DANZA > LA IDEA FIJA: TRES TEMPORADAS DE DANZA CONTEMPORáNEA A SALA LLENA
¿Cómo puede un grupo de parejas casi desnudas abocadas al sexo, sumergidas en una estética oscura y al ritmo pegadizo de Raffaella Carrà convertirse en el éxito de una sala del teatro off? La idea fija se reestrena por tercer año consecutivo a sala llena y su autor, Pablo Rotemberg, explica por qué la danza contemporánea argentina no puede ir a la calle Corrientes pero la calle Corrientes va a la sala off.
› Por Ale Cosin
La idea fija es un éxito, si con eso explicamos un reestreno por tercera temporada consecutiva a sala llena. ¿Cómo llega a tener tal éxito una obra de danza teatro en la que los intérpretes interactúan casi desnudos todo el tiempo sin ser chabacanos, en la que se puede reír con ganas a pesar de que esgrime una estética más bien oscura, y de la que, mientras se sigue tarareando a Raffaella Carrà, se sale de la sala pensando en cómo nos comunicamos con nuestra pareja pese a que no existen diálogos en escena?
Las variables a evaluar para una respuesta van desde la increíble disponibilidad interpretativa de los bailarines actores, hasta la capacidad de desentrañar el complejo vínculo que hay entre el porno y la incomunicación en esta sociedad de la hiperexposición. Sin embargo, es la figura de su coreógrafo y director, Pablo Rotemberg, la que reúne todas esas variables.
–Pienso que además de algunos elementos del discurso teatral, La idea fija tiene elementos cinematográficos. Soy guionista y cinéfilo desde chico; además estudié teatro dos años (con Ricardo Bartís). Esa conjunción de cosas quizá le dan una atmósfera, algo que no puedo definir, pero que hacen que en La idea, por ejemplo, esté David Lynch, a mi modo, claro. Hay algo de esos mundos que están presentes y que aterrizan un poco en el lenguaje de la danza contemporánea.
Este tipo que intenta explicarse es principalmente un hiperactivo: su condición de concertista de piano y actor lo ha llevado a trabajar con Alejandro Tantanián en Los sensuales y con Pashkus en Sourvenir. Su condición de coreógrafo le ha valido crear dos veces para el Ballet del Teatro San Martín y montar con 40 jóvenes bailarines su primera performance de calle para Ciudanza. Las dos características las puso en escena en su mayor éxito, El Lobo, unipersonal que estuvo en cartel durante casi cinco años.
–La danza contemporánea no es para todo el mundo, como no lo es la música contemporánea. No todos eligen escucharla, porque suponen que no la van a entender o les va a aburrir. Lo comprendo, porque me gusta escuchar música contemporánea pero sé que es un riesgo como oyente, no es lo mismo escuchar a Luciano Berio, a György Ligeti –que son ya clásicos de esa clase de composiciones– que a Mozart o incluso a Beethoven. La música del siglo XX es la música de un siglo espantoso, que no es para sentarse a tomar un café, y por eso se produce el quiebre con el público, porque refleja una realidad muy compleja. Hay un tipo de danza que también es super específica, y la mía –aunque no lo hago demagógicamente– es menos hermética, más expresiva, está en un lugar intermedio que se relaciona al hedonismo o la sensualidad.
En el escenario, la mayor parte del tiempo entre claroscuros, los cuerpos femeninos y masculinos se tocan, se separan y bailan de manera desaforada y dulce, golpeando las zonas más dolorosas contra el piso o rozándose suavemente. Los movimientos estereotipados del sexo explícito los convierten en secuencias estilizadas y complicadísimas. Las escenas se suceden rítmicamente, entre mecanicismos corporales, textos divertidos –aunque sonrojantes– y música de Giorgio Moroder, de Vivaldi y Raffaella Carrà.
De lo que se habla en La idea fija es del sexo deserotizado, o el erotismo deshumanizado, o la ausencia de cuerpo en el amor; es la violencia por hacerse notar, la ternura que falta en las relaciones humanas y la tontera que la reemplaza. Es el placer de moverse y la mecanicidad que aplasta todo movimiento. La idea fija son contradicciones de un mundo que ha dejado de ser amable aunque se sigue nostálgicamente –un poco patéticamente– esperando el romanticismo. La verdadera idea fija es el otro, es llamar obsesivamente la atención.
Dando vuelta a la pregunta inicial, ¿por qué una obra de relevancia, que es aplaudida y premiada, no trasciende del off?
–El éxito en la danza contemporánea, salvo que adoptes ciertas decisiones, no es posible en el mundo real, como lo llamo, porque la danza contemporánea argentina no existe, no tiene casi ningún tipo de representación social, institucional; no alcanza para que la danza deje de ser hippie. A diferencia del teatro, tiene un tope inquebrantable, porque no llegás por ejemplo a hacer funciones en el complejo La Plaza. El único supraescalón es el viaje al exterior: el reconocimiento más acabado, lo más parecido al éxito se produce en los festivales europeos. Porque allí te valoran, incluso económicamente. Y eso te cierra en tu cabeza, te sentís menos hippie. A veces fantaseo con ver esta obra con una producción mayor. Sin embargo, creo que allí radica el atractivo, eso que tiene de trash, de under, que se da en ese teatro y no en el Maipo. Por eso viene gente del mundo real que no la vería en un teatro comercial. Como si esa gente transgrediera sus propios límites al ver La idea fija en El Portón. Y ésa es la razón del éxito.
La idea fija Domingos a las 21 El Portón de Sánchez
Sánchez de Bustamante 1034
Entrada $ 50. Estudiantes y jubilados: $ 40.
Reservas: 4863-2848
(Versión para móviles / versión de escritorio)
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