Dom 05.07.2009
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Qué bello es vivir

(It’s a Wonderful Life, Frank Capra, 1946)

Probablemente su película más famosa y homenajeada por otros films, Qué bello es vivir fue el primer proyecto de Capra (Sicilia 1897-California 1991) tras volver de la guerra, cuando los estudios no confiaban demasiado en él por su fama de gastar demasiado en cada producción y por sus críticas al cine bélico realizado durante la contienda mundial, al que consideraba “vergonzante para los soldados que habían estado en el frente”. A tal punto se había distanciado de Hollywood el director de Lo que sucedió aquella noche, El secreto de vivir y Horizontes perdidos, que llegó a considerar instalarse en Inglaterra para seguir filmando, cuando llamó al también veterano de guerra James Stewart, quien como él debía ahora reconstruir su carrera, y en un par de minutos de conversación telefónica ya había aceptado protagonizar este raro cuento de Navidad.

Qué bello es vivir fue financiada por una compañía nueva, independiente, la Liberty Films, fundada por un ex directivo de Columbia y el propio Capra en enero de 1945. Su producción costó casi 4 millones de dólares, convirtiéndose en el film más caro de Capra, y por su guión pasaron innumerables manos, empezando por Dalton Trumbo (que la adaptó para la RKO), Clifford Odets, Frances Goodrich y Albert Hackett, y Michael Wilson y Dorothy Parker para un trabajo adicional en los diálogos finales. La película tuvo una aceptable recepción comercial, aunque por debajo de la necesaria para recuperar costos, y que fue triplicada por la contemporánea Los mejores años de nuestras vidas, de William Wyler, y que le arrebataría el Oscar ese año. Sería recién con el correr de las décadas que se transformaría en un clásico inoxidable, objetos de disputas por lo que algunos han interpretado como un sentimentalismo empalagoso, mientras que según otras lecturas no se trató más que un esfuerzo por lidiar con la nueva Norteamérica de posguerra, una en la que, en plena adversidad y en medio de una corriente de amargura, la buena voluntad de algunos ciudadanos comunes y un espíritu comunitario resistente hacen posible encontrar una salida a cualquier crisis.

Además de Stewart, Donna Reed como su esposa y Lionel Barrymore como el villanesco Mr. Potter (suerte de versión del Scrooge de Dickens), ahí estaba Henry Travers como el atípico ángel de la guarda, Clarence, al que hace mención Soledad Villamil en su recuerdo de la película.

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