Favio venía de filmar uno de los mayores éxitos del cine argentino con Nazareno Cruz y el lobo (1975) cuando empezó el rodaje de esta película protagonizada por Carlos Monzón y Gian Franco Pagliaro, sin saber que el trágico cambio que se avecinaba en el país sellaría la suerte comercial de su nueva película. Despreciada por la crítica en su momento, con los años fue revalorizada y se le asignaron retrospectivamente sentidos políticos que probablemente no estaban en las intenciones originales de su autor. Sin embargo, como el equipo se encontraba filmando al momento del golpe de Estado, el 24 de marzo de 1976, se cree que el triste final de la aventura de Charlie (Monzón) y Mario El Rulo (Pagliaro) había sido inspirado por la amargura con que el gran cineasta peronista veía confirmarse el final de un sueño. En el libro Pasen y vean, de Adriana Schettini, Favio explica la reacción adversa de la crítica: “Es que había caído el peronismo y tener la menor piedad con Favio era tener piedad con todo el peronismo”. Y aunque no considera que la película sea una gran alegoría política, sí admitió que el final originalmente era otro: “Cuando roban en el subte, Mario escapa, Charlie trata de seguirlo, pero se cae en las vías y se mata. Se arma el gran quilombo, y cuando le preguntan a Mario si no venía con él contesta: ‘No, yo no lo conozco’, y ahí terminaba la película. Como un tonto, a último momento, reescribí el final. Pero lo hice movido por todo lo que estaba aconteciendo en la Argentina. ‘Al fin lo logramos’, pensaban los que jodieron tanto con el gobierno constitucional. Y bueno, yo quería decirles: ‘Si ése es el propósito, lo lograron’. Ya estábamos todos presos”.