SANTA FE › CONFESIóN DEL EX COMISARIO JUAN CALIXTO PERIZZOTTI
A fines de marzo de 1977, en un descampado de Santo Tomé, recibió a diez mujeres encapuchadas que venían de un centro clandestino de torturas. Y reveló el nombre del oficial del Ejército que estuvo al frente del operativo: el mayor Jorge Roberto Diab.
› Por Juan Carlos Tizziani
El juicio a los presos por delitos de lesa humanidad en Santa Fe develó ayer un secreto guardado 32 años. El ex jefe de la Oficina de Coordinación del Area 212, comisario Juan Calixto Perizzotti, confesó que una madrugada de otoño, a fines de marzo de 1977, en un descampado de Santo Tomé, recibió diez mujeres encapuchadas que venían de un centro clandestino de torturas y exterminio conocido como "La Casita", a bordo de tres automóviles. Y reveló el nombre del oficial del Ejército que estuvo al frente del operativo y le entregó las diez secuestradas en el chupadero: el mayor Jorge Roberto Diab, segundo jefe del Destacamento de Inteligencia Militar 122. Perizzotti dijo que la entrega y el posterior traslado al cuartel de la Guardia de Infantería Reforzada se hizo por una orden directa del ex jefe del Area 212, coronel Juan Orlando Rolón.
Perizzotti pidió ampliar su indagatoria ante el Tribunal Oral Federal: "Yo recibía órdenes del Ejército. El 99 por ciento de las órdenes estaban firmada por el comandante (Rolón) y si no, por su segundo (el teniente coronel Adolto Ernesto Alvarez)". Y después tiró la bronca. "La Policía era el forro del Ejército. Mientras le sirve, lo tiene y cuando no le sirve, lo tira. Esa fue la posición de la Policía ante el Ejército. Esa es la verdad: fuimos usados como forro", se descargó Perizzotti. Y preguntó y contestó: "¿Cuántos militares hay preso acá? Ninguno". En el juicio ya zafaron tres: Rolón y el ex jefe del Destacamento de Inteligencia Militar 122, coronel Domingo Manuel Marcellini, por problemas de salud y el ex suboficial Nicolás Correa que falleció en 2007.
Perizzotti enmudeció a la sala de audiencias cuando comenzó a develar su secreto. Recordó que tres de sus denunciantes, Patricia Traba, Anatilde Bugna y Ana María Cámara fueron secuestradas el 23 de marzo de 1977. "Ellas dicen que estuvieron en 'La Casita', que le hicieron firmar una declaración bajo apremios y que a los tres o cuatro días pasaron a la Oficina que estaba a mi cargo, previo simulacro de fusilamiento".
"No tengo la fecha exacta, pero si a ellas las detuvieron el 23 de marzo de 1977, tres o cuatro días después, me llama el coronel Rolón y me dice: 'Perizzotti veálo al mayor Roberto Diab, segundo jefe del Destacamento de Inteligencia Militar 122 que funcionaba en el mismo Regimiento y él le va a entregar unos detenidos'. Me retiro y cuando iba me cruzo con el mayor (Diab), a quien yo conocía porque dos o tres veces había ido a llevarme detenidos a la Guardia de Infantería Reforzada o retirarlos. Le digo: 'Mayor, el coronel me ordenó que lo vea a usted, que me va a dar una orden para recibir detenidos'.
Sí, esta noche lo espero a las 24 horas en la guardia de prevención del Comando de Artillería me dijo.
No me dijo cuántos detenidos, si eran varones o mujeres, no me dijo absolutamente nada.
"A las doce menos cuarto de la noche, con un suboficial y el chofer fuimos al Comando de Artillería... Estacionamos el auto frente a la guardia de prevención. Y a la par nuestro, había un camión celular del Servicio Penitenciario. Me acerco y había dos guardiacárceles que no los ubicaba, nos saludamos. Y desde atrás, alguien me toca la espalda y me dice: 'Juancito, vos también'. Me doy vuelta y era el chofer del Servicio Penitenciario, que sí lo conocía, un sargento ayudante de apellido Leonardi. Me preguntó qué pasaba: 'No sé, será algún avión y habrá que ir a Sauce Viejo'", especuló Perizzotti. "Nunca me había pasado algo así", recordó. Diab llegó en un Dodge. Y dio la orden de circular en caravana. "Primero voy yo, después el celular y atrás usted", le dijo a Perizzotti.
"Salimos del cuartel, cruzamos el puente carretero, y en Santo Tomé avanzamos por la avenida 7 de marzo y después por la avenida Luján. Cuando la ruta gira a la derecha y hay una estación servicio Shell, él (Diab) siguió de largo, iba con otra persona. Y después, se vuelca a la izquierda por un camino de tierra, donde había yuyos de dos metros de alto. A los 200 metros para y nos dice: 'Esperen acá, den vuelta los autos por donde vinimos'. Y se fue en dirección al este por esa calle, la primera o la segunda que era de tierra, pasando la estación de servicio Shell".
Una hora después, Diab regresó con tres automóviles que se ponen a la par del camión del Servicio Penitenciario. "Vi que eran mujeres y estaban vendadas, entonces le pregunté: 'Señor, ¿le sacamos las vendas?'
Si le saca las vendas se la pongo a usted le contestó Diab.
Todas subieron al camión. "No recuerdo si venían esposadas. No podíamos hacer otra cosa que subirlas. Resistirse era imposible. Y las trasladamos a la Guardia de Infantería Reforzada", explicó. Antes de de partir, Perizzotti dijo que Diab le entregó la orden de traslado de las mujeres firmada por Rolón y que él le firmó la copia. "Eran diez detenidas: (Anatilde) Bugna, (Patricia) Traba, (Ana María) Cámara, (Graciela Virginia) Aguirre, (Hilda) Benavídez y (Silvia) Abdolatif. "No recuerdo todos los nombres, pero eran diez", precisó. No mencionó a las otras cuatro: Stella Maris Vallejos, Teresita Miño, Raquel Juárez y la "Negra" Caminos. Nueve de ellas, excepto Caminos, están citadas a declarar en el juicio en las próximas semanas.
¿Era común recibir detenidos a esa hora? le preguntó el abogado querellante Horacio Coutaz.
No, no era común.
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