SANTA FE › JUICIO A LOS TORTURADORES DEL EX PRESIDENTE DE DIPUTADOS, RUBéN DUNDA
"Esto nos pasó por ser peronistas"
Dunda ratificó ante los jueces el atentado que destruyó su casa, las torturas, un simulacro de fusilamiento, dos años de cárcel y el exilio. En el banquillo está el jefe del Ejército que copó la Casa Gris, José González, otro militar y un comisario.
› Por Juan Carlos Tizziani
Desde Santa Fe
La persecución a los peronistas tras del golpe del 24 de marzo de 1976 que derrocó al gobernador Carlos Sylvestre Begnis comenzó a ventilarse en el juicio a los torturadores del ex presidente de la Cámara de Diputados, Rubén Dunda y del ex intendente de Santa Fe, Noé Adan Campagnolo. Antes de su fallecimiento, en 2003, Campagnolo había dicho quiénes eran las principales víctimas del terrorismo de estado: "Esto nos pasó por ser peronistas", relató en un programa de TV, que es una de las pruebas de la causa. Ayer, Dunda ratificó el terror de esos días: el atentado que destruyó su casa, las torturas, un simulacro de fusilamiento, dos años de cárcel y el exilio. En el banquillo, está el mismo jefe del Ejército que copó la Casa Gris y la Legislatura, José María González y dos de sus cómplices: un militar de Inteligencia, Jorge Roberto Diab y un comisario de la Policía Santafesina, Ricardo Salomón, acusado de participar en los tormentos más humillantes a Campagnolo, que incluyeron un empalamiento, en la Guardia de Infantería Reforzada (GIR). Dunda abrió la ronda de testigos a la tarde. A la mañana, habían declarado sus dos hijas, María Celeste y María Victoria y luego, lo hicieron su esposa, María Elizabet y su hijo Ignacio. Los suplicios comenzaron el 10 de marzo de 1976, dos semanas antes del golpe, cuando una bomba destruyó su casa, en 9 de Julio 1734, en Rosario. Relató que el día anterior había recibido una llamada del entonces jefe de Policía de Rosario, comisario Soldano, quien le dijo que abandonara la vivienda cuanto antes. Le comentó que en una reunión en el comando del II Cuerpo de Ejército había escuchado decir a un coronel: 'Esta noche lo matan a Dunda'. El policía salió del encuentro, buscó un teléfono público y le advirtió sobre el peligro: "Váyase ya!", le dijo. Dunda y los suyos salieron con lo puesto. A las 4.45, ya del 10 de marzo, "un artefacto explosivo" destruyó la casa del legislador y "produjo un gran incendio y daños materiales cuantiosos", según un informe de inteligencia secreto que el equipo de investigadores de la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia incorporó a la causa. Es el Memoradum N 3000, firmado por el jefe del D-2, Indalecio Cucco, que ubica al atentado en "el rubro subversivo" y se lo atribuye a otros autores: "Demuestra el accionar criminal de los extremistas", dice.
Ayer, Dunda no dejó dudas sobre el origen del atentado en una época en la que el poder militar ya se había superpuesto al gobierno civil. "Los que volaron mi casa en Rosario eran del Ejécito", les dijo a los jueces.
En Santa Fe, Dunda y su familia vivían en los altos de la comisaría 2, en la esquina de General López y Saavedra, a dos cuadras de la Legislatura. El 11 de marzo, al día siguiente del atentado, recibió un paquete con una nota que lo acusaba por los libros de su biblioteca. "Evidentemente, estuvieron revolviendo cosas", dijo. Llamó entonces al coronel González --que era el jefe del Area 212--, a quien le habló sobre el atentado y las amenazas. "Quedó en responderme". Pero no lo hizo. El golpe ya estaba en marcha.
La madrugada del 24 marzo, Dunda se despertó con el teléfono. Era la esposa del diputado Danilo Kilibarda, que le dijo que habían detenido a su marido: "Lo llamo a Sylvestre Begnis, me atiende, pero me dijo que no podía hacer nada".
El coronel González ya había destituido a Sylvestre Begnis, a quien acompañó hasta las puertas de la Casa Gris. "Syvestre me dijo que lo habían invitado al acto de juramento de los ministros, pero no sé si participó", dijo Dunda con cierta ironía. Era un gabinete integrado por jefes de las unidades militares de Santa Fe.
A las 8 de la mañana, Dunda se comunicó con González para saber sobre el paradero de Kilibarda. El interventor de la dictadura le concedió una audiencia para las 5 de la tarde. Pero a las 9, un grupo de tareas del Ejército lo secuestró en los altos de General López y Saavedra. "Estaba al mando de un teniente. La esquina estaba rodeada de soldados y una ametralladora apuntaba hacia la puerta", dijo.
Lo llevaron a la GIR, donde a la madrugada lo encapuchan, le atan las manos con cables y lo traslada a un centro clandestino. Dunda no está seguro, pero lo imagina en la zona de los cuarteles de Santo Tomé, donde sufrió un simulacro de fusilamiento. "Hacía mucho frío, estaba muy oscuro, en un momento se prenden luces y se producen los disparos", recordó. Después, siguieron las sesiones de torturas que lo desplomaron. Dunda habló sobre las torturas a Campagnolo. "Me contó que lo habían empalado, que chorreaba sangre". "Estábamos en el terror, era un clima tremendo". Ante otras preguntas, dijo que en la GIR y luego en Coronda compartió la cárcel con otros peronistas: el ex vicegobernador Eduardo Cuello, Marcelo Possi (ex presidente del Banco de Santa Fe), Higinio Veiga (ex concejal), Roberto Rosúa (ex ministro de Gobierno), Tito Livio Vidal (ex diputado), Celestino Marini, entre otros.
Dunda nunca pudo concurrir a esa audiencia del 24 de marzo, a las 5 de la tarde en la Casa Gris. Pero fue su esposa María Elisabet, que ayer relató esa entrevista con González, a quien le reclamó por su marido. El militar le contestó con imputaciones y un enigma: "Nada tiene que ver el aserrín con el pan rallado", le dijo.
--Entonces, González sabía que su marido estaba detenido --le preguntó el fiscal Martín Suárez Faisal.
--Por supuesto --contestó la señora.
--Y por qué cree que lo detuvieron?
--Por ser peronista, como a Campagnolo y a los otros. Sylvestre Begnis se fue de la Casa de Gobierno, caminando --respondió.