodismo y a la sociología, en 1979 una hepatitis y un amigo lo juntaron con Federico Moura, y entonces Roberto Jacoby se convirtió en el gran letrista de la new wave argentina: irónico, gracioso, agudo y pegadizo. A 30 años de la salida de Wadu Wadu, el primer disco de los varios que hizo con Virus, volvió a la música presentando Tocame el rock: un grupo de músicos actuales que hacen canciones con sus letras nuevas. Acá, no explica el secreto de sus hits, pero sí por qué siempre es moderno.

› Por Alfredo García

“Siempre tuve un magnetismo para lo contemporáneo”, dice Roberto Jacoby como explicación acerca de cómo llegó a escribir las letras de Virus, un grupo que desde la new wave proponía una ruptura absoluta de imagen y sonido con todo lo conocido en la escena del rock local circa 1980.

A partir de 1965, Jacoby se dedicó a dejar en la retaguardia a la mayoría de los vanguardistas del arte pop local. Cuando las revistas hablaban de happening, Jacoby concebía el antihappening y difundía eventos inexistentes que eran comentados por medios masivos como la revista Gente. Su Tucumán Arde fue un hito cuasi revolucionario, anunciaba la abolición del libro (a ser reemplazado por el casete) y daba conferencias por circuito cerrado de TV en el Di Tella. Luego, a partir del ‘72, se dedicó al periodismo escribiendo sobre teatro en La Opinión (“reemplacé a Paco Urondo, que había pasado a la clandestinidad”) y en la revista Panorama. A partir de 1975 se dedicó exclusivamente a la profesión que de alguna manera lo define, la sociología (“supongo que puedo decir que soy un artista, pero si tengo que entrar a otro país, cuando paso por migraciones y tengo que escribir mi profesión, pongo sociólogo”).

“También fui hippie, pero sólo unos meses, hacia fines del ‘67 hasta Mayo del ‘68”, dice, pero es discutible, ya que en una foto tomada en Nueva York en esa época, lo muestra más mod al estilo The Who, con un elegante traje abotonado y dos fotos dignas de algún personaje godardiano de La Chinoise, una de Mao Tse Tung, otra de Juan Domingo Perón. En cambio, lo indiscutible es que una enfermedad dejó postrado al sociólogo, preparándolo para una actividad insospechada, letrista de rock.

–En 1979 estuve enfermo de hepatitis durante unos tres meses. Me aburría, y empecé a escribir cualquier cosa. Justo en ese momento volvió de España un amigo, Daniel Melgarejo, el diseñador del logo y las portadas del sello Mandioca. El también conocía a Federico Moura, a quien yo conocía desde hacía varios años, y que solía frecuentar en su negocio de ropa Limbo de una galería de la calle Florida. Melgarejo sabía que yo estaba escribiendo, y por otro lado, hablando con Federico, supo que él quería hacer música pero no estaba conforme con las letras de sus canciones. Fue Melgarejo el que le sugirió a Federico que me llame para trabajar en las letras de Virus. Y también fue Melgarejo el que me regaló el concepto de Tocame el Rock, incluyendo el diseño del logo original.

El miércoles pasado, CIA inauguró su flamante auditorio con un evento memorable: la presentación de Tocame el Rock. Casi por casualidad, el evento cayó casi justo con un aniversario importante: los 30 años de la aparición de Wadu Wadu, el primer LP del grupo Virus.

Esta sencilla información puede resultar un poco confusa. Aclaremos: no confundir la central de inteligencia de los Estados Unidos, la CIA, con el CIA, Centro de Investigaciones Artísticas, donde un heterogéneo grupo de músicos talentosos le tocó el rock a Roberto Jacoby, responsable de las letras de muchos de los mejores y más conocidos temas del grupo de los hermanos Moura.

El reencuentro de las letras de Jacoby con la música surgió de una retrospectiva de su obra, El deseo surge del derrumbe, presentada durante cuatro meses a partir del pasado mes de febrero en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid. Esta exhibición dio lugar a que, siguiendo su concepto de tecnología de la amistad, Jacoby convocara a un grupo de músicos para componer música a sus letras escritas durante la última década. Los temas que se podían escuchar en un sector especial de la muestra, compuestos por gente como Pablo Dacal, Francisco Garamona, Axel Krieger, Nacho Marchiano y Agustín Della Croce (del grupo Ahora), Sergio Pángaro, Vanesa Strauch, Mostrance y Dani Umpi, fueron presentados por primera vez en la Argentina en el antológico evento que tuvo lugar en el auditorio del CIA. El regalo del difunto Daniel Melgarejo se va a convertir en disco el año próximo, con la participación de los músicos mencionados (y algunos más, ya que hay más canciones) y el diseño de Alejandro Ros, otro colaborador esencial de Jacoby.

Sería muy parcial y poco riguroso destacar solamente a Jacoby como una especie de Homero Manzi del rock. Sólo que en la época de Manzi –autor de las letras de tangos como “Sur” o “Malena”– era más común que un escritor se asociara con un músico, mientras que en el terreno del rock –sobre todo el rock argentino– esa asociación de un músico con una persona ajena a la música para que le escriba las letras de sus canciones es un rarísimo, prácticamente único ejemplo de colaboración creativa.

Sin embargo, esa fue la manera en la que en 1979, Federico Moura, el cantante de la banda ultramoderna Virus, empezó a trabajar con Roberto Jacoby, autor de algunas de las más famosas letras de la mítica banda, empezando por temas de su primer opus Wadu Wadu (lanzado en noviembre de 1981) como “Soy moderno no fumo”, “El rock es mi forma de ser” o “Loco coco”.

La colaboración entre Jacoby y Moura siguió casi constantemente a lo largo de toda la historia de Virus, reflejándose en todos los temas del segundo disco, Recrudece, a varios de El agujero interior, muchos de Locura y un importante porcentaje de los tracks de Superficies de placer. Recorrido que incluye clásicos de la primera ola de new wave argentina –estrategia de darles felicidad, humor e ironía a esos tiempos oscuros, especialmente en los dos primeros discos, de 1981 y 1982, es decir plena dictadura militar– y súper hits de fines de la época de oro de la industria del rock argentino masivo no sólo en nuestro país sino en toda Latinoamérica. Estamos hablando de canciones tan famosas como “Imágenes paganas”, “Hay que salir del agujero interior”, “Superficies de placer”, “Bandas chantas arañan la nada”, “Polvos de una relación”, “Pecado para dos”, “El banquete” o “Pronta entrega”.

“Al comienzo Federico me hizo escuchar algunos temas que tenían letras que no le convencían, que tenían todos los lugares comunes hippies del rock nacional y yo las reescribía. Por ejemplo, si la letra incluía frases como la búsqueda de la paz, la libertad y corrientes de energía positiva, yo le daba una vuelta irónica y la letra se convertía en andar por la calle Libertad y Corrientes caminando hacia el bar La Paz. A veces yo escribía algo totalmente en broma como la letra de ‘El rock es mi forma de ser’, y alguno de ellos no pescaba la ironía y escribía un estribillo en serio, y ahí el tema quedaba mucho mejor”, cuenta Jacoby con una enorme sonrisa, que casi se convierte en una carcajada cuando recuerda sus burlas a la típica imaginería hippie de las letras del rock argentino, con canciones como “Caricia azul o si no soledad carmesí” de Recrudece, segundo LP de la banda, que según el autor de las letras de todas las canciones “fue el disco que irritó más al ambiente rockero convencional”.

El ego de los músicos de rock no suele permitir este tipo de asociación creativa, mucho menos con semejante mirada irónica, totalmente corrosiva y adelantada a su época, pero Jacoby explica que con Virus trabajaba sin problemas, “básicamente porque Federico era un tipo muy inteligente, con un gran sentido del humor, y además porque él era el que manejaba el grupo. En este sentido era como una cosa que venía de familia, como de clan: luego de la desaparición de su hermano mayor, Jorge, de repente Federico se encontró en el lugar de líder del clan, y él era el que tomaba las decisiones”.

Luego de la muerte de Federico Moura, Jacoby siguió escribiendo letras, colaborando con algunos otros músicos, pero más que nada volvió a dedicarse al arte conceptual al estilo del Di Tella, aunque aplicado al fin de siglo. Sus proyectos en este campo, por ejemplo el Proyecto Venus (consistente en crear una moneda a utilizar no por naciones sino por individuos afines), le valieron una beca Guggenheim, y su incansable transpiración balzaciana terminó logrando su actual bastión, el CIA, que codirige con Judi Werthein.

El año pasado Jacoby fue invitado a la Bienal de San Pablo de Arte y Política: con absoluta coherencia con el concepto de la Bienal, aquel hipppie (o mod) que sostenía algo así como ¡Mao y Perón, un solo corazón! formó la Brigada Internacional Argentina Por Vilma, provocación que detonó intentos de censura del establishment. Dos de estos brigadistas, Nacho Marchiano (el cantante del grupo Ahora) y Kiwi Sainz (“musa y eterno motor de mi obra”), apoyaron la idea de que Jacoby retomase el nexo con el lado musical de su obra. Así fue como uno de los momentos culminantes de la obra de Jacoby en San Pablo incluía remixes tecno de sus speechs interpretados en vivo por el versátil Marchiano.

Finalizada la Bienal de San Pablo, la brigada ya estaba concibiendo los detalles de una muestra sin precedentes solicitada desde España por Ana Longoni, curadora del Reina Sofía. Titulada El deseo nace del derrumbe, la retrospectiva de la obra de Jacoby en todas sus formas y disciplinas no podía dejar de incorporar su don para la canción: Nacho Marchiano fue el productor musical a cargo de convocar los artistas que primero le pusieron música a varias de sus letras inéditas, y luego las grabaron para que pudieran ser escuchadas por los afortunados visitantes. El mismo grupo de músicos ya mencionados en la presentación de Tocame el Rock en el CIA el miércoles pasado grabó los temas que formaron parte de esa muestra, pero Jacoby cree que el disco tendrá más temas, ya que “hay más cantantes involucrados en el proyecto”, y también hay más letras. Jacoby no es irónico, sino totalmente serio cuando asegura que el tema que cruza casi todas estas nuevas canciones es el amor.

“Son canciones de amor, eso es todo, aunque también hay algunos momentos de melancolía, como ‘Sentir’ o ‘Sin ambiente’.” Por supuesto, su trabajo con Virus también fue incluido en la retrospectiva española, tal como se puede constatar en el libro surgido de la retrospectiva, un voluminoso y extraordinario El deseo nace del derrumbe de 500 páginas de acciones, conceptos y escritos de Jacoby compilados por Ana Longani y publicado por el Reina Sofía junto a Adriana Hidalgo Editora.

En Buenos Aires no tuvimos el privilegio de disfrutar una retrospectiva como la de Madrid, pero al menos experimentamos algo que no sucedió en España. El público que asistió a Tocame el Rock en el CIA disfrutó de las interpretaciones de cantantes como Dacal (“Sentir”), Francisco Garamona (“Saliva Citron”, uno de los favoritos de Jacoby), Marchiano (“Iglú”) y Segio Pangaro (“Mantel Café”, uno de los momentos culminantes del futuro disco, sin duda). El líder de la agrupación de culto Bacaratt ofició de maestro de ceremonias, logrando algo tan difícil como hacer subir a Jacoby al escenario para que confiese cosas como que fue él, con su El deseo nace del derrumbe de Madrid, el que inició el movimiento de los indignados

La alegría reinó en un evento donde de paso se mencionaron los 30 años de Wadu Wadu, y al final, luego de más de dos horas, los músicos se juntaron para hacer un cover de “Sin disfraz”.

No hay duda que Tocame el Rock merece ser un disco. Basta escuchar lo que ya está grabado, más algunas canciones que se interpretaron en vivo en el CIA. Lo que no tiene sentido es tratar de que Jacoby revele los nombres de los siguientes invitados. O acaso alguna vez alguien logró que Jacoby cuente cuáles hits del rock argentino escribió a pedido de famosísimos superastros que lo contrataron como letrista con la cláusula específica de que no firme las canciones, para que el artista mantenga su perfil de gran poeta del rock nacional. Es obvio que un hombre de palabra no va a romper el compromiso, pero sí se le pueden preguntar algunas impresiones sobre los misteriosos hits de su autoría: por ejemplo, asegura que uno de estos trabajos no acreditados no sólo es uno de los mayores hits del momento en el que lo escribió, sino que además le gusta bastante. ¿Será que además disfruta al escuchar un tema de alguna celebridad rockera, coreado y conocido por todo el mundo, sabiéndose el verdadero autor de tamaño hit? ¿Cuántos temas más además de “Imágenes paganas” tarareamos sin saber que, en realidad, también son gentileza de Roberto Jacoby, un Rey Midas del Arte, la alegría y la felicidad, que logra que todo lo que toca se convierta en oro en polvo?

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