SANTA FE › LOS DíAS DE MIGUEL DEL SEL COMO EMBAJADOR ARGENTINO EN PANAMá
Sin mayores presupuestos, el ex cómico dedica sus días a organizar actos patrios, participar de agasajos mientras prepara el regreso al país. "Puede ser", contesta cuando se le pregunta si será candidato a diputado nacional por el PRO en 2017.
› Por Horacio Vargas
Desde Panamá.
Llega al lugar de la cita con periodistas santafesinos (entre ellos Rosario/12) y saluda a cada uno de ellos dando por sobreentendido que conoce a todos. "Qué hacés, Negro", "hola Gordo", "hola pibe...", exclama entre sonrisas. No hay más rastros de teñido en su pelo, ahora de blanco y corto, pero mantiene ese color de piel de verano. Miguel del Sel podría ser el amigo divertido de la barra. Fuera de los micrófonos hace chistes, imita voces de cantantes populares, recuerda giras de Midachi en rincones del interior, hace comentarios machistas. Pero cuando se calza el traje -o la guayabera- de embajador argentino en Panamá, lejos de su Santa Fe natal, los asados, Unión y sus campos- vuelve a desnudar su pensamiento conservador, y como ya son varios años en la política, aprendió a esquivar elegantemente las preguntas molestas.
Cuenta entusiasmado a los enviados a esta ciudad por el primer vuelo de Panamá a Rosario que organizó una recepción en un hotel para mil argentinos que viven acá para celebrar el 25 de Mayo, consiguió desde empanadas a escarapelas y sus amigos de Los Nocheros se tomaron un avión de COPA y tocaron gratis. También pasaron la vicepresidenta Gabriela Michetti y la ministra de Relaciones Exteriores, Susana Malcorra, quienes les endulzaron el oído. "Sabemos que estás haciendo un muy buen trabajo", repite en un tono de adolescente sorprendido que les dijeron las mujeres. Todas las actividades ceremoniales las hace con ínfimo presupuesto de su amigo Mauricio Macri. "Yo igual voy para adelante", remarca.
Confiesa que se deprimió después de haber perdido el año pasado las elecciones a gobernador por pocos votos. "Pero ya pasó", dice y retoma su profesión de fe macrista: "Por suerte, el premio mayor lo sacó Mauricio". No pidió nada, jura. Apenas si fantaseó con un lugar en la secretaría de Deportes de la Nación o coordinando algún programa social. Hasta que 20 días después del triunfo de Macri lo llamó por teléfono Marcos Peña.
-Estuvimos charlando con Mauricio y la canciller y coincidimos en que podrías ser nuestro embajador en Panamá.
-Dame un par de días y te respondo...
Llegó a la ciudad de Panamá con un nivel de conocimiento importante como consecuencia del personaje de la Tota que hacía en el programa de Marcelo Tinelli, que los panameños descubrieron en la tele de sus hogares, antes que por su trascendencia política.
-Además yo era amigo de Ruben Blades (un ícono de la cultura popular de Panamá) y me gusta el calor -enumera entre sus pergaminos.
Define a la herencia K como "un auto chocado" que recibió su Presidente, admite que hay quejas en el país, como los tarifazos, pero se alinea con su jefe y repite: "Yo no creo que el Estado deba hacerse cargo de todo".
-En la ciudad de los Panamá Papers, ¿qué opina del dinero que tenía Macri en los paraísos fiscales?
-Dio la cara, explicó... Me encantó.
-Cuando se vino para Panamá, muchos pensaron que era el fin de su carrera política en Santa Fe- pregunta este enviado.
-Yo nunca pensé eso... Como estoy lejos, no me llegan esos comentarios- responde con cierta picardía.
-Pero usted era el jefe político del PRO santafesino.
-Yo no puedo manejar el PRO desde Panamá- exclama.
-¿Usted sería candidato a diputado nacional por Santa Fe el año que viene?- le pregunta un colega.
-Puede ser, puede ser...-, señala y da a entender que volverá al Congreso.
Otro periodista le recuerda que ya tiene competidor para las elecciones a gobernador en el 2019. El intendente radical de Santa Fe José Manuel Corral. "Un amigo, me parece bien que se quiera postular -entiende-, pero los radicales se la tienen que jugar... o están en la provincia con Cambiemos o siguen con los socialistas".
Asegura que no está peleado con Dady Brieva, su ex compañero de Midachi, en la vereda opuesta de la política. Y pone como ejemplo de esa cordialidad una charla telefónica que mantuvieron hace poco. Pero enseguida lo chicanea: "El está con los mafiosos".
Retomó sus clases privadas de inglés, que en rigor solo había cursado en la escuela secundaria. "Es fundamental en este cargo -alecciona el embajador- ¿Te imaginás si me hubiera tocado ir a Washington?". Está divorciado y vive solo en un departamento que está distante de la oficina de la embajada en el edificio Global Bank. Esta semana cumplirá 59 años y espera que lo visiten, por primera vez, sus tres hijas y algunos amigos a los que seduce con un asadito en el Caribe. "Acá estoy solo, nadie me critica, estoy en mi salsa", concluye.
Cuando la rueda de prensa finaliza, se levanta de la silla, llama a su chofer, un colombiano al que apodó "Riquelme", que espera a su jefe en un amplio pasillo de un tercer piso de un hotel cinco estrellas, y salen a la calle, como dos amigos de pachanga, en busca del auto oficial.
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