› Por Sergio Marchi
La voz de las mujeres, ¿envejece mejor o peor que la de los hombres? No es una pregunta machista, ni un dilema para revista femenina; tampoco una inquietud científica, porque lo que se llama envejecimiento de la voz es una apreciación subjetiva. Mucho se ha escrito sobre los hombres que “no dan la nota”; señores grandes que bajan los tonos de sus éxitos originales para no asomarse a una jubilación temprana. Es eso o el patetismo de intentar un agudo... y no alcanzarlo.
Pero nada puede hacerse con la voz. No hay tratamiento posible, ni cirugía que valga. Sin embargo, Chrissie Hynde no la necesita. Esa presencia vocal tan formidable que la ha convertido en una de las cantantes femeninas más notables de la historia del rock, como cara visible y voz audible de Pretenders, sigue estando allí. Se podría pensar en los recursos que hoy el audio provee a los cantantes, pero tampoco los utiliza. Y es fácilmente comprobable.
Con la excusa de la edición de su primer disco solista, Stockholm, hizo la usual gira de prensa que la llevó a tocar en vivo en lugares específicamente musicales como el show de Jools Holland, o bien en noticieros donde es solamente “una nota de color”. En ambos, su voz demostró conservar esa presencia, esa coloratura, esa mezcla de callejón de gatos muertos de hambre con el glamour del sexo en una limusina. Y no sólo eso: se la ve bien, como de costumbre maquillada en exceso, pero pasando la prueba del ácido con las fotos que la muestran espléndida en su atuendo de siempre: jeans ajustados, un chaleco negro sin mangas, una corbata ornamental (más como una correa de perro sin ajustar), y rayas de colores azul y amarillo, evocando a la bandera sueca. Chrissie Hynde, a los 62 años, se la rebanca.
Stockholm se llama así por la ciudad donde se grabó, Estocolmo, residencia habitual del productor Björn Yttling, del trío Peter, Björn & John (cuyo único hit, “Young Folks”, esgrimía un contagioso silbido desafinado). Se presumía que, por tratarse de su primer álbum como solista, Chri-ssie Hynde ensayaría una fórmula pop un cambio de estilo o un camino que la alejase del recuerdo de Pretenders. Sin embargo, la modificación sonora no la lleva muy lejos: once canciones de rock-pop de excelente factura y audio inmaculado.
La sobriedad de recursos parece haber sido la premisa, y por eso sólo hubo dos invitados: el tenista John McEnroe, un viejo amigo al que Chrissie invitó a que fuera al estudio con su guitarra, con la que metió bastante ruido en “A Plan Too Far”. El otro fue nada menos que Neil Young, a quien no solo Chrissie admira, sino que el sentimiento es recíproco. En su momento, el rocker canadiense se cansó de hablar bien de Pretenders, y hasta indujo a la banda al Salón de la Fama del Rock and Roll en 1994. “Cuando llegó Neil, todos estábamos por las nubes –reconoce Hynde–; siempre hablábamos de la canción como ‘la canción Neil Young’, y yo tocaba en su estilo. Hasta que un día me dije que sería lindo invitarlo, como si fuera un sueño... hasta que me di cuenta de que podía invitarlo de verdad. Y vino, y fue como todos esperábamos que fuese: mágico.”
Chrissie Hynde se ganó el respeto de sus pares con su actitud rockera y un poco arrogante, combinada con cierta ingenuidad de chica del interior de los Estados Unidos, radicada en Inglaterra por decisión propia a mediados de los ’70. “Yo llegué con maíz en los oídos, prácticamente”, confiesa hoy. Vendió ropa en la tienda de Malcolm McLaren y Vivienne Westwood, lo suficiente como para conocer a Johnny Rotten, que la describió como “una mina dura”, a diferencia de Morrissey, que la recuerda en su autobiografía como “la mujer más graciosa del universo”. También fue periodista musical del New Musical Express y destrozó varios discos. Y como al descuido formó Pretenders, una de las mejores bandas de la new-wave británica, cuyo primer álbum en 1980 tuvo un éxito fulminante.
El grupo no tuvo tiempo de remontar todo el vuelo que hubiera podido, ya que dos de sus integrantes, James Honeyman-Scott y el ex amante de Hynde, Pete Farndon, murieron de sobredosis con pocos meses de diferencia, a poco de editarse el segundo álbum. Como pudo, Chrissie reformuló la banda y los dos discos subsiguientes, Learning To Crawl y Get Close, le dieron renombre internacional al grupo. En el medio, Chrissie fue mamá; primero le dio una hija a Ray Davies de The Kinks, con quien sostuvo un amor turbulento, y después se enamoró perdidamente de Jim Kerr de Simple Minds, a quien también hizo padre. Luego llegaría la etapa de crianza de las niñas; ocho años a los que Hynde bautizó como “los años domésticos”. La carrera de Pretenders se tornó errática y con bajo perfil. Hasta ahora.
Acérrima defensora de los animales, Chrissie Hynde se dio el gusto de hacer un videoclip que reflejara su pasión por la película argentina El perro, de Carlos Sorín; le dio una copia al director y le dijo: “Basate en esto”. El clip de “You or No One” es de una belleza desacostumbrada en este rubro. “Antes era una ambientalista decidida –concluye Hynde–; ahora ya no. Me conformo con la defensa de los animales. Ya es tarde para salvar el planeta, descontaminar las aguas y reparar la capa de ozono. No digo que haya un apocalipsis inminente, pero quiero disfrutar la vida. Y gran parte de mi disfrute pasa por la música.” A todos los que le preguntan si su trabajo solista significa el fin de Pretenders les da una rotunda negativa: “No soportaría no volver a salir de gira con Martin Chambers, que es el baterista más divertido del mundo. Soy una mujer de banda, y lo mío es estar al lado de hombres que sudan con guitarra en mano”.
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