› Por Juan Carlos Kreimer
Jefe de gráfica de prestigiosa agencia de publicidad. Despacha entre 30 y 40 avisos por mes, sin contar los que hace de contrabando. Trabaja con varios colaboradores pero todo finalmente requiere su toque final. Desde hace casi tres décadas, “siempre hay que morir en él”, dicen varios del gremio. Aunque le presenten cualquier idea disparatada, sabe cómo encontrarle la vuelta y algún motivo para que se destaque armoniosamente. Viene notando, él, que la nueva camada de diseñadores y think tanks juniors empiezan a dejar de lado su buen ojo. Explica de pie frente al monitor por qué tal cosa no va y no dicen nada. Los cruces de miradas lo dejan afuera. O si me responden es como que me perdonaran la vida. Dice él. 54 años y una sombra, ya, insinuándose sobre el firmamento. La de ser, pronto, un has sido. Otro más al que quieren sacar de la cancha.
El todavía está insertado y puede demostrar que le sobran talento y herramientas para enfrentar la embestida de cualquier renovación estética. Si por alguna reestructuración, de esas que llueven cuando cambian a un gerente, quedara afuera, habrá que ver si le pinta otra posición tan atractiva desde todo punto de vista. Volver a pararse sobre la estela es bien difícil. Cualquiera de los que van cayéndose al agua, en ese y muchos rubros laborales y culturales, pueden ponerle la firma.
No es una fecha de vencimiento, como la escrita en el sachet de leche. O como los cumpleaños, o el día después de unas vacaciones –las últimas pagas– que no tenés que ir más porque te jubilan. O retiran. O cuando salís a buscar trabajo de grande. “Has been” es un proceso de corrosión subliminal que se instaura mientras todavía estás ahí, adentro, parte del staff o entre los más buscados, y los de arriba y los de abajo empiezan a pasar de vos.
De las reuniones alrededor de la mesa larga salís contento, creyendo que te escucharon porque se rieron y “recordaron” épicas que hicieron juntos. Pero percibís que tu peso o participación en proyectos futuros tendrá cada vez una incidencia menor. Más querés demostrar (y -te) que todavía podés correr como el más nuevo, más patente se te hace que vas perdiendo prédica. Aunque lleves la delantera.
Esto no ocurre cuando efectivamente estás en baja, biológica e intelectual o creativamente, sino a una edad cada vez más joven. ¿Habrá que atribuirlo a que se dieron cuenta de que tu visión de las problemáticas no capta algunas dimensiones en la que ésta crece y vibra? ¿O a que la realidad, llámese mercado o alcanzar objetivos, quiere neuronas frescas, dominadas por el ímpetu de triunfar, siempre listas para adaptarse a lo que venga y darlo todo con tal de? ¿Que ya no “captás”?
Por más que cuanto diga o haga esté acertado y pueda ver un poco más allá de la coyuntura, a quien le ponen el sambenito de has sido, es visto como alguien que quedó desactualizado y se volvió previsible. Su trabajo ya no despierta el interés que supo. Fue.
Descubrí la expresión hacia fines de los ’70. La usaban los punks para referirse a los rockeros establecidos. Tipos de mediana edad que ya habían exprimido con éxito una fórmula –un sonido, un look, algo que lo distinguiera de la legión– y querían seguir ordeñándola. Cambiar unos acordes para que “the sound remains the same”. Se la usaba despectivamente para tirar abajo a Pink Floyd, Led Zeppelin, y otras que pronto perderían convocatoria. Y ventas. Como anticipo de la desgracia.
Si se lo deconstruye, en inglés, has sido también expresa cierto respeto. Gracias al doble significado del to be, has been reconoce que, al menos en otro momento, también has “estado” en alguna cima, ahora no, y deja abierta la posibilidad de que vuelvas sin necesidad de algo nuevo, digamos como un revival de ese viaje, y te lleves algún aplauso. No es tan terminante como nuestro “Fuiste” y sanseacabó, no jodas más. Con todo, no deja de ser un pedido de que te corras de una vez y dejes el lugar.
En el ’77, el músico Ian Dury me explicó que los chicos no usaban esa expresión sólo porque quisieran dejar out a los más grandes, sino porque sabían que al menor descuido los que venían después de ellos les harían idéntica zancadilla. De ahí su urgencia del quererlo todo ya, de “ser hoy”, antes de que el punk mismo perimiera. A Dury medio que se la perdonaban porque de chico había tenido polio y entonces, a sus 35, no había tenido el suficiente éxito con los Blockheads como para que su nombre fuera popular. Más que haber sido, seguía peléandola. También me dijo: Mejor ser un has been que un don nadie, un chanta, un perdedor, uno que se quedó, que se la creyó, que está acabado. U otro de los que nunca fue (un never been). Captar esa diferencia ayuda a atravesar la barrera del narcisismo herido. Hace no autolimitarse y asumir la etapa con el mismo entusiasmo de siempre, como si ser y estar en este nuevo rol de veterano fuera otro de tus proyectos –el bueno– y te estuvieras riendo al verte en él. Sí, he sido, y ahora soy éste.
Ahora te copás solo con lo que verdaderamente te copa, no como cuando debías fingirlo. No luchás para volver adonde estabas. Hasta tenés cierto permiso –el que dan los años– para arriesgar más. Discriminás tu identidad del personaje que pudiste haber sido. Sin necesidad de reinventarte, ni reciclarte. Hasta podés empezar, como aquellos viejos pintores chinos que cuando triunfaban en una ciudad se iban lejos, adonde no los conocía nadie y empezaban de cero, como si fueran otros.
Antes de que te agradezcan por los servicios prestados, pueden surgir muchas soluciones para nuevos desafíos que pasan por volver a respuestas que ya probaron su eficacia. Y ahí, ¿quién mejor?
Ni pis ni caca, el Enmascarado dirá cuándo se rinde.
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