Sáb 19.07.2003
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TEATRO

A desalambrar

Quinta pieza del ciclo Biodrama, que pone en escena vidas de personas reales, El aire alrededor, de Mariana Obersztern, clona la biografía de una maestra rural y logra un milagro inusitado: arrancar el mundo del campo de los estereotipos que lo rondan y redimirlo con el brillo, la nitidez y la emoción de un paisaje kabuki.

POR ALAN PAULS

Manuel Puig descubrió que los mejores libros se escriben hablando en lenguas, pero también que para hablar en lenguas (sin ser un psicótico ni un devoto pentecostal) primero hay que tener eso de lo que se jacta tanto Charly García: oído absoluto. Oyendo hablar a una tía en el interior de su cabeza, Puig escribió (transcribió) las primeras treinta páginas de La traición de Rita Hayworth; oyó días enteros de charla entre albañiles en su casa de Río de Janeiro y encontró el tono de su primera novela bilingüe, Sangre de amor correspondido; espió con la oreja a un treintañero ensimismado en una pileta de Nueva York y se puso a imaginar Maldición eterna a quien lea estas páginas. En el primer caso no lo necesitó (la memoria es una máquina de reproducir infiel, pero no hay otra más disponible ni portátil), pero en los otros dos Puig conectó su oído absoluto a la única prótesis técnica capaz de seguirle el tren: un grabador.
La fórmula oído absoluto + magnetófono está también en el origen de El aire alrededor, la nueva obra de Mariana Obersztern (Dens in dente, Lengua madre sobre fondo blanco), quinto episodio del ciclo Biodrama (vidas de personas vivas, reales, puestas en escena por directores experimentales) que Vivi Tellas concibió para el teatro Sarmiento. De ahí, tal vez, el primer efecto “puiguiano” (no el único) que irradia este notable experimento de clonación teatral. La historia es así: Obersztern no tenía aún el encargo del Biodrama cuando fue a Naón (no a Río ni a Nueva York, como Puig, sino a un pueblito de ochocientos habitantes de la provincia de Buenos Aires), donde cada tanto mataba sus fines de semana haciendo lo que cualquier turista porteña trasplantada a las pampas: leer y cabecear. Pero fue a Naón, le presentaron a la maestra rural Mónica Martínez, la oyó decir unas pocas palabras y corrió en el acto a su auto a buscar un grabador. A esa primera conversación-grabación siguieron otras cuatro. Cuando terminaron, Obersztern tenía, encapsulados en media docena de casetes, los pormenores de la vida viva sobre la que haría su Biodrama: el parto, la infancia en la escuela (mientras la radio anuncia la muerte de Perón), el coup de foudre amoroso (al son de una cumbia de Los Palmeras), un pequeño drama familiar (Mónica se casa embarazada y su padre acude al casamiento en ropa de trabajo), los hijos, la vida en familia, una inundación...
Que la vida vive en la voz (que la voz reproduce la vida, pero también la conserva) es una de las muchas lecciones de El aire alrededor. Obersztern y su extraordinario elenco (Vanessa Weinberg, que hace de Mónica; María Merlino, la Nancy, su amiga del alma; Osmar Núñez, el Walter, marido de Mónica; el niño Juan Dyzen, uno de los hijos) consiguen sin el menor esfuerzo, como si realmente hablaran en lenguas, un milagro que el teatro argentino rara vez depara: liberar la voz de campo (sus acentos, sus entonaciones, sus ataques, sus ritmos: su música, mucho más que su léxico) de las dos cárceles cómplices en las que se reseca (el respeto académico y la parodia) y desplegarla con una precisión maníaca, tan maníaca que lleva el sonido al borde alucinatorio de lo gráfico, como si el espectador pudiera leer lo que oye al mismo tiempo que lo oye. Y con la voz de campo, por supuesto, lo que se libera es el campo mismo, tal vez uno de los mundos más letales a los que pueda acercarse una representación teatral contemporánea. El campo está tan forrado de sentido común cultural que se nos hace casi imposible verlo, oírlo, pensarlo, y mucho más representarlo. Es “natural”, es casi la única representación sindical que la Naturaleza tiene en este país, y como tal suele ser objeto de preservación, de reverencia o de burla. Podrá ser fuente de sabiduría o de atraso, de profundidad elemental o de brutalidad, pero las dos identidades, por contradictorias que parezcan, protegen al unísono esa “esencia natural” -esa transparencia– que lo confina al museo, a la mímesis tierna delteatro infantil, a cualquiera de las torpezas que se esconden en toda voluntad de “recuperación”.
Si El aire alrededor libera al campo es básicamente porque desdeña sus arquetípicas cualidades ideológico-culturales y le reconoce en cambio un espesor, una consistencia y una densidad que son a la vez sociales y plásticas, vitales y estéticas. Los signos con los que Obersztern deletrea el mundo rural son tan convencionales como los de cualquier estampa de Molina Campos: pasto, troncos, facón, bombachas, alpargatas, atardecer, crepúsculo, inundación. Pero son tan brillantes, tan puros, tan recortados como los signos del kabuki: el pasto destella (¿es de verdad?, ¿es sintético?), los troncos son perfectos, los caprichos rítmicos del sol, el viento, la lluvia y los pájaros aparecen enmarcados en la pantalla de video donde se proyectan. Obersztern hace con la Naturaleza lo mismo que con la vida de Mónica Martínez: la encuadra. Es una operación simple y delicada, pero tiene toda la soberanía que requieren las verdaderas apropiaciones artísticas, y una vez ejecutada resuelve de un golpe todos los falsos problemas en los que suele demorarse el realismo. Aquí ni el campo ni la vida de Mónica Martínez son realistas: son hiperreales. (No en vano los escenógrafos de la obra de Obersztern, Silvana Lacarra y Daniel Joglar, son artistas plásticos.)
¿Y qué es el campo, una vez encuadrado? ¿En qué se transforma? En trazo y tiempo; es decir: precisión, elegancia y ritmo. En otras palabras: gracia, gracia pura. Sorprendentes por su rigor y su musicalidad, las dicciones camperas de Weinberg y Cía. sorprenden mucho más por su nitidez y su determinación, enemigas a muerte del balbuceo y la vacilación como tics realistas. Y la vida de Mónica Martínez no aparecería ante el espectador con la luminosidad con que aparece si Obersztern no la hiperrealizara con un filoso sistema de puntuación, recortándola en bloques de tiempo –verdaderas escenas de campo– de una paciente perfección. Viendo El aire alrededor –viendo el modo sutil, pero absolutamente decidido en que la puesta redime para el teatro un objeto imposible como el campo–, es fácil sospechar qué es lo que tramaba Obersztern todos esos fines de semana de Naón en que fingía leer y cabecear: una reforma agraria.

El aire alrededor. Sobre la vida de Mónica Martínez, de Mariana Obersztern. Jueves a domingos a las 20 en el teatro Sarmiento, av. Sarmiento 2715 (junto al Zoo). Entrada $5. Jueves 50 % de descuento.

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