ARTE Desde 2010, Mónica Testoni y Florencia González Alzaga entrevistaron y fotografiaron los lugares de trabajo, y también las casas, de veinte artistas argentinos muy diferentes, desde Nicola Constantino hasta Daniel Santoro, pasando por Luis Felipe “Yuyo” Noé, Milo Lockett, Renata Schussheim y Guillermo Roux. El resultado es el libro Casas de artistas, fotos y palabras que documentan cómo y dónde viven los artistas plásticos seleccionados, en retratos relajados que no buscan ser una guía, sino una captura del clima y el espacio creativo.
El estudio de Renata Schussheim, en Palermo
“Por primera vez tengo un lugar para mi obra, un lugar chico, no es la idea de lo que quería. Me hubiese gustado más galpón, pero eso no era realista, no iba a ir nunca, iba a ser como un depósito lleno de cucarachas. En cambio esto está a mi escala, acá nomás. Tengo mis fotos, cuadros, vestuario y esculturas en un solo lugar. Antes los tenía dispersos, en casa de un bailarín, en un depósito, en una mudadora. Voy a seguir trabajando los bocetos, pinturas y esculturas en el segundo piso de mi taller de siempre, en casa, tengo buena luz y mis libros que me nutren... No tengo taller de vestuario o escenografía propio porque trabajo adonde voy. El vestuario se trabaja con el director. Luego, me documento por la época y hago adaptaciones libres. Una vez que tengo el OK busco las telas en la calle Alsina. Es uno de los momentos que más disfruto, ver telas. Si el vestuario es para una obra en el Colón, presento figurines a la jefa de figurines y se hacen en sus talleres. En el teatro San Martín, lo mismo. Si hago algo en el Lola Membrives, donde no hay talleres, tercerizo, por ejemplo, a Alfredo Bolonia. Hago todo sola. Salvo utilería y cosas muy difíciles. Me falta tiempo para pintar y hacer lo que me gusta porque tengo que vivir.” Renata Schussheim
La casa taller de Luis Felipe Noé en San Telmo
“He tenido muchos talleres. El primero fue en 1959, en el primer departamento de casados, en el edificio de El Hogar Obrero sobre Rivadavia y Moreno, en Caballito. La primera exposición la preparé ahí y en esa muestra tuve contacto por primera vez con Jorge de la Vega, Alberto Grecco y Macció. Luego, en 1961, mi padre estaba liquidando la fábrica de sombreros de mi abuelo, era un edificio enorme sobre la calle Independencia al 400, con casa de familia en la planta alta y salón de costurera, y mientras eso sucedía me dio el lugar para trabajar. Grecco se enteró de que tenía mucho espacio y vino a trabajar conmigo. Macció y De la Vega iban a visitarnos de tanto en tanto... Así nació la idea del grupo. A principio de los ’60, los cuatro viajamos a París... Cuando volvimos de Francia en barco, la fábrica se había vendido y ya no tenía taller. Deira y Macció habían vuelto antes. Deira va a recibirme al puerto y de abajo grita con una emoción: ¡tenemos taller! Habían alquilado una casa muy señorial venida a menos, era un conventillo sobre Pellegrini y Charcas, que demolieron con la ampliación de la Avda. 9 de Julio. Decían, creo, que era de una amante del general Roca... A fines del 2008, tuve la primera sala en el complejo Central Park de Barracas. Si bien estoy allí desde hace tres años, sigo trabajando acá, sobre esta mesa, en San Telmo. Desde el 2002, cuando tuve un accidente, tiendo a trabajar horizontal, no más vertical; este hecho se juntó al proceso mental en la línea y el color, que se refleja en el dibujo. Con estos fragmentos con que acá compongo la obra en Central Park, pego el papel sobre tela y no hago un cuadro sino varios. Voy y vengo en un cómodo caos.” Luis Felipe Noé
La casa-taller de Milo Lockett en Resistencia, Chaco
“Me atrae más el trabajo social que el mundo del arte y gracias a la pintura hago muchas acciones solidarias. No solo, hace unos meses vendimos 200 obras de artistas diferentes para equipar una escuela en el Chaco, un proyecto que armamos con Javier Calamaro, Gustavo Santaolalla y León Gieco. Hicimos una escuela modelo en cuatro hectáreas. Esto me interesa, cambiar situaciones. Yo sé el lugar que tengo en el arte. Yo soy el rey, llegué para poner orden. Yo la juego de rey. Mejor que sea alguien bueno y no un hijo de puta, ¿no? Me interesa comprometerme, tengo la posibilidad de enunciar lo que está mal o mostrar las necesidades y que tenga repercusión en los medios. Soy el rey, no Dios. Me aburre el mundo del arte. El ojo del artista comienza desde niño, soy artista de por vida aunque no haya estudiado arte de manera académica. Crecí en una familia en la que no había arte, no fui a museos y la llegada a Buenos Aires en el 2005-2006 fue durísima. Venía de Chaco con rollos de pinturas, paraba en un hotel sobre la Avenida de Mayo por 25 pesos con desayuno. Ser provinciano me da un plus, no te la creés. Sabés que vas a recibir muchos ‘no’.” Milo Lockett
El estudio de Pablo Siquier en Balvanera, frente al Hospital Español
“Soy tan normal que no sé qué decir. Normal, estándar, todo es normal en mí. Tengo inteligencia promedio, amigos, estoy casado, dos hijos, llevo una vida tranquila, juego al fútbol. Aunque hay cosas de argentinos que no hago, no tomo mate, no bailo tango y algo más noto que no hago cuando viajo, no ando a caballo. Hice mi camino como artista intuitivamente. De hecho, iba a estudiar Ingeniería Química. Me preparé en una academia para dar el ingreso y el día del examen miré una hoja, no entendí nada, la dejé y en un momento tomé la decisión de no ir. Entonces tenía que laburar e hice de todo, artesanías, trabajé en la Aduana, contaba containers en la descarga de barcos, fui obrero de la construcción y asistente de un estudio de fotografía. En ese momento pintaba poco, un cuadro al año, luego tres. Ahora no pinto nada, acá en el taller no tengo un solo cuadro. Comencé a trabajar en mi cuarto, en el departamento de mis viejos. Luego en La Boca, en una casa de la familia de Jorge Macchi, somos amigos... En otros momentos hice arreglos con pintores que se iban uno o dos años a trabajar afuera por una beca o lo que fuese, les pagaba adelantado menos plata, les cuidaba la obra, el gato y las plantas y así zafé varios años. Esa etapa fue de talleres solitarios. Hasta que compré mi primer casa-estudio-taller. En este momento comparto con Leonardo Estol y Eduardo Alvarez.” Pablo Siquier
La casa-taller de Daniel Santoro y María Pinto, en Montserrat
“Cristina me compró obra antes de ser presidenta y me reconoce como un pintor que indaga el peronismo. Pero ni me importa si este gobierno es peronista; el kirchnerismo y este gobierno no han traicionado los principios peronistas, como lo hizo el gobierno de Menem. A veces leo el diario y veo los arquetipos de propaganda que hacen y entonces sí, ¿sabés qué? Soy kirchnerista. Pero no voy a trabajar con la estética kirchnerista. Le corresponde a otra generación sacar la conclusión visual de esta época... Me siento comprometido y me interesa hacer un aporte ideológico desde la plástica. Sí incursioné en la comunicación visual y participé en proyectos, di un curso en la cátedra de Horacio González, el director de la Biblioteca Nacional, uno de los fundadores de Carta Abierta. Me comprometo y colaboro en generar identidad de la Nación. Con lo difícil que es definir ser argentino, por un lado la Villa 31, Latinoamérica y Barrio Norte, con algunos que se creen dueños o que están en París. A medida que haya mayor clase media se va a lograr la identidad que buscamos.” Daniel Santoro
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