Rock & Pop realizó un evento sin precedentes transmitiendo un concierto en vivo de Spinetta con Mario Pergolini como conductor, y recibió llamados de los oyentes que podían hablar con el Flaco al aire y pedirle sus canciones favoritas. Fue impresionante, porque la gente le pedía que tocara alguna de sus canciones más rápidas y zapadas que me agradaban más que su trabajo más reciente y más tranquilo. Louie me hizo conocer sus trabajos más extremos de rock. Albumes como San Cristóbol (sic, en realidad el disco se llama San Cristóforo), y Kamikaze. Este último lo escuché mientras manejaba de París a Amsterdam el día de mi cumpleaños número 33. “Hey Louie, ¿sabés que escuché algo de tu material mientras manejaba hacia Amsterdam?”, le dije una vez mientras estaba en su casa. “¿En serio?”, contestó. “Sí, no había nada más que cosas francesas en la radio mientras estaba en la autopista y recordé el cassette que mi amigo Luki me dio antes de dejar Buenos Aires”, le dije. “Wow, está muy bien”, contestó. “Sí, fue un viaje raro, y el disco es psicodélico.” “¿Qué disco era?”, me pregunto. “Kamikaze, me parece”, contesté. “Oh, perdón por la tortura”, dijo, humilde como era. Louie no parecía aceptar los elogios aun cuando los mereciera, más bien parecía aceptar la alabanza para hacer feliz al otro.