Dom 08.12.2013
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RETRATOS EN EL VIENTO

Fotografía Oscar Balducci fue un destacado fotógrafo del arte y del espectáculo, y además, poeta y letrista de canciones, autor de textos para obras como la inolvidable Bola de Nieve, de Cecilia Rossetto. Vivió rodeado de innumerables escritores, actores, bohemios y artistas a los que retrató buscando capturar en cuerpo, rasgos y alma. A poco más de un año de su muerte, en septiembre de 2012, esta semana se inaugura en el Palacio Nacional de las Artes una muestra de los trabajos que realizara desde 1962 hasta 2010, y en cuyo marco será presentado Resaca de los vientos, el libro de poesía que dejó inédito y a punto de publicar.

› Por Juan Pablo Bertazza

Cuando el martes se inaugure, en el Palacio Nacional de las Artes, la muestra de retratos que realizó Oscar Balducci entre 1962 y 2010, se cumplirán, al mismo tiempo, treinta años de democracia. Coincidencias numéricas y poéticas que, mientras nos distraemos diciendo “whisky”, centran la escena, ponen foco y revelan cuestiones de fondo.

Es que el arte de Balducci, destacado fotógrafo de arte y espectáculos (expuso en el Museo del Flamenco de Sevilla, en el Reina Sofía de Madrid y en el Museo de Bellas Artes de Houston), pero también poeta, dramaturgo y autor de muchas canciones con música del pianista Pablo Ziegler, está impregnado de democracia y la democracia también se nutrió de artistas como Balducci.

TITA MERELLO

La dictadura, a su vez, se encargó de ensombrecer hasta donde pudo la luz de su arte: Secuestro y muerte de Mr. Dupont, película de la que fue guionista, filmada en 1974 con dirección de Pedro Stocki, nunca fue estrenada. Javier Urondo, el hijo de Paco, escribió: “Nos conocimos en el peor momento de mi vida, eran tiempos donde poca gente me saludaba. El Tano me dio laburo en su estudio fotográfico y sabía perfectamente lo que pasaba en este país y quién era yo, me acompañó a transitar la derrota de una manera más digna, tuvo esa generosidad feroz que me permitió reconstruirme”.

La piedra fundamental, el eje de esa coincidencia, es, sin lugar a dudas, el cuarto oscuro. Cuarto oscuro donde por primera vez –luego de siete años–, las manos todavía afectadas por el terror pero firmes como nunca antes, emitían un voto hacia el sueño de un país. Pero también el cuarto oscuro donde, tal como cuenta quien fue su compañera, Cecilia Rossetto, “el Tano hacía aparecer rostros inolvidables entre el líquido revelador”. Mientras esas fotos iban revelando poco a poco, con aletargada magia aquellos rostros, tenía lugar otra revelación –otra rebelión–: las ideas conjuntas de Oscar y Cecilia que terminarían dando rostro a una serie de espectáculos (In concherto, Bola de Nieve, Buenos Aires me mata y tantos otros) que tuvieron repercusión mundial (Fidel Castro, en persona, les pidió que estrenaran Bola de Nieve en La Habana), que signaron una época, que llevaron a la cumbre y a la vista de todos un amor que tuvo, en su origen, el sinsabor de la clandestinidad política: “Cuando, en 1976, desapareció mi primer marido, Hugo Federico González, Oscar fue el hombre que me escondió, me cuidó y me dijo: ‘De ahora en más lo que te pase a vos nos pasa a los dos’. Y no nos separamos más. A veces éramos amantes, otras socios, otras hermanos, casi siempre amigos y siempre padres”, cuenta Cecilia Rossetto, esto último en alusión a su hija Lucía. “Durante treinta y seis años muchas de mis palabras sobre un escenario fueron las palabras escritas por el Tano Balducci, treinta y seis años... se dice fácil” larga Rosetto a corazón abierto y propiciando un diálogo entre sus propias palabras inconclusas y su mirada todavía atravesando el duelo desde septiembre del año pasado, cuando murió Balducci.

ANTONIO DAL MASETTO

León Ferrari, el Polaco Goyeneche, Antonio Gasalla, Nélida Lobato (a quien le hizo la última sesión de fotos de su vida, en 1981), Ambar La Fox (a quien fotografió en Chicago para las puertas del Maipo), Tita Merello y la artista plástica Martha Peluffo son algunos de los referentes del espectáculo que pasaron por su lente, y hay un elemento en común en esas fotos: la mirada, como si en todas esas miradas se pudiera ver, un poco, la mirada de Balducci. Un raro talento para captar tanta autenticidad entre luces, plumas y kilos de maquillaje, algo de lo cual era muy consciente: “Encontré el auxilio de la puesta para que el actor pudiera volver a ser él mismo. Sólo la poesía, dice Cocteau, permite esos disfraces súbitos. Un hombre habla de sí, como todos los hombres; de pronto empieza a pavonearse, eleva el tono o lo baja, se viste con el gesto, pierde o encuentra el alma pero llena su disfraz, ocupa íntegramente su espacio único. Es ése el instante del disparo feliz de la foto; a veces nos adelantamos una décima, otras veces nos atrasamos una décima pero, en algunas ocasiones, Narciso y Minerva salen juntos”, escribió al inaugurar una muestra en el Centro Cultural Recoleta, en 1998. “Un día los actores le empezaron a pedir sacar fotos con filtro para eliminar las imperfecciones y salir más alivianados. Pero el Tano se opuso, no le interesaba, eso era perder el alma. A partir de ahí se dedicó a hacer fotografías de arte”, cuenta a su vez Rossetto.

Balducci no era un fotógrafo que escribía poemas ni, mucho menos, un poeta que sacaba fotos. De hecho, existe una relación indisoluble entre sus fotos y sus libros de poesía, y otras formas de arte. Es lo que sucedió con el retrato que les hizo a los hijos de Martha Peluffo, Verónica y Sebastián, en 1978, a pedido de la artista plástica que, luego, realizó una obra a partir de esa fotografía y la obra, para cerrar el círculo, aparece, a su vez, en el retrato que Balducci le hace a Peluffo. Sus fotos se encuentran, por otro lado, en la génesis de sus poemas: el retrato que hizo de León Ferrari se metamorfoseó en un poema sobre el artista y, por el contrario, en sus poemas puede encontrarse, y esto es lo más notable, una poética de su fotografía. En “Rostros”, escribe: “Pues sin nostalgia no se ve nada, el paisaje es de un blanco salvaje de donde brota a veces un alarido agónico, sin eco (...) suaves colores comienzan a rodear el alma inmóvil y la mirada llega tan lejos que es imposible volver”.

BIBI VOGEL Y SU HIJA MAYRA

Resaca de los vientos, que se presentará en el contexto de la muestra, es, posiblemente, la cumbre de su poesía. Paisajes del sur que se entremezclan con calles urbanas como Viamonte y Reconquista y con ciudades europeas históricas, declaraciones de amor que se van superando entre sí y se mimetizan con paisajes idílicos que, a su vez, esconden algo siniestro y extienden sus propias ruinas. Hay una simbiosis notable de ámbitos, de atmósferas, como la espectacularización de la naturaleza que propone el poema “Pagliaccio”: “el cielo es un teatro fugitivo/ de donde baja, a veces, un cómico furioso/ Sabe que la miseria multiplica las cosas. Sabe que la memoria hace las cuentas mal/y entonces llora, cree que hacia la noche/ la gente aplaudirá”.

Y así como el juego de la oscuridad y la luz es la clave de la revelación de fotos –y votos–, el contraste que a Balducci le posibilita el hallazgo literario es el que existe entre el viento y el silencio. Susurros, alientos, gritos que van dejando en clave la palabra mágica, el secreto que hay que guardar. En todos los casos, el viento de Balducci es una fuente fragmentaria y coral de sentido en cuentagotas: “sólo la voz del viento trayendo cosas sueltas,/ ni siquiera una historia”; “Mucha gente se cruza en tu camino, dice algo al pasar/ y nunca más la encuentras./ Parece que existimos para absorber al árbol,/ decir una palabra y desaparecer/ en la magnificencia”, un símbolo cuya lectura demanda esfuerzo y atención, pero asegura también la revelación de un misterio, como en el poema “Mapuches”: “cuando se inicia el viaje del viento hacia la piedra, sólo el instante cuenta”. Ese misterio que revela el viento repercute, nuevamente, en su arte de fotógrafo: “Oscar no nos dejaba ni siquiera a nosotras, ni a Lucía ni a mí, tocar sus negativos, incluso cuando murió lo hicimos con muchísimo pudor”, cuenta Cecilia mientras se le quiebra la voz al mostrar esas fotos tan entrañables que habían visto por primera vez: un autorretrato de Oscar abrazando a su pequeña Lucía en unas vacaciones, otra de la función estreno de El señor Galíndez, de Tato Pavlovsky, en la que se ve a un delgadísimo Alberto Segado. “Era encontrarte por primera vez con algo tremendamente tuyo, con tu propia historia, y la historia del arte del país. Ahora la Asociación de Actores quiere sacar un libro porque en estos retratos está la historia del teatro y del arte de nuestro país”, dice Rossetto y la prueba de sus palabras todos podrán encontrarla a partir del martes, justo el día en que se cumplen treinta años de democracia.

La muestra Retratos, de Oscar Balducci, podrá verse en el Palacio Nacional de las Artes (ex Palais de Glace), Posadas 1729, desde el próximo 10 de diciembre hasta el 31 de enero de 2014, de martes a viernes de 12 a 20, y sábados, domingos y feriados de 10 a 20.

RETRATO DE LA ULTIMA SESION FOTOGRAFICA (1981) DE NELIDA LOBATO

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