Además de su principal faceta de cantautora, Suzanne Vega tiene un montón de otras habilidades ocultas. Al ser una mujer cosmopolita, de vuelta del estrellato y sin ningún tipo de divismo, se le da bien la relación social, y a menudo es invitada por prominentes dirigentes políticos (como Vaclav Havel, ex primer ministro checo), a dictar conferencias. Pero también recibe a sus fans después de los shows, se saca fotos con ellos y les da conversación. También ha incursionado intermitentemente en el periodismo, y el New York Times le pide ocasionales colaboraciones. Es así como se la puede leer criticando con sagacidad pero sin saña, una biografía sobre Paul McCartney (su amor imposible de la adolescencia), o contando en primera persona sus peripecias a la hora de abordar el aprendizaje de la conducción de un auto, y el hilarante proceso que finalmente la lleva a obtener su tan ansiada licencia. Su desopilante artículo titulado “Street legal” puede ser leído en su site. Pero en el New York Times también se puede leer la crítica sobre la obra de teatro acerca de la escritora sureña Carson McCullers, que Suzanne Vega no sólo escribió, sino que además protagonizó. No se puede decir que haya tenido un trato favorable por trabajar ocasionalmente para el prestigioso diario: la crítica no tiene contemplación alguna ni con la obra ni con la actriz. Que en este caso son una misma persona.
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