MUSICA Sobrino de los populares Kleiton & Kledir e hijo de Vitor Ramil, que pensó su “estética del frío” desde el sur de Brasil, Ian Ramil trabajó como director de teatro, productor musical y hasta estudió periodismo antes de decidirse a seguir el camino familiar y grabar su primer disco, Ian. Una colección de canciones que viene a presentar a la Argentina, donde mezcla influencias beatle, bossa nova, reggae, cierta experimentación sonora y algún espíritu nostálgico, pero siempre al servicio de deliciosas canciones.
› Por Andrea Guzmán
Ian Ramil se quedó dormido. Está apoyado en la puerta de una radio en el centro de Buenos Aires, donde se suponía que daría su primera entrevista en el país, tiene en la mano una pequeña guitarrita acústica –un cuatro– que no llegó a desenfundar y arruga los ojos cuando cae el sol de media mañana. “Me encanta esta ciudad, es una ciudad fría como Porto Alegre”, dice, cansado después de una espera que terminó siendo de diez horas en el aeropuerto, y con una cara soñolienta igual a la portada de Ian (2014), su primer disco, que presentará en el marco del festival itinerante Indies del Sur y que lo hará girar junto a los cantautores María Pien y Laureano Nazar por cinco ciudades de la Argentina. El viaje y la espera engorrosa no fueron antojadizos: el músico brasileño no sólo grabó su disco en Buenos Aires con la producción del cotizado Matías Cella sino que tiene un lazo estrecho con el puerto y lo conoce desde niño, de las vacaciones familiares que pasó en su infancia saltando entre la Argentina y Uruguay.
Ian tiene 28 años y creció al sur de Brasil en una familia de inclinación artística. Es sobrino de Kleiton y Kledir Ramil, dúo de música popular brasileña, e hijo de Vitor Ramil, el compositor que hizo de las milongas su principal caldo de cultivo, amó las ciudades del Río de la Plata y cantó sobre el Brasil más frío y nostálgico. Fue él mismo quien le regaló su primera guitarra al cumplir 11 años, con la que no tardó en empezar a componer, y también el que le mostró a los Beatles y Miles Davis. Si el padre se inclinó por la reinvención de la música gaúcha y de las canciones que celebran la introspección en vez del carnaval de turismo brasileño, en lo que él mismo bautizó como “estética del frío”, el hijo electrizó esta impronta y absorbió los sonidos de su época. Reconoce que busca caminos estéticos y poéticos diferentes, que siempre estuvo cerca de la música sureña, pero que sus primeras bandas favoritas de chico fueron Nirvana y Radiohead. Ya de grande, Vitor lo invitó a grabar en su último disco y también se la han pasado tocando juntos. “Tenemos una excelente relación. Siempre nos pasamos la música que estamos haciendo, opinamos mucho, aunque el otro obviamente no escuche el consejo”, dice.
Un registro con la cámara de su propio celular a través de ocho mil kilómetros de viaje en auto por tierra brasileña adornan el video de “Souvenir”, la única canción del álbum que tiene registro audiovisual por el momento y que fue editado por su hermana Isabel, artista visual. Ramil no quería artificios fotográficos, ni producción adicional, para un tema que habla simplemente acerca del recuerdo y del deseo de regresar a tus lugares favoritos. Y, como el resto del disco que optó por bautizar sencillamente con su primer nombre, todo está tonalizado con una impronta extremadamente personal. “Es un disco un poco bipolar”, se ríe, al hablar de su debut. Trece temas que resumen algo de los últimos diez años para el joven brasileño, desde su primera canción “en serio” compuesta a los 17 años hasta la que terminó poco antes de entrar al estudio en Buenos Aires. “Las canciones son todas muy distintas, tienen humores muy diferentes y cambios muy bruscos. Creo que el único hilo conductor sería yo mismo, porque es un registro de momentos de mi vida”, explica. Y se entiende, porque mientras cocinaba las canciones a través de los años, aun sin ánimo de reunirlas, también se dedicó a tareas muy diferentes. Fue director y compositor musical para obras de teatro. Tomó clases de actuación y se hizo adepto a las películas de Charlie Kaufman y Luis Buñuel. Estudió un par de años de periodismo. Produjo en estudio a músicos de Porto Alegre, parte de una nueva escena sureña que define como prolífica y creativa, y compuso canciones para bandas de rock como Apanhador Só, una de las más exitosas y cotizadas de la movida indie brasileña. Con todas estas actividades y la costumbre de trabajar en grupo con músicos y estar del otro lado de la cabina, la experiencia de dedicarse a un proyecto personal que fraguaba hace tanto tiempo lo entusiasmaba. “Grabar el primer disco es curioso porque hay muchas cosas que aprender y son muchas etapas distintas desde la composición. Me gusta mucho la producción, pero ahora me tocaba estar del otro lado, aunque me demoré dos años grabándolo, yendo y viniendo de Brasil. Fue un proceso largo y que me siguió conectando mucho con la Argentina”, dice.
De esta hiperactividad artística, y de los múltiples intereses y escuchas del brasileño, resulta un disco variado, atravesado por el espíritu nostálgico de la música sureña, pero revisado con eclecticismo juvenil y que promete un show orientado al rock guitarrero con una banda conformada por músicos argentinos en los que se incluye el mismo Cella. Algo de romanticismo adolescente y otro poco de experimentación más madura se encuentran en este debut que tiene desde hermosas baladas beatleras como “Seis patinhos” o “Nescafe” a cuasi bossa novas, reggae y piezas más pesadas y experimentales. “Después de hacer tantas cosas, llegó un momento en que vi que lo que tenía más sentido era hacer música. Fue natural”, dice, mirando por la ventana, antes de celebrar de nuevo su llegada a Buenos Aires. Lo que le gusta es el frío.
Ian Ramil toca este miércoles 27, a las 21.30, junto a María Pien en Boris Club, Gorriti 5568. La gira sigue por Tigre y Mendoza. Mas información: indiesdelsur.com.ar
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