Las adaptaciones de las novelas de John Le Carré
La experiencia de John Le Carré como espía del M16 en los tempranos ’60 convirtió a la Guerra Fría en uno de sus grandes referentes narrativos: ya sea de manera directa o diferida, en un presente álgido o en un pasado apenas ocurrido, sus personajes viven ese mundo dividido en carne propia y la sospecha y la paranoia son los signos que definen su destino. La tensión de los años de la cortina de hierro entre Oriente y Occidente, de los teléfonos rojos y las crisis de misiles, de las persecuciones en las estepas nevadas de Siberia y los grises cielos de Washington, ya marcó la primera adaptación cinematográfica de su universo: en El espía que surgió del frío (1965), de Martin Ritt, Richard Burton sacrificaba placeres y deseos personales en virtud de un objetivo que lo trascendía, sin que nunca tuviera la certeza de cierto heroísmo ni pudiera intuir algo del asomo de la gloria. Ese aspecto de funcionario atildado y circunspecto es el mismo que asumió Gary Oldman en la genial El topo del sueco Thomas Alfredson filmada en 2011. Opaca, sobria y de una precisión feroz, la adaptación de la novela publicada en 1974 define su espíritu ajeno a toda espectacularidad apoyado en la dinámica de los diálogos y en la complejidad de una intriga tan amarga como fascinante.
En La casa Rusia (1990) de Fred Schepisi, la conversación en el cementerio entre el editor literario que interpreta Sean Connery y su misterioso informante pone en evidencia la simetría que rige ese intercambio entre los dos extremos de una cuerda ideológica. Además de la eficacia de las extensas conversaciones, de un ritmo constante y dinámico en desarrollo de la acción gracias al guión de Tom Stoppard, y de los matices que adquiere el rostro de Connery, La casa Rusia ocupa un lugar importante en las creaciones de Le Carré porque es el último peldaño en ese fresco doloroso que fue la Guerra Fría. Las tres películas que vendrían, El sastre de Panamá (2001), El jardinero fiel (2005) y El hombre más buscado (2014), llevaron a la pantalla ese escenario poscolonial que Le Carré desmenuzó con gran agudeza ante el cambio de los tiempos. Sin anhelos de redención, el mundo contemporáneo de Le Carré no presenta los hilos gubernamentales como tensas ataduras sino que los Estados han dejado el camino libre al reino de las corporaciones cuya telaraña es tan peligrosa como invisible.
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