COMIC > HOLY TERROR: LA ISLAMOFOBIA DE FRANK “SIN CITY” MILLER
Considerado uno de los máximos referentes del comic actual, autor de Sin City, 300 y el Batman más oscuro, Frank Miller se caracterizaba por historias brutales en las que héroes renegados se enfrentaban a autoridades corruptas. Pero con la caída de las Torres Gemelas, Miller se volcó a la islamofobia más delirante. Su último comic, Holy Terror, va un paso más lejos: crea un superhéroe nuevo que persigue a árabes, en un despliegue insólito de violencia, ignorancia y odio.
› Por Javier Alcacer
En las últimas páginas de Dark Knight Returns, un Batman cincuentón, que había liderado una revuelta popular controlando motines e incendios durante un bombardeo atómico soviético, se enfrentaba a Superman, un soldado de Ronald Reagan con órdenes de terminar con el liderazgo del encapotado. Aquel comic escrito e ilustrado por Frank Miller (1957) y editado en 1986, cambió para siempre la manera de pensar al héroe de Ciudad Gótica y lo alejó del batirrepelente de tiburones de la serie camp de los ’60. Junto con Watchmen, de Alan Moore y Dave Gibbons, DKR fue una de las obras clave de los ’80 que expandió los horizontes de la historieta y demostró que no tenía por qué ser sólo una cosa de niños. Miller presentaba a Batman como un guerrero ácrata, ya cansado de luchar contra las consecuencias de un Estado corrupto y que en lugar de perseguir criminales en las esquinas ahora iba por los políticos. Algunos años después, Miller escribió Batman: año uno, con arte de David Mazzucchelli, la historia que narra los primeros pasos de Bruce Wayne como vigilante y se mantiene en el senda de DKR. En la secuencia más memorable del comic, Batman irrumpe en una mansión en la que celebra una cena entre mafiosos, policías y gobernantes de Ciudad Gótica. “Señoras y señores: han comido bien. Pero su festín está terminándose. A partir de este momento, ninguno de ustedes está seguro”, les anuncia, antes de desaparecer en las penumbras. Pero si bien esta concepción de Batman marcaría a fuego el personaje, en los trabajos de otros autores y en la obra posterior del propio Miller se repiten los protagonistas con problemas con la autoridad y desprecio por la corrupción. Por lo menos hasta el 11 de septiembre de 2001. El día en que Miller, según declaró un año después en la radio, entendió el significado de la palabra patriotismo.
“El movimiento de los Occupy no es más que una parva de saqueadores, ladrones y violadores, una turba revoltosa, alimentada por nostalgia de la era de Woodstock y falsa rectitud pútrida. Estos payasos no pueden hacer otra cosa más que lastimar a América”, escribió Miller en su blog (www.frankmillerink.com) el 7 de este mes en un ataque furioso contra los acampantes del Zuccotti Park y diversas partes de Estados Unidos. “Despierten, escoria. Estamos en guerra contra un enemigo despiadado.” En primer lugar, uno podría pensar que el enemigo al que se refiere es Al Qaida. Pero basta leer su último trabajo para comprobar que la cosa es un poco más retorcida. Holy Terror nació como un proyecto para Batman; de hecho, el título surgió de la expresión que usaba una y otra vez el Robin que interpretaba Burt Ward en la serie de TV. Miller presentó su idea en 2005: en el espíritu de aquellos comics de los ’40 en los que los héroes peleaban contra los nazis (en su primera aparición, el Capitán América trompeaba a Hitler), ahora Batman enfrentaría a Al Qaida, en lo que el autor presentaba –con orgullo– como una pieza de propaganda. Cuando Miller se animó a codirigir La ciudad del pecado (Sin City) y a debutar como realizador en solitario con The Spirit, la adaptación al cine del clásico de Will Eisner, parecía que Holy Terror iba a quedar en la nada. A lo mejor el fracaso estrepitoso de esta última hizo que Miller lo retomase, pero ya sin Batman (“él pelea contra el Joker o el Acertijo, no contra Al Qaida”). En su lugar, debutaría un nuevo personaje, uno más brutal.
La enmascarada Natalie Stack corre por los techos de Empire City. Acaba de robar un brazalete de diamantes y sabe que tiene los minutos contados. Otro enmascarado la persigue: se trata de The Fixer (“el Arreglador”), el paladín de la ciudad. Cuando éste logra atraparla, la pelea reaviva su enfermiza relación sentimental. Los interrumpe una explosión. Y luego otra. Y otra más. Y otra. A partir de entonces, Natalie y The Fixer unen fuerzas para cazar y ejecutar a los responsables de la ola de atentados suicidas. El comic había abierto con un epígrafe que hacía temer lo peor: una cita de Mahoma que dice: “Si te encuentras con el infiel, mata al infiel”. El prejuicio que uno puede tener sobre los prejuicios del autor es confirmado una vez que son establecidos sus calcos de Batman y Gatúbela y presentado el conflicto. Holy Terror es una mezcla absurda de odio crudo e ignorancia, la versión con máscaras y trompadas de ideas sobre el Islam similares a las que tenía Oriana Fallaci: en este caso no hay diferencia entre un musulmán y un terrorista de Al Qaida. Miller narra la venganza del héroe en un tono simultáneamente alucinado y predicante. Además de las peleas (“diplomacia posmoderna”, dice The Fixer) de la pareja de héroes contra los atacantes, Miller incluye viñetas con caricaturas burlonas de Obama, Bush Jr, Khadafi, Sarah Palin, Michael Moore y Kim Jong-Il entre muchos otros, y pone en contraposición a los espectadores en un cine mirando fascinados una película al estilo de Transformers con la lapidación de una mujer. En apenas un par de diálogos, Miller justifica la existencia de las prácticas de la cárcel de Guantánamo y cualquier tipo de violación de los derechos humanos en favor de la War Against Terror: “Dejá a alguno con vida, para que hable. Vamos a tener que torturarlo”, le dice The Fixer a Natalie. “¿Tortura? Ok, me gusta eso”, le contesta ella. En las páginas que siguen a este intercambio, Miller los dibuja disfrutando mientras interrogan al prisionero al que llaman Moe (diminutivo de Mohammed, porque “seguro que te llamás así”).
Miller sigue con el estilo de dibujo en blanco y negro, con trazos cada vez más sucios y desprolijos, que empezó a usar en los últimos tomos de Sin City, pero las intromisiones insólitas y la lógica de clase Z del relato –de nula progresión dramática, aunque hay que reconocer que ese apartado en este caso no parece importarle– hacen que leer Holy Terror sea una experiencia confusa. Toda este delirio, que se resuelve con una balacera en la base subterránea de Al Qaida en Empire City y con más explosiones, termina con una dedicatoria a Theo Van Gogh, asesinado por un extremista religioso en 2004. Con Holy Terror, Miller, considerado uno de los grandes creadores del noveno arte, entrega un exponente tardío de la islamofobia al que la política exterior de George W. Bush le parece moderada y que, en efecto, habla del terror. Pero, muy a pesar de su autor, no es tanto de la maldad infinita de Al Qaida lo que muestra, sino un terror tan temible como el que The Fixer combate y pretende arreglar. Y que también cree que el fin justifica los medios.
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