PERSONAJES EL LIBRO ERóTICO DE SASHA GREY, EX ESTRELLA PORNO
› Por Mariano Kairuz
Como era un poco de esperarse de una chica que se hizo famosa en el negocio de lo explícito, la primera novela de la ex estrella porno Sasha Grey no es nada sutil. El libro se llama La sociedad Juliette (Grijalbo) y para entender un poco qué papel juega en el actual contexto del renacimiento del bestseller calentón conviene separar la paja del trigo. El trigo –el elemento principal del que se nutre todo el asunto y con el que se busca presumiblemente nutrir a sus potenciales lectores– son en efecto las escenas de sexo, los relatos bastante pormenorizados y gráficos de actos y fantasías de su protagonista y la gente a la que conoce. Y después, claro, está la paja. Para decirlo brutalmente, es el argumento: paja narrativa. Citas y referencias a cineastas –Cassavetes, Jean-Luc Godard, Buñuel, Orson Welles–, a gente que hizo de la sexualidad el objeto de sus estudios más empíricos o más sesudos (Kinsey por un lado, Freud por otro, también Foucault), a escritores (Sade, por supuesto) y la búsqueda en primera persona de Catherine, joven estudiante de cine a la que una primera visión de Belle de jour como encargo de su profesor le abre una puerta inesperada. Como dice ella misma reiteradamente en La sociedad Juliette, la trama siempre está al servicio de los personajes, “excepto en el cine porno”.
Y en ese sentido, el libro de Sasha parece querer ser un poco como el porno argumental de los ‘70, sexo explícito con “trama”, un pretexto narrativo para las escenas de sexo, desde ya, pero un pretexto un poco más elaborado y sofisticado que el del XXX más “urgente” y convencional. Lo cierto es que no es casual que La sociedad Juliette llegue a las librerías de todo el mundo mientras la serie de Cincuenta sombras de Grey sigue encabezando las listas de más vendidos y cada anuncio de casting para su adaptación al cine es la noticia hollywoodense del día. Dice Sasha que su agente le sugirió hace ya cinco años que era hora de vender libros eróticos con su nombre. Pero tras el éxito de las novelas de E. L. James y la sugestiva coincidencia con su apellido artístico Grey, se volvió inevitable.
La sociedad Juliette está enteramente narrada en primera persona por Catherine, pero nadie va a poder dejar de dibujarle mentalmente la cara de Sasha mientras lee. Catherine tiene presumiblemente la edad que tenía Sasha Grey en su breve pero intenso y fulgurante paso por el porno, que fue de los 19 a los 22. A los 25, Sasha parece haber vivido varias vidas: tras retirarse del cine triple X empezó una carrera en ámbitos más mainstream de la industria cultural, incluyendo el protagónico de The Girlfriend Experience (de Steven Soderbergh, estrenada acá directamente en DVD con el título Confesiones de una prostituta de lujo), un personaje parcialmente inspirado en ella misma en la serie de HBO Entourage, y otros papeles en películas no condicionadas. Su debut literario parece formar parte de esa búsqueda –entre artística y comercial– que capitaliza su pasado sin renegar en absoluto de él. Las escenas sexuales del libro pueden considerarse material estándar según qué parte de sus potenciales lectores se considere. Dentro del llamado mommy porn (porno para mamis) tan en boga, son más bien explícitas. Hay un argumento, un asunto relacionado con sociedades secretas que evoca inevitablemente a Ojos bien cerrados de Kubrick, y no escatima detalles sadomasoquistas. La sociedad del título (tomado de la lujuriosa hermana de Justine creada por el Marqués de Sade) es un club de poderosos, empresarios y políticos. Los Ejecutivos, como los llama la protagonista “son cogedores profesionales. Te cogerán y te la meterán doblada. Te cogerán, te doblegarán y llegarán a lo más alto. Te joderán el dinero, la libertad y el tiempo. Y seguirán jodiéndote hasta que estés dos metros bajo tierra, en la tumba. Y luego te joderán un poco más”. Con sólo este párrafo –que aparece apenas arranca el libro– podría decirse que el eje “reflexivo” de la novela es la compleja relación entre deseo y sumisión. Que es un tema nada menor dentro del arte y el mundo al que se dedicó Sasha en el pasado, y que le valió –habiendo sido siempre ella tan abierta, natural y articulada al hablar sobre su profesión y la industria– no pocas polémicas mediáticas en Estados Unidos. La pregunta crucial respecto de “deseo y sumisión” es si Sasha pensó en un libro destinado a las mamis del mommy porn (etiqueta que dice detestar) y sus hijas. Algunos pasajes hacen pensar que ése es su público potencial, como cuando –en el relato de su sucesión de actos y fantasías– Catherine se entrega a algunas divertidas digresiones, por ejemplo, el capítulo dedicado al semen, en el que diserta sobre el lenguaje del sexo; sobre cómo prefiere la palabra concha (pussy, en el original) a vagina, “que es demasiado clínica”, mientras que, sin embargo, detesta que se llame “leche” (cum) al semen, que es, “la esencia mágica de la que viene todo”.
La tapa y la imagen delicada (la propia Sasha es dueña de una delicadeza que no abunda en el universo XXX del que proviene) de la edición sugieren chick lit. Pero finalmente, del polvo venimos y al polvo volvemos: entre digresión y digresión, entre referencia y reflexión y discurso, irrumpe en la página una descripción y relevo de partes pudendas desprovista de pudor, suave y dura a la vez, que puede funcionar –disculpen el onanista pragmatismo de esta aserción– para todas y todos por igual: las chicas, que pueden proyectarse en el estilo gráfico pero en el fondo delicado de sus relatos; y los chabones, que podrán incrustarle a la protagonista la imagen de su autora, que tan sobada tienen en video e Internet. La película, si se hace –lo cual es casi inevitable–, va a tener que ser menos explícita. Pero al menos va a ser fácil encontrarle actriz.
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