Dom 27.04.2014
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EL ABSURDO ELEGANTE

HISTORIETA Con el jopo de Tintín y la pipa de Popeye, Barragán es el protagonista de Altavista, la historieta que Fernando Calvi estuvo publicando en la revista Fierro. Sus dos partes están reunidas en un hermoso volumen editado por Hotel de las Ideas, y es sus páginas se puede disfrutar de la libertad que dan sus estrictos nueve cuadritos por página y su texto al pie, sin globitos. Dialogando con la tradición de la historieta, Calvi no deja superhéroe ni comic clásico sin discutir a la hora de presentar una obra consagratoria.

› Por Juan Manuel Domínguez

“Tenía ganas de discutir El comic y el arte secuencial, del norteamericano Will Eisner”, dice el historietista Fernando Calvi. Podría ser una declaración petulante, punk, canchera-masticable para definir el por qué de Altavista, la primera de las varias sagas que viene publicando en Fierro, y que acaba de llegar al libro de la mano de la debutante editorial Hotel de las Ideas. Es que el clásico ensayo sobre la historieta del “padre de la novela gráfica” –título más oficialista que realista usado para definir a Eisner, gran maestro y centro gravitatorio del medio– es un paragón de esos intocables de un medio demasiado abollado como el comic. Pero la continuación de esa oración muestra el real motivo y al real Calvi lejos de un francotirador pop y más cerca de un alquimista del medio: “Lo quería discutir no porque fuese malo sino porque ignora un montón de cosas para tener un discurso. Hay historietas de Lyonel Feininger donde la secuencia no está o trabajos de Frank King donde pasa lo mismo y son historieta. Hay ahí encadenado, hay progresión y no hay secuencia. Hay una deformación de la historieta actual que es notable y tiene que ver con que entre un cuadro y otro pasa un toque de tiempo, nunca más que un toque”.

Según Calvi, cuando se establece un sistema es el mejor lugar para ser libre. Por eso es que su obra utiliza estrictos nueve cuadritos por página, y una paleta de colores plenos y secos. “Iba incorporando colores cuando incorporaba códigos de género. El verde se repite cada vez que entra el terror.” Pero con aquellos nombres de principio del siglo pasado como Feininger o Frank King (autor de Gasoline Alley, clásico hoy surrealista y de culto del comic), Altavista comparte un principio que Calvi define de la siguiente manera: “Lo natural de la historieta es mostrarlo todo y lo deliberado es el recorte; hoy la historieta se plantea al revés”.

Sus relatos en off y ese salto de género en género (“piratas, monstruos, aventura clásica”), pueden leerse como el diario de viaje de un personaje de historieta, Barragán, que nació con el comic industrial y que nunca supimos estuvo ahí. De ahí sus cruces con Popeye (“el tuerto” le dirá Barragán), con Tintín (“el pequeño reportero”), o con datos históricos y científicos de comienzo del siglo pasado. “Ese juego se volvió una parte muy importante de la historia, le dio forma, la particularizó”, dice Calvi. Pero el alguna vez ilustrador periodístico y guionista de Cibersyx refuta la teoría del personaje que no fue y prefiere definir a su historieta sin globos de diálogo como “una historieta de aventuras que además pasa por varios géneros y subgéneros. Creo que más que un personaje clásico que no pudo serlo es un personaje en formación que toma de todos los personajes cosas para ir haciéndose”.

Tanto en su comienzo, a cuatro páginas (“el primer Altavista fue un ejercicio de estilo”, dice Calvi), como en su segunda parte, a seis páginas por capítulo (parte de la demora en su publicación se dio porque el autor siempre quiso juntar ambas partes en un libro), Altavista es una historieta reactiva al estilo previo de Calvi, fascinado con los superhéroes de línea recta, como también germinada (Calvi vuelve habichuela mágica a artistas como Gorey, Edward Lear, Jack Kirby, Nine y Will Morris por igual): “Había hecho otro tipo de historieta mucho tiempo, con Bruno Helmet, Dani Nebulosa y Megaman, y justo estaba leyendo mucha historieta de final del siglo XIX, principios del XX. Estaba leyendo Katzenjammer Kids, Kin-der-Kids, Max y Moritz, El Príncipe Valiente, el Tarzán de Foster y me gustaban mucho esas historietas. El cambio a una línea temblorosa fue una respuesta natural y tiene mucho que ver con Segar (creador de Popeye), con Herriman (Krazy Kat), y con Feininger, donde la pluma tiembla y se rompe, con cierta forma amablemente experimental de componer”.

Altavista como historieta sabe que “la ficción de género es inevitablemente tradicionalista, por suerte, y quería jugar con eso. Darle un linaje a mi personaje, hacerle una familia”. Pero como proceso es una muestra de la certeza de Calvi como narrador: “Yo tengo un tema con el adjetivo: en la literatura, si bien te cansa, lo entiendo, pero en la historieta no necesitas eso. Si dice ‘horrible’ y abajo ves a un tipo horrible, me parece acumular en vano. No tenía ganas de una historieta farragosa”. Las leyendas que acompañan al viaje de Barragán, sostiene Calvi, “nacían larguísimas y después se podaban”. Y no sin pasar por anécdotas dignas de Barragán sobre el Silver Surfer (Calvi es fan no fundamentalista del género y lo muestra su online Tótem Comics) o ideas sobre el género indie en boga (“Con cinco robots en la luna puedo decir lo que quiero: le desconfío a la autobiografía”), Calvi sostiene que “las artes narrativas en general empiezan a perder recursos: en lugar de ganar, empiezan a perder los que tenían. La historieta hoy elige ser esa parada derivativa del cine y el resultado es que en ese camino se pierden recursos”. Conozcan entonces a Altavista, la perfecta comprensión y compresión de modos que hace un siglo revolucionaban, mientras fundaban, la historieta y que hoy sirven para crear la primera obra maestra del absurdo elegante en Argentina.

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